Informe XIV Sanfic (3): Realidades ficcionadas

Desde hace ya varios años SANFIC se ha consolidado como uno de los festivales de cine más importantes del país; en un juego de acomodación y definición de sus énfasis se ha instalado como una vitrina que no aspira ni a lo experimental ni a lo marginal, sino más bien bajo la concepción de un cine de alcance comercial, en tanto entretención y espectáculo, programando películas que podrían circular y responder a la demanda de un público amplio y preexistente que asiste regularmente a los cines comerciales, pero que por la acotada diversidad de la cartelera en nuestro país no tiene acceso a una mayor amplitud de autores y títulos.

El festival tiene también un rol clave como vitrina para el cine chileno, siendo lugar de importantes estrenos nacionales, tanto de óperas primas como de títulos de directores ya consolidados; como fue este año con los estrenos de Tarde para morir joven, de Dominga Sotomayor, programada extrañamente en la sección denominada “Fuera de competencia”, y con la representante chilena de la competencia internacional Dry Martinade Che Sandoval.

La competencia chilena, sin embargo, este año resultó menos estimulante de lo esperado. La ganadora Flow, de Nicolás Molina, es un documental de toque observacional que realiza un juego de espejos entre el río Ganges y el río Biobío, retratando su paisaje natural y humano desde el comienzo de su cauce hasta sus respectivas desembocaduras. La acertada indiferenciación e intercambiabilidad entre uno y otro lugar durante la primera parte del film deviene, a medida que paisaje se torna menos agreste, en un juego efectivista y repetitivo de gags, multiplicando escenas de niños y animales jugando, lo que termina por develar que la mirada de Molina se mantiene en un nivel superficial, casi turística, similar en ese punto a la película inaugural del FIDOCS pasado, Untitled (Michael Glawogger, 2017), que no logra llevar el lenguaje cinematográfico a un nivel discursivo o una experiencia sensorial como podría pretender.

petitfrere

Petit Frère, en cambio, ofrece una mirada a la migración haitiana en Chile a través de Wilner Petit-Frère, migrante haitiano gestor de la Editorial Haitiana de Chile, quien trabaja como bombero en una estación de servicios y además es presidente de una organización socialcultural de migrantes, y que nos abre las puertas de su cotidiano y regala su visión del mundo de forma sincera, lúdica y iluminadora. De manera similar a Los niños (Maite Alberdi, 2017), a contramano de los discursos mediáticos y el status quo de nuestra imaginación colonizada por lugares comunes y prejuicios infundados que alimentan una mirada desde la victimización, la discriminación y la racialización, este documental elabora a partir de las posibilidades del lenguaje cinematográfico una imagen otra cargada de humanidad y simpleza. Así, Petit Frère nos muestra que la migración haitiana en Chile no es un tema, un problema de política pública o una crisis de identidad, sino un universo infinito de micromundos insospechados con discursos y lenguajes propios que habitan y respiran, crecen y se reproducen en vecindad a nuestra rutina diaria, poniendo en jaque nuestra manera de pensarnos y juzgarnos como unos u otros. La co-direccción de Roberto Collío y Rodrigo Robledo ensayan formas visuales y narrativas que van del  documental a la ciencia ficción, y de la ensoñación y la imaginación a la puesta en escena. Si bien por momentos la coherencia y ritmo resultan demasiado fragmentarios, la figura de Petit, su voz y potencia transformadora se roban totalmente la película.

Más cercana a su literatura, sobre todo a sus últimas novelas Sudor y No ficción, que a su filmografía anterior, Cola de mono, la nueva película de Alberto Fuguet lo lleva a explorar con un cine de época, jugar con géneros cinematográficos (¿una nueva tendencia del cine chileno?), explorando el thriller y el homoerotismo en un historia muy cronenbergiana. La película acierta en su espíritu por retratar el deseo masculino sobre los cuerpos, pero su narrativa resulta por momentos floja y forzada.

