Reporte Ficvaldivia: Otras vías (Ospina, cineastas del exilio, Caldini) + competencia internacional #ficvaldivia

Algunas muestras paralelas: otras vías

Una imagen ha venido a mi cabeza con cierta insistencia desde el segundo día de festival: un almuerzo donde nombres como Luis Ospina, Marilu Mallet, Angelina Vásquez y Claudio Caldini, podían compartir mesa y conversación, una escena que habla tanto de cierto espíritu presente durante el reciente FICV, como de cierta necesidad de valorar y pensar una historia del cine latinoamericano más allá de sus límites doctrinarios, genéricos e incluso nacionales abriendo un diálogo con su historia, a partir de propuestas singulares, quizás relegadas a un segundo plano en el pasado pero que hoy convocan una interrogante sobre los destinos del cine. Enmarquemos:

1)      Luis Ospina con Un tigre de Papel (2007), dentro de las mejores películas latinoamericanas de los últimos años según la lista seleccionada por el Festival, ya un consolidado en las arenas cinéfilas locales desde su retrospectiva en Fidocs 2009, presenta un documental donde collage, historia y vanguardia se mezclan para proponer interrogantes sobre los procesos que configuran el imaginario político de un siglo. Esta obra pone a dialogar parte de sus trabajos anteriores, pero sobre todo a Agarrando pueblo (1976), un falso documental que documenta los sistemas de representación del cine latinoamericano cuestionando de frente la explotación de la llamada porno-miseria.

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2)      Marilu Mallet y Angelina Vásquez, cineastas a quienes el FICV dedicó una retrospectiva quienes en conjunto con Valeria Sarmiento configuran no sólo cada una un corpus singular de obras realizadas en sus exilios correspondientes (Canadá, Finlandia, Francia) si no que comparten el hecho de haber sido cineastas excluidas o relegadas a segundo plano en el período de la UP (un cine básicamente hecho por hombres) período desde el que comparten amistad y que lograron a contracorriente llevar a cabo una obra personal, comprometida, original en su etapa posterior de exilio, abordando problemáticas tanto ligadas a su condición de género, como a las crisis políticas y la situación de exilio. Esto es visible en obras como Fragmentos de un diario inacabado (1983) de Angelina Vásquez donde el documental político se mezcla con una voz en primera persona, un cuaderno de apuntes que otorga una profundidad de capas humanas al interior de la necesaria denuncia; en Diario Inconcluso (Marilu  Mallet, 1983),un documental de muchas capas donde el proceso íntimo de una crisis de identidad por parte de la directora, el proceso de fractura que significa el exilio, se superpone con el proceso de producción del propio documental y la dificultad de narrativizar; o en La dueña de Casa (Valeria Sarmiento, 1976) donde a partir de una serie de situaciones fragmentarias, vinculadas a representaciones sociales de las mujeres en el período de la UP Sarmiento se interroga por la relación entre el espacio doméstico, la dominación social y el discurso de género del período de la UP.   El equipo de investigadores liderado por Luis Horta, Elizabeth Ramírez, Catalina Donoso, Constanza Vergara y José Miguel Palacios, ha realizado así un sólido trabajo de indagación histórica, puesta en relación, diálogo y filiación entre la obra de estas tres realizadoras que, entendemos, sigue en proceso de investigación y difusión como proyecto.

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3)      Y en una tercera vía  “arqueológica”, podríamos decir, el caso del cineasta experimental por excelencia Claudio Caldini – a quien tuve la suerte de poder entrevistar junto a Udo Jacobsen y Tiziana Panizza- en dos sesiones únicas, irrepetibles, donde se proyectaron obras en super8 de fines de los 70s hasta nuestros días, todo manejado como un pequeño gabinete de maravillas, por el propio realizador desde atrás con el traqueteo de la maquina, y las composiciones minimalistas que realiza él mismo, esto en una sala PARANINFO que fue sumando fieles y atentos adherentes.  En obras como Ventana (1975), La escena Circular (1982), Baltazar (1975) y Lux Taal (2006-2009) Caldini indaga en el misterio temporal del cinematógrafo, la superficie plástica de su materialidad, y un lirismo donde el silencio, el detalle, la opacidad ganan un espacio de fragilización de la consciencia, abriendo una zona ligada a la percepción antes que a cualquier narración.

