Memorias, rescates (5): Naum Kramarenco: Un referente en las nubes

Parece increíble que existan obras que pasan al olvido, pese a lo importantes que puedan ser para el desarrollo del arte, y que existan sólo para el deleite de unos pocos especialistas en la materia. Asimismo, me parece inconcebible que el deceso de un grande de la pequeña industria fílmica de este país sólo haya abarcado un par de pequeñas cápsulas en los medios de comunicación escritos. Intentando resarcir esta situación, durante el mes de enero, la Cineteca de la Universidad de Chile en conjunto con la Biblioteca Nacional, en el ciclo “Cine, Archivo y Memoria” destinaron una sesión en homenaje al cineasta que contaba con una de las más amplias trayectorias en la industria, y que abrió paso a lo que posteriormente se denominó como el nuevo cine chileno. Y con la misma intención, dedicaremos este artículo de nuestras Memorias a Naum Kramarenco (1923-2013).

Este realizador se inició como acomodador del cine Metro, y trabajó en la prensa escrita, principalmente en la revista Ecrán. Incursionó como asistente, guionista, productor y director. En la década del 40 fue contratado como corresponsal de la NBC, realizando diversos documentales, gracias a los cuales logró financiar su primera cinta de ficción.

Cuando se reseña a Kramarenco, suele destacarse dentro de su trabajo la cinta Regreso al silencio (1966), thriller con tintes hitchcockianos e inspirado en el cine noir, debido a que se trató de la mega producción que le otorgó notoriedad a nivel local, siendo una de las películas de mayor data en cartelera en razón de su deslumbrante éxito.

Sin embargo, en esta ocasión, prefiero honrar la memoria de este realizador a través del rescate de su película más controversial, que a causa de su atrevimiento, le valió el repudio de la crítica y fue un total fracaso comercial, al punto que significó el término de su carrera dentro del circuito de elite del cine nacional, pues luego sólo se dedicaría a películas de bajo presupuesto, dirigidas al humor fácil.

Me refiero a Prohibido pisar las nubes (1970), que como apuesta arriesgada, parecía iniciar una corriente similar al free cinema británico de los 60, ya que se centra en un personaje común de la sociedad, el trabajador de una fábrica.  Entrega una visión crítica de la burguesía y de la sociedad mecanizada, en que las personas se encuentran aisladas emocionalmente, a través de un discurso triste e irónico. Más triste aún es que, como heredera de este movimiento, no sentó un precedente que marcara tendencia en nuestro país, a causa de la ausencia de espectadores en las salas.

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La historia se centra en Froilán Pérez, un contador que es designado para operar una máquina “parasiptrónica”, la cual incrementará los niveles de producción. Sin embargo, este aumento de responsabilidades no se refleja en la remuneración, siendo menospreciado en su trabajo, al igual que en el hogar que comparte (y mantiene) con sus padres y hermanos. Así, mediante un juego constante con el surrealismo, el protagonista evade la monotonía de su realidad a través de ensoñaciones, que le permiten escapar por momentos de este encierro voluntario e inevitable.

Es interesante el contraste que se evidencia entre el mundo real, que aparece como rígido, aburrido, cruel, y el mundo onírico que desarrolla el protagonista, en el cual a través de sus ensoñaciones, accede al mundo exterior; en este sentido, en las escenas de ensueño lo podemos ver en una plaza, corriendo por la calle, navegando en barco, etc., lo que se opone a su encierro permanente, ya sea en la fábrica o en su casa.

Realiza una temprana crítica al mundo burgués y empresarial, la que se estructura principalmente a través de la oposición que se produce entre el trabajador y el gerente de la empresa. Este último incluso protagoniza en las ensoñaciones del trabajador el obstáculo permanente al que se debe enfrentar para la concreción de sus deseos, como una especie de némesis, y al que no logra superar.

En relación a ello, me parece que uno de los puntos muy bien logrados del film consiste en que, si bien el gerente, el empresario, encarna el antagonista de la historia, todo lo que no queremos ser, al mismo tiempo Froilán desea imitarlo, materializando una visión crítica de la burguesía media que intenta asimilarse a la clase acomodada, pese al discurso anti capitalista que se pueda sostener en público. Lo anterior, lo podemos graficar con uno de los hilos significativos dentro de su mundo personal, al intentar adquirir el traje que utiliza el maniquí de su jefe, y por el cual termina cometiendo un robo, alterando sustantivamente el ethos de este mundo onírico, del escape de que disponía, ya que se transforma en la pesadilla de estar preso dentro de sus propios sueños.

Otro punto a destacar en la obra, es la crítica que realiza a la modernidad. En esta cinta queda de manifiesto la esclavitud a que somos sometidos los humanos por las máquinas, ejemplificado en el padre que no se aleja de la televisión, la cual ocupa un espacio prioritario en su vida, en desmedro de los miembros de su familia. También se expresa en la esclavitud que someten a Froilán, a la obligación de permanecer junto a la máquina todo el tiempo y vigilarla permanentemente para evitar una tragedia, sin siquiera poder ir al baño. Estas escenas, nos recuerdan a Chaplin en “Tiempos Modernos”, semejanza que es detectada fácilmente al ser el protagonista (Oberón) un actor que se dedicaba a la pantomima. En este orden de ideas, existe un doble propósito pues también la máquina con su ruido le impide comunicarse con otros y queda más solo que nunca junto al bullicio de la modernidad.

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Finalmente, la secuencia del desenlace marca la inclinación total hacia el ensueño, y toma un rumbo un tanto inesperado, ya que no se produce la típica catarsis del solitario personaje, no hay redención ni logra escapar de la sumisión de clase a la que permanece atado. En ese momento, nuestro protagonista entiende que está preso sin opción de escapar ni cambiar, que nunca podrá superar las barreras que le impiden tener una vida como la de sus pequeños paseos de imaginarios, por tanto se desnuda y decide incendiar la celda (imaginaria) quemando sus ropas. Las últimas imágenes de Froilán entre el humo y las llamas del incendio que provocó, con una sonrisa de satisfacción en el rostro, muestran que existe una liberación distinta al final del sacrificio, la confrontación o el cambio.

Pese a que esta película se estrenó hace más de 40 años, toca temas universales y actuales, lo que nos permite entender que el mundo no ha variado de manera abrupta, y si bien las grandes fábricas ya no son la principal fuente laboral para la mayoría de las personas, existen trabajos igualmente alienantes, que terminan por eliminar ciertos rasgos de humanidad en nuestra relación con los otros. La crítica social que dialoga con la ironía y el humor negro, nos permite entender que la única forma de sobrevivir a las realidades adversas es mantener nuestros sueños, conservar intacto nuestro mundo interior, pues si es invadido por la realidad, no lograremos sobrevivir.

Si bien la cinta puede parecer liviana y común, efectúa una fuerte crítica social, a través de otros recursos, como el humor y la fantasía, algo trascendental que pasó desapercibido en su momento. En mi opinión, logra exponer una parte importante de la psiquis del ser humano y cómo en la vida diaria nos hemos transformado víctimas de la modernidad, la que finalmente es manejada por una elite, a la que la mayoría quiere pertenecer (en secreto).

Prohibido pisar las nubes es una obra que merece ser conocida, una joya oculta en la amnesia que afecta al cine chileno previo al nuevo cine, que exhibe los inicios de un cine con características propias, el cual, pese a carecer de recursos económicos, abunda en ideas innovadoras y temáticas que deben ser puestas en pantalla, una visión crítica de la sociedad en el envoltorio de una comedia extraña y maravillosamente absurda.

Marcela Valenzuela Silva