Informe Fidocs 2015 (IV): Isaki Lacuesta y rescates del olvido

Isaki Lacuesta

La selección de filmes que componían el foco de Isaki Lacuesta permitía acercarse a la interesante carrera cinematográfica de este director español, atravesada por la cuestión sobre las formas de hablar y representar lo real, moviéndose entre una intención de toque más retratista de los lugares y sus habitantes y otra pulsión de tipo más formal por experimentar con los modos narrativos.

Proyectaron en esta ocasión La leyenda del Tiempo (2006), uno de sus primeros largometrajes, el cual en un comienzo partió por el interés de Lacuesta en el músico flamenco Camarón, lo que lo llevo a viajar a su tierra natal para investigar sobre su vida y obra, pero durante su estadía allí conoce a Israel y a Makiko cuyas historias rondan, de una u otra manera, la de Camarón y decide construir el documental desde el momento actual por el que pasan  ellos dos.

Israel es un travieso pero sensible niño, que nació el mismo año en que murió Camarón y con su tez morena y su pelo largo y rizado tiene un parecido increíble éste, como si fuera una pequeña versión del original. Con fuerte carácter, independiente y gran  decisión, se encuentra en un momento clave en su vida, ha perdido recientemente a su padre, un cantante de flamenco, y respetando la tradición gitana de guardar luto ha decidido no volver a cantar, además de lidiar con la compleja relación con su hermano mayor desde que murió su padre y, entremedio de sus romances de niño, está además en proceso de encontrar un nuevo futuro para su vida. En esto conoce a Joji, un japones que ha recorrido el mundo y ahora trabaja en la industria pesquera en la Isla, compartiendo con él decide que quiere irse algún día a Japón, no volver a España.

Makiko por su parte es una joven japonesa que, si bien no sabe español ni sabe nada sobre canto, viaja a la tierra de Camarón para aprender a cantar como él, su ídolo. Viaja a España  impulsivamente, sin trabajo, sin lugar donde vivir, sin tener claro como logrará aprender a cantar como Camarón. En sus andanzas se encuentra con el hermano de este, quien había también dejado de cantar y que comparte algunos de sus conocimientos con ella; se encuentra también con Joji, entre quienes comienza un tipo de relación, pero recibe una llamada y se entera de que su padre, quien estaba enfermo al momento de su partida de Japón, ha fallecido y debe decidir si quedarse en España a intentar cumplir este sueño, que incluso acá se ve más utópico que desde Japón, o volver a su vida anterior que ya pensaba olvidada.

El documental los presenta en dos capítulos separados, pero sus historias dialogan por las vivencias y los sueños que en aquel momento reúne a Israel y Makiko en el mismo lugar, entremedio de las mismas personas, cada uno con sus tormentos y búsquedas personales a cuestas, en donde la renuncia voluntaria de Isra ante el canto y la aspiración utópica de Makiko por el mismo terminan entretejiendo estas historias, anonimas la una para la otra.

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La noche que no acaba (2010), por su parte, es un documental sobre Ava Gardner que rescata las escenas de sus películas y grabaciones de la época, jugando e interrogando por la relación o indisolubilidad entre la persona dentro y fuera de la pantalla, jugando a nivel de montaje con el archivo, como si vida real y  filmografía fueran un juego de espejos para un caso que resulta tan paradigmático como el de esta femme fatale del cine.

Por último, exhibieron varios cortos que mostraban no solo la variedad de temas y formas que involucra la obra de Lacuesta. En La repetición pone en juego la imagen de archivo, la narración de una experiencia personal y una historia verídica, la repetición de un recuerdo similar, la repetición en tanto siempre una distinción en el tiempo, nunca un igual. Resonancias magnéticas es un experimento de Lacuesta nacido del amor y la curiosidad que le produce saber qué pasa por la cabeza de su amada Isa Campo, guionista de varias de sus películas, en donde ella es sometida a varias de estas pruebas médicas bajo diferentes estímulos, nombrar las tres ciudades en que fueron más felices, escuchar tres canciones importantes para ellos, etc… Jugando no solo en el experimento mismo, en las reacciones que los médicos observan en su cerebro sino también con las imágenes de las resonancias. Alpha, and again y Rusia, por su parte, forman parte deL proyecto Google Earth 1.0: Lugares que no existen donde Lacuesta va en busca de las historias y las imágenes de los lugares ‘invisibles’ u ocultos en ese programa. En el primer corto, una nube al parecer casual e inofensiva oculta bajo su manto un campo de refugiados en construcción en la Isla Navidad de Australia, un campo de refugiados que parece más bien una cárcel y una nube que parece ocultar también la violencia ejercida por la política de inmigración y asilo de ese país. El segundo trabajo lleva a Rusia, a un lugar que parece ser un espacio de fenómenos ufológicos, pero que al parecer solo oculta un campo militar. Interesante resulta en ambos trabajos que además de la ‘investigación’ sobre la verdad de los lugares, a nivel narrativo aparece en voz en off los testimonios de amigos de Lacuesta que lo acompañaron durante la búsqueda, refiriendo siempre a la experiencia del proceso: ¿te acuerdas que no nos dejaron filmar? Que vimos, que fuimos, como relatos de antiguos de viajes a lugares desconocidos.  Así relato, imagen y el tema son cuestiones al parecer disonantes o polifónicas con las que se arman los filmes. Por último, y quizás el mejor logrado de los cortos de esta muestra es El rito donde se retrata la sección en donde matan a las vacas de una industria de carne, poniendo énfasis principalmente en el encargado de cortarles el cuello, que luego sabremos es el Imán de la mezquita más importante del lugar, tanto nuestra propia alimentación y nuestros prejuicios religiosos se ponen así en duda de una forma indisoluble.

