Shiva Baby: Buscando la risa en la ansiedad
Seligman decidió ambientar casi toda la historia en un solo lugar, la casa donde se realiza el shiva. Ese camino, a su vez, implica un desafío narrativo, ya que si no es ocupado de forma hábil la repetición del mismo espacio puede resultar monótono. Afortunadamente, la obra evita dicho problema con un ritmo fluido y un muy buen ojo para los detalles. Gran parte de la cinta gira en torno a interacciones sociales, costumbres, convenciones tácitas y apariencias, es decir, las texturas de los acontecimientos que dan forma a la trama. La directora maneja con destreza estas situaciones, creando un entorno lleno de personalidad, que brilla por sí mismo.
La práctica del sugar dating, donde una persona joven mantiene una relación de pareja con alguien mayor y de mejor posición económica, a través de una lógica transaccional que busca el beneficio de ambos, ocupa un área gris entre el trabajo sexual y las citas convencionales. Esa indefinición caracteriza también a la protagonista de la película Shiva Baby, no solo por su ocupación de sugar baby, sino por la incertidumbre que rodea a su vida en general, algo que la ubica en un punto intermedio entre la juventud y la adultez. Si en una cinta como Frances Ha (2012), de Noah Baumbach, las dudas generacionales dejaban al personaje principal a la deriva, casi en un estado de perplejidad, en esta obra dirigida por Emma Seligman la sensación dominante es la ansiedad.
El relato es protagonizado por Danielle (Rachel Sennott), una estudiante universitaria que no sabe muy bien lo que quiere en la vida. La joven está cursando una nebulosa carrera que combina estudios de género con negocios, la que según ella le permite diseñar su propio título profesional y le abre varias opciones laborales. Ni ella ni sus padres (Polly Draper y Fred Melamed) están muy seguros de lo que eso significa, una cuestión que se complica aún más cuando deben asistir a la ceremonia fúnebre -o shiva- de una amiga de la familia, donde tendrán que interactuar con varios parientes y conocidos, los que inevitablemente abordarán esos temas. Allí, Danielle no solo se encontrará con Maya (Molly Gordon), su exnovia, sino con Max (Danny Deferrari), su sugar daddy, de quien la joven no sabía estaba casado con una mujer llamada Kim (Dianna Agron) y tenía una hija pequeña.
Para mantener a raya el presupuesto de su primer largometraje, Seligman decidió ambientar casi toda la historia en un solo lugar, la casa donde se realiza el shiva. Ese camino, a su vez, implica un desafío narrativo, ya que si no es ocupado de forma hábil la repetición del mismo espacio puede resultar monótono. Afortunadamente, la obra evita dicho problema con un ritmo fluido y un muy buen ojo para los detalles. Gran parte de la cinta gira en torno a interacciones sociales, costumbres, convenciones tácitas y apariencias, es decir, las texturas de los acontecimientos que dan forma a la trama. La directora maneja con destreza estas situaciones, creando un entorno lleno de personalidad, que brilla por sí mismo.
A eso se suma una atmósfera expresiva, que transmite el hastío y posteror estrés de la protagonista, cuyo estado de ánimo le va dando un aire claustrofóbico al escenario donde transcurre la película. Que Shiva Baby se desenvuelva dentro del contexto judío, con un personaje principal que está en un constante estado de inquietud, ha generado algunas comparaciones entre la obra de Seligman y Uncut Gems (2019) de los hermanos Safdie. Sin embargo, la película que más recordé mientras la veía fue The Farewell (2019) de Lulu Wang, la que pese a estar centrada en otra cultura también navegaba los círculos familiares con sutileza y maestría. El interés que ambas demuestran por la idiosincrasia de sus personajes y ambientes las termina uniendo.
El guion aprovecha la incomodidad de las situaciones sociales para construir el tono de la obra. El rito funerario que aparece en la cinta es solo una excusa de los personajes para juzgarse entre ellos detrás de una máscara pasivo agresiva, siendo Danielle la más afectada por esta dinámica, producto de las mentiras que debe inventar y la atención que atrae del resto; las interacciones que tiene con los demás están marcadas por la cordialidad forzada, el interés laboral y los esfuerzos por aparentar cosas que no son. La comedia presente en el relato se abre paso de manera tangencial, a través de rasgos costumbristas y absurdos, que no necesitan de chistes demasiado subrayados para ser efectivos.
Como Shiva Baby está marcada por las interacciones entre sus personajes y la idea de lo grupal, la forma en que esos elementos son representados visualmente también tiene un gran peso. La fotografía de Maria Rusche no intenta llamar la atención hacia sí misma con técnicas demasiado vistosas, pero dentro de su sobriedad se nota lo meticulosa y diestra que es. La película ocupa la composición de los planos, la espacialidad y la profundidad de campo para lograr diferentes resultados. Un elemento recurrente son los primeros planos y la cámara al hombro, que le dan un carácter ansioso a las imágenes, acorde al estado de ánimo de la protagonista, que en varios momentos debe sufrir en silencio, aislada de los demás invitados, pese a que está rodeada físicamente por ellos.
La labor de Sennott está a la altura del desafío, transmitiendo con su rostro los sentimientos que no puede expresar en voz alta. La actriz debe pasar por varios registros, desde la farsa hasta el desconsuelo, para ayudar a que la obra transite por sus diferentes tonos. El resto del elenco complementa su trabajo gracias a una buena colección de personalidades, sobre todo los padres de la protagonista, que son un torbellino de carisma en cada escena donde participan. Que la cinta tenga componentes cómicos no le impide alcanzar instantes de mayor peso dramático, los que permiten redondear algunas de las ideas exploradas por el guion y culminar el viaje personal de Danielle.
Ni el bajo presupuesto ni la poca experiencia de Seligman afectan negativamente a la película, que es inteligente al potenciar sus fortalezas para dibujar una obra redonda, combinando la sencillez de su premisa y las dinámicas más complejas que se mueven bajo su superficie. Sin necesidad de atar todos los cabos sueltos, el guion prefiere un desenlace que se centre solo en lo esencial, a través de un descubrimiento que la protagonista hace cuando empieza a reordenar sus prioridades. Es una nota optimista, a pesar de las dificultades que la joven tuvo que aguantar durante el resto del metraje, con la que se refuerza el lado más humano de la cinta.
Título original: Shiva Baby. Dirección: Emma Seligman. Guion: Emma Seligman. Fotografía: Maria Rusche. Reparto: Rachel Sennott, Dianna Agron, Glynis Bell, Richard Brundage, Polly Draper, Danny Deferrari, Ariel Eliaz, Molly Gordon, Jackie Hoffman, Sondra James, Vivien Landau, Fred Melamed, Deborah Offner, Cilda Shaur. País: Estados Unidos. Año: 2020. Duración: 71 min.