Informe XII Sanfic (4): Francofonía, una elegía para Europa

Un barco con una carga de obras de arte a la deriva en los mares del Atlántico, la invasión de los alemanes a París el 14 de junio de 1940, la voz en off de Sokurov, los pasillos del museo del Louvre como espacio atemporal por donde deambulan Napoleón y Marianne, la Libertad que guía al pueblo en el cuadro de Delacroix. La suma de todos estos elementos que conforman Francofonía (2015) le sirven a Sokurov como eje central de una idea algo difusa e irritante pero plenamente asumida: estamos viviendo una época turbulenta, sin rumbo fijo, agónica, perdidos, huérfanos de referencias o mitos fundacionales. Europa, vale decir, la sociedad occidental, vale decir, nosotros, vive una derrota. Francofonía es el intento de ensayar una reflexión sobre lo que se ha perdido y cómo se llegó a esa carencia. Son ideas algo gruesas y elementales. Pero sólo alguien como Sokurov puede ejercer el papel de retratista elegiaco de toda una cultura. Su obra está colmada de intentos, algunos brillantes, otros fallidos, de explorar y poner en cuestión los grandes mitos, imaginados o históricos, que modelaron a Occidente y la sensibilidad paradójica de la modernidad: Fausto, Hitler, Stalin, Hirohito, la soledad del hombre común y del artista, la exaltación y posterior disolución de las relaciones arquetípicas entre padres, madres e hijos. Sokurov es un cineasta ambicioso, profundamente romántico, idealista y nostálgico.

En Francofonía Sokurov pareciera intentar el mismo ejercicio que en El arca rusa (2002). Las dos son películas que denuncian la llegada de los bárbaros al museo, ese lugar que cobija los depósitos de la cultura, habitado por fantasmas que viven inadvertidos ante la llegada de los obreros soviéticos o la invasión de la Alemania nazi. El problema, como siempre, es la dificultad de trabajar con grandes metáforas o símbolos. El poder fascinante de El arca rusa no dependía tanto de la hipótesis histórica que defendía, sino al estímulo hipnótico que le confería el poderoso ejercicio de su plano secuencia, un alarde magnífico que lograba estar a la altura de las premisas que sostenía Sokurov. Si en el Hermitage se escuchaban los pasos de los barbaros soviéticos, los millones de muertos, Stalin; en Francofonía el Louvre se vuelve el espacio atemporal instigado por la historia, amenazado por el devenir hecho carne en Hitler y las tropas alemanas ocupando París bajo la aquiescencia cobarde del ejercito francés.

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Sokurov ofrece un abanico de recursos que va desde las imágenes de archivo, la representación ficcional de hechos del pasado y las cámaras aéreas que recorren el Louvre y sus alrededores. La voz en off de Sokurov reúne todos estos registros, dándole un enfoque documental a sus imágenes. Es tal vez el lado más flojo y básico de Francofonía: ese intento pedagógico que se acerca al didactismo, con comentarios un tanto irrelevantes, poco sutiles y lleno de lugares comunes sobre el estado epocal que vivimos. Sokurov una y otra vez nos recuerda el aura decadente de nuestra época. Lo hace desde el lamento disfrazado de la distancia sapiencial de sus sentencias. En medio de esa comunidad herida de muerte, el museo del Louvre es un cobijo, una dimensión monumental en donde la historia, un  personaje “sin razón ni piedad”, es derogada.

Es evidente que Sokurov piensa que vivimos lo que Martínez  Bonati llama “la agonía del pensamiento romántico”, el repliegue de un movimiento histórico y espiritual reemplazado por una sensibilidad postmoderna, relativa y superficial. Por los pasillos del Louvre caminan la Libertad de Delacroix y Napoleón, como expresión simbólica de la aporía que carcome a Occidente: la razón y la locura, los valores de la revolución francesa enfrentados al ego fratricida, el sueño de la razón convertido en pesadilla. Pero Sokurov da pie a la esperanza en medio de las ruinas morales que se avecinan utilizando las figuras históricas de Metternich, ministro y aristócrata alemán, y Jaujard, el republicano francés y director del Louvre; dos figuras opuestas que dialogan y acuerdan resguardar el museo durante la guerra. Sokurov ve en esta cordialidad un signo de esperanza en medio de la catástrofe, una suspensión del lamento, abriéndose a la opción de que la historia no está del todo escrita. De que incluso esa voz en off, la del director, el creador, el demiurgo de esta historia fatal pueda vivir la perplejidad de no ser tomado en serio por sus propios personajes. Un consuelo menor, en todo caso.

Marco Antonio Allende

Nota comentarista: 6/10

Título original: Francofonia, le Louvre sous l’Occupation. Dirección. Alexander Sokurov. Guión: Alexander Sokurov. Fotografía: Bruno Delbonnel. Montaje: Hansjörg Weißbrich. Música: Murat Kabardokov. Reparto: Louis-Do de Lencquesaing, Vincent Nemeth, Benjamin Utzerath, Johanna Korthals Altes, Jean-Claude Caër, Andrey Chelpanov, Alexander Sokurov. País: Francia/Alemania. Año: 2015. Duración: 87 min.