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En otras piezas como Film Gaudí (1975), Vadi-Samvadi (1981) y Ofrenda (1978)  aparece el espacio de lo cíclico, lo circular y lo sagrado desde un acercamiento al hinduismo y la meditación. Por último, Caldini pudo mostrar también obras realizadas en video como La Republica (2008), Consecuencia (1992) y Heliografía (1993) donde la tecnología y el soporte lo llevan a indagar desde otro lugar la exploración formal, en el caso de La Republica un comentario desde un lo-fi acerca de la saturación social del período post-crisis del 2001, especie de documental-comentario con humor negro. Y en Consecuencia un “clip” como él mismo señaló, donde una reflexión que pasa de lo inmaterial a lo conceptual, lo lleva a ´pensar cierta condición de la imagen electrónica. En ambas sesiones Caldini dio muestra de un compromiso profundo con su obra, sus motivaciones y el carácter ya podríamos llamar de “difusión” de un conocimiento, en este caso, el de la historia y poética del cine experimental, al que llegó a definir como la “redefinición constante del cine a partir del redescubrimiento de sus propios materiales”.

Competencia internacional

Este año me tocó ser jurado de la crítica, un premio especial que tradicionalmente da FICV por lo cual gran parte del tiempo fue utilizado en visionar la competencia (perdiendo tiempo para otras actividades, ganando un informe completo de la competencia). Como ya se saben los premios y ya sabemos que E agora? Lembra-me de Joaquim Pinto ganó el primer premio y el premio de la crítica, paso a detallar algo así como el “comidillo” por cierto a conciencia de programación que esta película se impone con distancia abismal a cualquier otra película presente este año, y eso fue algo muy claro por mis compañeros de jurado –Udo Jacobsen, Jorge García- como para el jurado oficial- Roger Koza, Manu Yañez, Dominga Sotomayor- que fue tema de desayuno, almuerzo y cena por varios días.

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Vamos por partes: es una película extensa, de muchas capas. Podría definirse, en primera instancia, como el diario de Joaquim Pinto realizador portugués de filmes y sonidista de cineastas como Raul Ruiz y Werner Schroeter, quien posee VIH y frente a una crisis con los químicos, empieza a registrar su proceso. Especie de carta-despedida extensa, lo cierto es que el diario de Pinto crece en cada segundo con una fuerza apabullante: a ratos en un recorrido por los inicios cinéfilos en su vida, sus primeros filmes, sus amistades con Daney, Ruiz, Joao Cesar Monteiro…luego, el registro de su vida cotidiana, su relación de pareja, sus perros, y el efecto en su cuerpo de los químicos, el proceso general de una lucha constante con la enfermedad pero así también con el remedio. En un tercer nivel es también una reflexión permanente sobre la biopolítica, la administración clínica y la comprensión de lo que en occidente se llama “enfermedad” que se hace concreta en su cuerpo y el tratamiento que sobrelleva  desde una especie de “exclusión” y puesta en paréntesis de la  vida bajo una promesa de sanación vía el pharmakon que cumple el doble cariz de ser tanto remedio como veneno, tanto cura como destrucción ¿y que significaría entonces drogarse?  El impulso de Joaquim Pinto lo lleva vía un montaje asociativo y “digresivo” a una reflexión de carácter político y libertario, sobre los modos de construir sociedad a partir de los  vínculos humanos arraigado en un pensamiento profundamente utópico y cuestionador de los órdenes políticos y científicos. Desgarradora, libre, poética, lírica…fue sin duda la gran película del festival.

