Informe VI Antofadocs (1): La f(r)icción de la realidad

Las difusas y cada vez más desdibujadas fronteras entre el documental y la ficción se empezaron a liberar ya el año pasado en el Festival Internacional de Cine de Antofagasta, cuando se incorporó la competencia de ficción al encuentro regional que en sus inicios (hace seis años) estaba dedicado exclusivamente a los documentales. La plasticidad y flexibilidad entre lo que tradicionalmente se ha entendido por no ficción y ficción, ya no podían excluir a híbridos y mixturas que juegan y circulan entre uno y otro territorio. Tampoco debían quedar fuera estrenos del año -en la mayoría de los casos- jugados e independientes, que el festival pone al alcance no sólo de los antofagastinos, sino también de los habitantes de Tal Tal, San Pedro de Atacama, Calama y Tocopilla, en su exhibiciones itinerantes. En una lógica parecida, pero sin traspasar el límite hacia la ficción, el FIDOCS (que este año lamentablemente coincidió en las fechas con el encuentro nortino y que también exhibió Casa Roshell, Il siciliano, Soldado, Tierra sola, Venían a buscarme y Robar a Rodin) buscó desligarse de la pesada carga que a veces tiene el género documental y se amplió a la no-ficción.

Si hubiera seguido la exclusión de la ficción en Antofadocs, una película como la chilena-mexicana Casa Roshell de Camila José Donoso no habría podido participar en la Competencia Largometraje Internacional de esta sexta versión. Aunque se ha distribuido en algunos festivales internacionales como una perspectiva abierta de documental, el largometraje que muestra el devenir de un espacio íntimo y reservado para que los hombres puedan realizar travestismo, no tiene registro documental, sino que es una ficción construida en base a vivencias reales y microrrelatos del club, que incluye tanto a asistentes a la casa dispuestos a mostrar su intimidad, a otros tantos que durante el proceso se convencieron de hacerlo sin importarles las consecuencias, a algunos que no podían aparecer en pantalla para que sus familias no descubrieran su secreto y fueron representados por actores profesionales (uno chileno y otro mexicano).

Esta rica ambigüedad entre ficción y documental que traspasa ambas categorías, logra transmitir la atmósfera íntima de un espacio de resistencia, en el que hombres que viven durante la semana laboral enfundados en ternos y corbatas pueden ir para darse un regalo a sí mismos: tomar el pack que incluye maquillaje, tacos, pelucas y vivir por algunas horas en un lugar de libertad para vestirse, actuar y sentir como mujeres. Ficción y no ficción como espacios de ir y venir, en tránsito como las propias personas trans o en un movimiento libre de categorizaciones, para aquellos que -como canta la dueña del club, Roshell Terranova, con su cabellera platinada, sus pestañas postizas y rojos y brillantes labios- son lo prohibido.

 

soldado

También en la Competencia de Largometraje Internacional, Soldado, del argentino Manuel Abramovich, calificado como no ficción pareciera por momentos que no lo fuera. No por la historia de Juan José González, un joven de 19 años que entra al Ejército argentino porque era una buena alternativa económica y para darle el gusto a su mamá, sino porque incluye escenas de prácticas castrenses tan ridículas que parecen recreadas para la película (como las distintas formas de doblar las sábanas para hacer la cama dependiendo de los días de la semana, que le enseña un superior al conscripto). En definitiva, Abramovich combina elementos documentales y otros más ficcionales, en su interés por ese terreno un tanto confuso entre ambos registros: en el rodaje filmó algunas escenas de observación y otras fueron buscadas desde la puesta en escena. Su película anterior, Solar (2016), sobre la historia de un joven que cuando era niño decía tener contacto con extraterrestres y en la adultez se convirtió en un gurú esotérico, también pareciera que no es un documental puro, sino un híbrido, producto de una situación inducida en que el protagonista termina prácticamente dirigiendo la película. En Soldado, Abramovich indaga en la soledad de los conscriptos y cuestiona a unas Fuerzas Armadas que se preparan para guerras que no hay, con ejercicios y formaciones que el director podía ver desde la rendija de la puerta del regimiento cercano a su casa y que le hacían cuestionarse para qué existen los ejércitos.

