El Patrón: radiografía de un crimen (Sebastián Schindel, 2014)

La semana pasada, durante el seminario que se encontraba dando en Cine UC, el crítico argentino Roger Koza propuso una discusión respecto al cine latinoamericano contemporáneo y dos estilos que parecen estarse asentando con consecuencias éticas, estéticas y políticas. Estas son las de, por un lado, una “estética de la crueldad”, entendida como la exposición cruda de la violencia sin contextualización política; y la segunda una “estética del buen salvaje”, expuesta como ejemplo de buena conciencia del explotado. Este monstruo bicéfalo que avanza lleva históricamente el nombre de miserabilismo y su consecuencia fundamental es la fórmula gastada que no nos está dando respuestas de fondo sobre las orientaciones del cine actual.

Ganadora del pasado Festival Internacional de Viña del Mar (donde competían también últimas películas de los argentinos Rejtman, Perrone y Piñeiro, del brasilero Mascaro y de la dupla Cárdenas/Guzmán), lo cierto es que El Patrón: radiografía de un crimen, podría estar dentro de este nuevo miserabilismo del explotado.

Vamos por partes: basada en un caso real, se sigue el caso de Hermógenes, un peón que llegado a la ciudad entra a trabajar en una carnicería. Es aquí donde conoce a “El patrón”, un mafioso que lo va metiendo en una red corrupta que va desde la venta de carne podrida a negocios inmobiliarios. Frente a la necesidad, el hacinamiento y el deseo de prosperar, Hermógenes ingresa en esta red, que implica también el maltrato sicológico, hasta que se transforma en un camino sin salida, lo que lleva, evidentemente, al final catártico del crimen. Por otro lado, el filme va presentando la perspectiva de un abogado que toma el caso, una especie de contrapunto “cívico” que presenta la pregunta por “la justicia”, con la que hacia el final, en una escena de juicio, se “explica” argumentativamente el fondo de la trama.

La película de Schindel es camino de una sola vía y el guión existe para ilustrar una idea: los personajes situados como víctimas quedan en ese lugar, los explotadores también, y sus roles están para mostrar la denuncia a las circunstancias sociales que llevan a cometer el crimen. Sin dote de conciencia y fatalmente destinado a la condición de un condenado social, a quienes queda tomar su voz es al aparato legal y jurídico que explican las razones del crimen, por lo cual es absuelto.

¿Qué pretende el director al mostrarnos esto? No está del todo claro, ello podría apuntar a la legitimación de los aparatos del Estado como garantes de justicia e igualdad social, así como a la necesidad de las clases medias intelectuales como portavoces de un “otro” miserable, sin herramientas ni capacidades propias (a pensar relaciones con el fin de ciclo Kirchnerista). Hablamos de la representación de un sujeto de la explotación sin mayor conflicto ni contradicción, ni mucho menos capacidades subjetivas. En el universo de Schindel se mezclan así, por un lado, la exposición cruda de la carne y la violencia sádica del explotador, así como la condición de una víctima social de buena conciencia, sin mundo subjetivo ni capacidades políticas.

¿Podríamos pensar un cine que partiese de las premisas contrarias? ¿Qué implicaría pensar políticamente la condición de Hermógenes? ¿Dónde termina la ilustración sociológica y dónde empieza el cine?

Nota comentarista: 4/10

Título: El patrón: radiografía de un crimen. Dirección: Sebastián Schindel. Guión: Sebastián Schindel, Nicolás Batlle, Javier Olivera. Fotografía Marcelo Iaccarino. Montaje: Andrés Ciambotti, Sebastián Schindel. Reparto: Joaquín Furriel, Mónica Lairana, Guillermo Pfening, Luis Ziembrowski, Victoria Raposo, Germán De Silva, Andrea Garrote. País: Argentina. Año: 2014. Duración: 98 min.