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Otra de las comentadas y premiadas por el jurado fue Fango de  José Celestino Campusano, director de Vikingo (comentada un par de Baficis atrás) y quien comprendo prepara un película de tres horas y media sobre la prostitución. El espacio social donde se desenvuelve el universo de Campusano es reconocible inmediatamente, el conurbano bonaerense, cierto ambiente marginal de barrio cohabitado por personajes singulares, todos tocados o heridos de algún modo por la vida y la sociedad. Los protagonistas, por un lado son el Indio y El Brujo, dos metaleros “vieja escuela” que buscan intentar por última vez armar una banda, esta vez con el innovador estilo del “tango trash”. Por otro lado está Nadia una ex presidiaria lesbiana, que hará justicia por un lío de faldas en familia. A partir de aquí, el filme enarbola una historia de vínculos y códigos sociales, pertenencias y exclusiones, con apariencia de fábula moral – donde cada personaje cumple su propio destino, advertido antes por algún consejo amistoso a modo de coro trágico-  y con un tratamiento cinematográfico que puede pasar del efecto documental- con un enorme casting- al xplotation de bajo costo. Cada minuto de Fango destella sabiduría, visceralidad, así como una empatía enorme con el universo social representado. Un cine visceral que logra compatibilizar cierta fuerza tosca y violenta con una dimensión poética y arrabalera  del desarraigo. Un grande.

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Naomi Campbel premio especial del jurado, fue una pequeña sorpresa en el marco del cine chileno. Un filme cuyo equipo está compuesto por gente egresada de diversas escuelas y que aborda la historia de Yermén, una transexual en búsqueda de una cirugía plástica de cambio de sexo, y que se gana la vida como tarotista. Un seguimiento bastante respetuoso y distante de su personaje central se contrapone a los momentos en que la propia Yermén toma la cámara para mostrar su entorno o exponer su rabia contra la discriminación de la que es víctima – cuestionando así la narración “grado cero” y negociando el lugar de enunciación a partir de la inclusión de otra mirada subsidiaria a la primera -, y a ciertos juegos iconográficos que se permite la película, en el límite de lo alegórico y lo documental.  Naomi Campbel abre el cine chileno a la problematización social de otras identidades sociales que cuestionan el orden simbólico, donde la figura de un “otro”- de clase, de género- empieza a cobrar fuerza en propuestas como Mitómana, Cuentos sobre el Futuro y desde una óptica distinta, Las cosas como son. Aquí el quiebre con el realismo- desde la cámara que toma Yermén y desde la construcción alegórica- se vuelve un valor positivo entre la chatura argumental y los conservadurismos estéticos de distinto tipo. Por su parte Volantín cortao tenía a algunos apasionados defensores – Felipe Azúa y Samuel Olivares de Zapatos Chinos, nuestro blog amigo- y a mí no me logró convencer, aún comprendiendo que cierto estilo ligado a lo que fue llamado en los noventa como “realismo sucio” pueda tener cierto valor, lo cierto es que Volantín demora mucho en tomar vuelo respecto a la puesta en escena, con cierto descuido en los encuadres, una actuación que cuesta que levante y una previsibilidad en el guión aún cuando la historia de amor entre una asistente social y un adolescente marginal que conoce en un hogar de menores pueda tener cierto atractivo. En resumen: creo que las preguntas son las correctas y el universo social- bien registrado-  produce mucho interés, pero en términos de construcción cinematográfica la encuentro un poco débil al nivel que creo que quizás estaba para competencia nacional. La película, por otro lado, ganó premio del público.

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De las otras películas, un poco más, un poco menos iré comentando: de la española El futuro de Luis López algo sabía porque venía siguiendo el trabajo del colectivo Los Hijos, en la línea de un documental experimental y estructuralista. Lo cierto es que no entusiasmó a muchos pero a mí me interesó. Puede entenderse como un documental ficcionado de los modos culturales de la movida española de los 80s abordando los aspectos más “materiales” tales como la vestimenta, la sonoridad y las letras de las bandas post-punk españolas y a su vez la materialidad de sus dispositivos de registro, poniendo en primer plano la imagen filmada. El filme está al medio de una celebración a-crítica y la visibilización material de un espíritu de época que conecta con el presente a partir de cierto decadentismo y obsesión con la autonomía y la destrucción. El filme a su vez va volviendo opaco su propio registro, haciendo visible primero el soporte, luego, haciendo que este vuelva imposible oír y ver, cuestionando entonces la transparencia documental y a su vez – eso desde el inicio- el carácter “ficción” de una historia a seguir. Ascética y nihilista, el filme es tanto un señalamiento a un contexto social y cultural como el posible lugar en el imaginario político del presente español (cosa que también- a otra escala- podría estar en la última de Serra, de la que habló Felipe).