Además de la reflexión sobre mixturas e híbridos entre distintos registros que plantea esta versión del Antofadocs, surge la reflexión por los límites éticos de la oferta hecha a los personajes para capturar su realidad y entrometerse en su intimidad, con Il siciliano (Competencia Largometraje Nacional, introducida este año) de José Luis Sepúlveda, Carolina Adriazola y Claudio Pizarro. El giro que da el documental desde una mirada irónica y burlona hacia un acercamiento casi afectivo a su protagonista Juan Carlos Avatte, hace sospechar -por una parte-- que los realizadores se conmovieron con un hecho sorpresivo e inesperado en su historia, dándole un tratamiento distinto al personaje que el que probablemente habían pensado darle al principio de la filmación. Y -por otra- que uno de los últimos representantes de la bohemia santiaguina, el dueño de las pelucas que llevan su nombre, pensó (o tal vez ése fue el ofrecimiento) que le harían casi un homenaje, la película de su vida. De otro modo es difícil explicarse cómo los realizadores lograron no sólo que el descendiente de sicilianos con aires mafiosos les abriera las puertas de su casa, les hablara con libertad sobre los servicios de un sicario, les mostrara su entorno chabacano y kitsch, con dobles de grandes artistas y bailarinas exóticas, sino que hasta los dejara entrar en su dormitorio mientras se relacionaba sexualmente con una prostituta (el hijo de Avatte jamás había visto a su padre desnudo, hasta que vio la película). Premiada con Mención Honrosa en Antofadocs, Il siciliano logra retratar al séquito interesado que revolotea alrededor de este hombre que se define a sí mismo como “un borracho de vino y no de wisky”, que mantiene una escopeta cargada detrás de la puerta y que, luego de años de interrumpida filmación, cambió la forma en que los directores lo miraron. El montaje realizado a medida que iban filmando -y no después de tener todo el material- pudo haber influido en la manera de ver a este personaje que empezó su negocio haciendo pelucas para enfrentar su propia calvicie y que construyó un pequeño imperio de postizos, como el afecto que lo rodea.

 

niñato

La pregunta por cómo capturar y reflejar la realidad implícita en la no ficción encuentra en el español Adrián Orr, director de Niñato -nombre del cantante de rap y padre soltero de Oro, Luna y de su sobrina Mila- una respuesta purista que apela a un efecto espejo, hiperreal, casi textual, en este documental surgido a partir de su corto Buenos días resistencia (que fue exhibido en Antofadocs en 2014). Por cuatro años y medio, y sólo en invierno, Orr filmó al madrileño que se hizo cargo de sus pequeños hijos y vive en la casa de sus padres producto de la crisis económica que golpeó a España. Durante ese período, Orr filmó solo (porque intentó trabajar con un microfonista, pero se interrumpía mucho la intimidad familiar en el pequeño departamento), buscando situaciones muy pequeñas del cotidiano que para él se convierten en extraordinarias, convencido de no filmar situaciones grandilocuentes o grandes dramas. “Nuestras vidas se componen de rutinas. Una suma de pequeños detalles que revelan algo más grande”, señaló en el encuentro con el público en el estreno latinoamericano de Niñato en el BAFICI de este año donde ganó el Premio a Mejor Película, después del cual un hombre se le acercó y le comentó que no había entendido nada de lo que vio. La cámara de Orr (reforzada con micrófonos para poder filmar solo), retrata la cotidianidad y la rutina de esta particular familia, como el flojo y somnoliento despertar de los niños en la mañana (que incluye la escena de una erección del pequeño Oro, que el director decidió mantener en una apuesta por la naturalidad y el realismo), ir camino al colegio o hacer las tareas durante esos cuatro años en que fue testigo del crecimiento de los niños y la conquista de su autonomía.

En el terreno del documental más clásico encontramos a Venían a buscarme, de Álvaro de la Barra, que también habla sobre un niño, pero que hace tiempo ya no lo es. Esta película autobiográfica muestra el proceso personal del realizador, que tras recuperar judicialmente los apellidos de sus padres vuelve de su exilio en Francia y Venezuela ya adulto. Debió salir con apenas un año y medio de vida, luego de que su padre y su madre (militantes del MIR) fueron acribillados en la esquina de su jardín infantil, cuando iban a buscarlo. Ese día se fueron uno a uno a sus compañeritos a medida que transcurría la tarde, pero Alejo y Ana María nunca llegaron a recogerlo. Venían a buscarme relata la búsqueda de identidad del director, que fue enviado a Francia con nombre falso y una bolsa de pañales al cuidado de una azafata, para salvarlo de los servicios de inteligencia que, tras hacer desaparecer a sus padres, lo estaban buscando para que corriera la misma suerte. Una historia que apela a la memoria personal, colectiva e histórica del realizador (tiene escenas inéditas del Golpe de Estado filmadas por su tío menor), que cuando era niño imaginaba cómo era tener mamá y que con otros hijos de exiliados que vivían en Venezuela jugaba a intercambiar padres, y él cambiaba a Pablo, el hermano de su padre, quien se hizo cargo de él y lo introdujo en la realización cinematográfica con apenas ocho años.

