XXXIX Festival Cine UC (2): Closed curtain (Jafar Panahi / Kambuzia Partovi; 2013)

Closed Curtain comienza con un personaje acompañado de su perro sellando su casa para que no entre luz. Toda esta primera secuencia, el silencio de su protagonista y su compañía perruna, establecen un ambiente de aislamiento, soledad y una extraña ternura donde la única referencia al exterior es una noticia televisiva donde el régimen islámico lleva a cabo una matanza de perros por considerarlos “impuros”.

Hacia el primer cuarto de película viene el primer quiebre, con la llegada de una pareja desde el exterior, los cuales no sabemos de qué vienen huyendo ni sus verdaderas intenciones. Luego, quedará sólo la mujer, quien de algún modo se relacionará con el primer personaje, este parece acosado pero a la vez impotente para sacarla de su casa. Esta entrada a “escena” tiene algo de teatral y toda la utilización de la casa como escenario va concentrando un espacio más metáforico y mental que real.  Esta dimensión simbólica es algo que la película va enfatizando, generando distintos niveles narrativos que más que establecer relaciones de contigüidad lógica y secuencial, se superponen, generando una atmósfera fantasmagórica, donde los niveles de ficción constantemente se confunden.

Esto queda más claro aún con la entrada del propio Panahi en escena, señalando además la referencia a su película El espejo de 1997. Esta es una referencia que se repite y que también estuvo presente en This is not a film (2011), el documental que realizó durante la condena domiciliar que se las arreglaba para sortear la censura, haciendo un documental muy personal y muy político.

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Closed Curtain también es una película muy personal y política (recordemos una vez más la prohibición de filmar en su país y la forma en que se las ha arreglado para seguir filmando), solo que ahora la sensación de ahogo es aún mayor, y cierta energía rebelde de This is not a film parece más bien supeditada a la debacle moral al interior del director, su crisis personal. Los personajes pueden ser entendidos aquí como fantasmas del creador, o Panahi como un espectro de ellos. Este juego de “quién imagina qué” va constituyendo una metáfora sobre la dificultad de crear, el bloqueo mental y la fantasía del suicidio.

Esta relación “fracturante” que Panahi rescata de El espejo ha sido la llave de entrada para sus dos últimos filmes y es desde ahí que hay que pensar este plus de “autoconciencia” presente en sus últimas películas; Panahi insistía en la escena de Mina diciendo “No quiero ser filmada” y yéndose del set de filmación en This is not a film, esto llevaba al filme a una zona de indeterminación, ambigüedad y apertura a lo real jugando desde ahí en los límites del encuadre, y por ende, de lo visible y lo enunciable.  En Closed curtain estas relaciones no son nítidas, son más bien borrosas al nivel en que el encierro, el ahogo mental y la fantasía de la muerte parecen absorber los planos ficcionales, interrumpiendo permanentemente los procesos (una historia constantemente autointerrumpida en distintos niveles, los cuales no todos llegan a puerto, y donde una y otra vez, las cortinas no dejan ver la luz).

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La potente imagen de esa cortina negra, que es tanto pantalla cinematográfica como telón de fondo,  habla de esa capacidad de Panahi por crear imágenes sintéticas, duraderas y conceptuales. Con pocos elementos, bien dispuestos, esta economía de los recursos y los símbolos a estas alturas es casi la marca del cine iraní, una idea de cine donde el espectador “interactúa” o, podríamos decir, termina la imagen faltante, el contraplano imaginario.

Panahi, en plena actividad, no parece decidido a dejar de filmar en las difíciles condiciones en que se encuentra. Todo lo contrario, su cine se ha vuelto cada vez más intenso, inspirado, agudo.

Iván Pinto Veas