En definitiva, la retrospectiva de Lacuesta nos permite observar como su trabajo, amplio en variedad de temas y formas, nunca deja que su curiosidad se distraiga de la una por la otra, siempre hay un tema y una propuesta formal para abarcarlo, siempre existe una búsqueda y una propuesta en ambos sentidos, interrogando así no solo a la realidad sino también sus formas de representación como procesos mutuamente constituyentes.

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Rescates desde el olvido

En El gran vuelo documental de Carolina Astudillo, que formaba parte de la competencia nacional, busca reescribir un vacío dentro de la Historia, restituir dentro de la Historia la historia de una persona, una militante comunista llamada Clara Pueyo, que durante el régimen franquista fue condenada a muerte, y logró escapar por la puerta principal de la cárcel para luego desaparecer para siempre.

El problema es la falta de imágenes de ella, quien pasó gran parte de su vida en clandestinidad para luego desaparecer del mapa. Cómo reescribir entonces audiovisualmente su historia, cómo restituir visualmente a alguien del que no tenemos imágenes, cómo llenar esos vacíos testimoniales de su vida. Astudillo juega aquí con las pocas imágenes que existen de Clara, sus cartas y escritos, pero también con archivos familiares de la época (fines de los ’30 comienzos de los ‘40), de otras personas, principalmente familias de clase alta en Cataluña y Valencia, quienes a pesar de compartir la época con Clara, vivieron de otra manera el periodo de posguerra.

Intentar armar a uno desde otros, rearmar a la que se desvaneció a partir de retazos posibles, de imágenes que podrían haber sido de ella, que podrían haberla incluido, sacar la latencia de una historia a través de la potencia de imágenes otras.

Como en esos juegos de niños o al armar un puzzle donde uno debe encontrar la pieza que calza en el contorno determinado, pero que en su intento uno ensaya testarudamente con cada pieza, armar el puzle de Clara Pueyo, es armar aquel que de comienzo sabemos le faltan piezas, piezas que como Clara pasaron a la clandestinidad para perderse para siempre, si o si implica construir un relato desde los retazos, los rastros, las huellas, de ir completando con la imaginación.

Así, en un minucioso ejercicio de montaje cada silueta anónima aparece como una posible Clara, quien de esta forma, en esta transfiguración, pasa a representar algo más que a ella misma, forma parte del colectivo de cuerpos femeninos que contienen las imágenes, pasa a ser una manera de nombrar, de hablar sobre la condición no solo social, sino también política y militante de la mujer.

En un interesante cruce entre investigación histórica y propuesta cinematográfica, afirmada esta vez sobre en el material de archivo, Astudillo logra recomponer una historia, y quizás a través de esta, una vida. Una construcción desde los rastros y huellas, que quedaron plasmados en archivos fílmicos de grabaciones caseras de la época, reutilizados para escribir con ellos otra imagen,  aquella que quedo clandestina, la de una mujer que desapareció, la imagen que nos falta. Aquello que no creeríamos a primera vista que puede entregarnos el archivo logra en este trabajo constituirse como un relato posible, logra dotar esas imágenes de la historia e incluso de la vida de eso que sin testimonio visual propio podemos hilar en una narración, en un esfuerzo siempre escurridizo de darle sentido a una historia.

En el mismo sentido, me parece rescatable el trabajo de la portuguesa Susana de Sousa que en sus filmes Naturaleza muerta 48, también por medio de imágenes de archivo, logra recomponer un relato de la dictadura militar de Salazar a partir de un conjunto de fotografías que encontró de los prisioneros durante ese régimen. El primer trabajo de Sousa lo arma a partir de las fotografías y otros registros de la época, que no incriminan directa o evidentemente la situación de violencia dictatorial, y es mediante el juego entre cómo filma o reproduce las imágenes y la banda sonora construida para el film en donde pone en tensión el contexto en el cual aquellas imágenes se propusieron, develando los autoritarismos presentes en diversos entornos y situaciones. En el segundo trabajo vuelve sobre estas fotografías de prisioneros y juega con las distancias temporales, al buscar y entrevistar a quienes aparecen en ellas, a través de los rostros retratados en aquel momento y las voces contemporáneas de ellos mismos.