 

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Tal como ocurrió en FicValdivia, quienes se quedaron con las dos principales categorías del Antofadocs fueron mujeres. Hoy partido a las 3, de la joven realizadora argentina Clarisa Navas, ganó la categoría Mejor Largometraje Internacional (así como Tizziana Paniza, la competencia nacional con Tierra sola, que ya analizamos en otro informe), con una película de ficción sobre un equipo femenino de fútbol en el nordeste argentino. Con frescura, humor y un buen ritmo revisa la situación de los clubes de fútbol amateur de provincia, aborda la diversidad sexual y las formas de seducción entre mujeres y se ríe del populismo de los candidatos políticos, que arman campeonatos de fútbol en plena campaña, en busca del voto fácil. La realizadora de Corrientes -que ha desarrollado su carrera, principalmente, en documentales y algunas ficciones (y aparece en la película con un pequeño personaje)-, en este relato coral de historias de las distintas jugadoras de fútbol, pone en escena a actrices no profesionales que debieron realizar un entrenamiento actoral para  afrontar el largometraje.

Ya en el terreno de la ficción, en este amplio arco cinematográfico que recorrió el festival, se ubica la película mexicana El vigilante, de Diego Ros, en que un guardia nocturno de un edificio en construcción se enreda en una serie de extrañas situaciones la noche de Año Nuevo, tras la muerte de un niño en las inmediaciones de la obra. Aunque en ocasiones resulta poco creíble la falta de visión crítica y reacción del vigilante, cuya situación se complica cada vez más a medida que transcurren las horas, la película recorre en una apuesta ficcionada diversas problemáticas de la sociedad mexicana, como el tráfico de niños o la corrupción policial, en una sola noche.

La VI edición de Antofadocs tuvo como país invitado a España, justo en momentos en que se expresaba la tensión entre independentistas y constitucionalistas o monárquicos a propósito del referéndum de Cataluña, por lo que la Ventana Retrospectiva a Basilio Martín Patino (nacido en 1930 y fallecido en agosto pasado), documentalista español que se resistió al franquismo , adquirió un especial cariz. En Nueve cartas a Berta (1965), película que fue parte del homenaje, Lorenzo es un joven estudiante de derecho en la década del sesenta que está enamorado y le escribe a su novia sobre su búsqueda de identidad, su distanciamiento de las ideas familiares conservadoras que lo asfixian y de los curas que consideran que un intelectual está al borde de perder el alma por el saber maldito. Lorenzo es el alter ego de Martín Patino, director que denunció al dictador Franco en la España de los setenta haciendo varias películas en forma clandestina y cuya obra Caudillo (1974) sigue siendo vetada en la televisión pública española. Esta fue exhibida en Chile en plena dictadura (1987), cuando Basilio debió ser llevado raudo al aeropuerto para evitar su detención.

 

A la conquista del público

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La falta de público como un problema tan propio de los festivales regionales, se agudiza a tal punto en Antofadocs que las funciones en la fundación Ruinas de Huanchaca (un espacio excepcional como monumento histórico, pero que no es una sala de cine) tuvieron como únicos asistentes a los jurados y periodistas (salvo en las sesiones de inauguración y clausura.

El auditorio presenta tan malas condiciones para el visionado que cada vez que alguien abría la puerta la pantalla se inundaba de luz, lo que se constituía en un factor de desconcentración para seguir las historias proyectadas. Si bien la incorporación del auditorio del MOP (que tampoco es una sala acondicionada para cine) permitió sumar nuevos públicos debido a su céntrica ubicación, tras su sexta edición el festival de cine nortino debe plantearse nuevas estrategias para que películas de gran nivel no se pierdan en el desierto del desinterés y apatía del público.

La ciudad con más alto ingreso per cápita del país, producto de la explotación del cobre, cuenta con salas de cine en los malls que pueden constituir una alternativa para ir ahí donde está el público (aún con la carga simbólica que ello significa). La itinerancia de funciones del festival hacia localidades del interior y altiplánicas implica una loable travesía por el desierto que no encuentra su correlato en una búsqueda del público al interior de la propia ciudad. Posibles alianzas estratégicas pueden marcar la diferencia, considerando, por ejemplo, que a sólo un par de cuadras de las ruinas de Huanchaca se encuentra la Universidad Católica del Norte.

La seducción y fidelización del estudiantado universitario puede consolidar una masiva audiencia, tal como ocurre en festivales consagrados como Valdivia, en ciudades que cuentan con sedes universitarias. La alta calidad de las películas en exhibición y del nivel de los invitados nacionales e internacionales (entre los que este año estuvo el Director Artístico de la Semana de la Crítica en el Festival de Cine de Cannes, Charles Tesson), implica un esfuerzo especial por salir a buscar al público allí donde éste esté; junto con formar nuevas audiencias y vincularse con la ciudadanía, como se hace exitosamente en actividades paralelas del festival, como el taller de actuación, el de stop motion para niños o en Mirando el territorio, que este año presentó tres cortos de equipos que durante poco más de una semana trabajaron buscando historias, produciendo y filmando películas sobre el territorio y su gente. Los y las antofagastinos ya tienen la oportunidad de acceder a cine de calidad en el Antofadocs, pero hay que ir a buscarlos para que no se queden fuera de este oasis en el desierto.