La biografía inventada fue uno de los títulos más publicitados desde el anuncio de la competencia nacional, la falsa biopic de Roberto Bolaño a través de su alter ego Arturo Belano mezcla de la peor manera documental y ficción, donde lo real y la imaginación solo le sirven a su director para intentar subirse al carro de la fama de Bolaño sin una sensibilidad, discurso o propuesta particular que resulten productivos o iluminadores. A su favor el film hace un recorrido bastante exhaustivo por los lugares, conocidos y personajes que rodearon la vida del escritor, pero aquello no suple el evidente intento de emular la escritura de Bolaño en una propuesta cinematográfica bastante burda con que su director, Nicolás Lasnibat, intenta patéticamente ponerse al nivel del autor.

3-faces

Dentro de las películas internacionales hubieron varios puntos altos este año. 3 Faces, del director iraní Jafar Panahi, su cuarta película luego de la prohibición de los tribunales de su país para filmar y viajar al extranjero, juega nuevamente con la delgada línea que distingue la ficción de lo real, proponiendo una mirada crítica a los efectos que el star system y la representación fílmica tienen en un país como el suyo. La película comienza con un video de celular donde una joven iraní cuenta cómo su familia no quiere dejarla ir a realizar sus estudios de cine y que, por más que intentó contactar a la famosa actriz Behnaz Jafari para que la ayudará, no lo logró y en un acto desesperado se filma a sí misma en el momento de quitarse la vida. La escena siguiente muestra a Panahi y Jafari en el auto del director camino al pueblo de donde supuestamente proviene el video para saber si es cierto y averiguar más de la joven. Lo que sigue respira toda la fineza y simpleza del cine de Panahi, donde las cosas se deslizan sin percatarnos hacia las profundidades de ese país, sus tradiciones y la presión con que estas coartan los modos de vida. Sin duda el gesto más bello de Panahi radica en crear dentro del mismo argumento del film un fuera de campo en el que el encuentro, intercambio y hermandad femenina no le corresponde representar o ver (ni como director ni como personaje), sino sólo señalar de manera infinitamente respetuosa.

The Lion Sleeps Tonightdel japonés Nobuhiro Suwa, juega con la figura de Jean-Pierre Léaud, a quien pone a interpretar a un actor ya consagrado cuyo rodaje en el sur de Francia se ve suspendido hasta nuevo aviso. Durante esta pausa Jean aprovecha de visitar a antiguos amores del lugar Y en esa búsqueda termina encerrándose en una mansión abandonada en la que vivió y murió el gran amor de su vida. Allí su camino se cruza con un grupo de niños que tienen el proyecto de grabar en la casona una película como Los cazafantasmas. En un entrañable homenaje a Léaud, con Los 400 golpes respirando de fondo, la película realizada casi enteramente de improvisación es al mismo tiempo profunda, divertida y tierna, un gran regalo para cualquier espectador.

the lion slepps tonight

Cerrando el festival, la guinda de la torta fue Diamantino, parte del nuevo convenio de SANFIC con La Semana de la Crítica de Cannes, que solía tener el Festival de Cine de Lima para traer una selección de su repertorio. La cinta ganadora, codirigida por Gabriel Abrantes y Daniel Schmitd, es divertida, desconcertante y profundamente provocativa, proponiendo una lectura de temas sensibles como la crisis de los refugiados en Europa y el renacimiento de una extrema derecha a través de las desventuras de Diamantino, una estrella del fútbol en Portugal -interpretado por el actor Carlotto Cotta (quien tiene un alto parecido con Cristiano Ronaldo)-, que luego de perderse un penal con el que podrían haber ganado la Copa del Mundo es vendido por sus siniestras hermanas gemelas a una agencia de inteligencia política para usarlo publicitariamente para reivindicar el nacionalismo y como fuente genética para mejorar la raza. Su inocencia e ingenuidad, que acentúan el absurdo, provocan sólo ternura, mientras lo vemos correr con la pelota en pleno partido, convirtiendo el campo en una melosa nube rosada rodeada de perritos peludos gigantes que saltan. Con citas al cine más pop y hollywoodense -entre unos Juegos del hambre con James Bond- y todo en un remix kitsh y retorcido, Abrantes y Schmitd despliegan sobre el telón un desborde de creatividad que resulta profundamente potente e iluminador, ampliando el horizonte de nuestra imaginación.