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La española Costa da morte de Lois Patiño y la filipina Lukas the strange de John Torres causaron un mediano interés, obteniendo la primera un premio del jurado. La española, pasa por un documental rigurosamente filmado con planos generales en torno a una costa de Galicia que busca establecer “una reflexión sobre el paisaje”, y que es contrapuesto en algunas tomas con un sonido en primer plano de diálogos entre los habitantes. Un ejercicio cuya organización estructural me pareció algo desorganizada y con poco montaje, obteniendo, eso sí, en más de algún plano un efecto disolutivo de interés. Pero a mí no me cuaja. La filipina es una película extrañísima, de una narración e historia que hay que ir descifrando donde ningún plano es igual a otro y ningún plano es filmado de forma “”normal”, más bien, lo contrario, con cierta pulsión por la extrañeza, la sombra, el misterio, y una historia que pasa del mito al sueño, y en el tratamiento de lo documental al cine fantástico y de terror. Barroca, llena de ideas, llena de experimentación formal, es a su vez una película excesiva y exhibicionista en sus recursos que tendí a olvidar al segundo día.

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The dirties de Matt Johnson y It felt like love de Eliza Hittman ambas desgajadas del indie film norteamericano, parecen ambas revisiones del efecto “adolescencia”, la primera en un falso documental de dos geeks cinéfilos en una escuela que realizan peliculitas amateur llenas de chistes cinéfilos y que son amenazados constantemente por el grupo de “winners” del colegio. Lo que parte como comedia adolescente termina en Gus Van Sant, con cierto aire trágico, quizás innecesario, y queda la sensación general de frescura, onderismo y diversión. Poco más.  La película de Hittman por su parte es un filme en torno a la sexualidad y el deseo de una adolescente con un tratamiento visual en torno a la fisicidad de los cuerpos que con cierta insistencia recuerda a Larry Clark. El universo en torno a la adolescente, siempre- como en toda teen movie- centrado en cierta clausura y encierro en el lenguaje, parece a ratos tomado de Breillat sobre todo por el impulso transgresor que aflora en ella, y de muchas maneras también a La niña santa de Martel, pero con estallidos un poco más explícitos en torno a cierta violencia simbólica masculina en la que persiste la dimensión de género.  Y hablando de adolescencia la tailandesa Mary is happy, Mary is happy de Nawapol Thamrongrattanarit es un twee-pop-film en torno a Mary una twittera adolescente que entre el caos y el azar, sobrelleva una vida llena de desamores e hitos trágicos y absurdos. Estructurada en torno a 410 twitts posee cierta innovación en el juego constante entre el texto del twitt, su “espacio off” y aquello que sucede en escena, así como, la utilización de ellos para establecer un ritmo golpeado y constante, como si el twitteo mismo fuese una forma de narrativa.

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La austríaca Soldate Jeanette de Daniel Hoesl recordó a más de uno en el jurado a Ulrich Siedl información que se corroboró al encontrar la información que era su asistente en dirección. Por su parte, creo que tiene ciertas virtudes. Cuenta la historia de Fanni una mujer de unos cuarenta años que, escapando de sus deudas, emprende un viaje hacia el campo, abandonando todo lo material y el dinero. Fanni es una mujer curiosa, solitaria, de carácter, y a su manera liberada, que ayuda a Anna, a quien conoce en una granja, a salir de cierto círculo de dominación sexual en ese espacio. Con citas a Vivir su vida y a Jeanne Dielman de Chantal Akerman, el filme posee un toque a medio camino entre la elegancia y la decadencia desde cierta dignidad del personaje central.

Por último, la infumable australiana y camboyana Ruin de la cual se ha escrito bastante, apelando a formas más creativas de las que yo puedo encontrar para denostarla, película, que por cierto, fue un chiste permanente dentro de estos días.

Iván Pinto Veas