Informe 27° FICValdivia (1): El tango del viudo y su espejo deformante. El hogar de las películas huérfanas de Ruiz

La película inaugural de la 27° edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia (on line y gratuito hasta el 14 de octubre) consigue dar voz, más de 50 años después de su filmación, a las imágenes mudas de las latas de fílmico encontradas en la bodega del Cine Arte Normandie, que sin sonido parecían fantasmas. Guiándose por una forma de comunicación que parecieran mantener más allá de la muerte física de Ruiz, Valeria Sarmiento se entregó al desafío de “encontrarle un hogar a las películas huérfanas” de Ruiz -como señaló en el Q&A del festival-, que él había decidido en su momento que “será el mañana quien se ocupe de hacer sonar esta película, que hoy se guarda muda”.

En una co-dirección de El tango del viudo y su espejo deformante (1967/2020) que pareciera traspasar el plano material, la montajista, directora y viuda de Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento, consiguió recuperar junto a la Productora Poetastros -con quienes ya había hecho lo propio en La telenovela errante- el primer largometraje que un joven Ruiz de apenas 25 años dejó inconcluso a fines del sesenta por falta de presupuesto para realizar el doblaje (el que gastó en traspasar la película de 16 a 35mm), como si se comunicara de manera metafísica con quien falleció hace casi diez años y fuera su compañero por 42.

La película inaugural de la 27° edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia (on line y gratuito hasta el 14 de octubre) consigue dar voz, más de 50 años después de su filmación, a las imágenes mudas de las latas de fílmico encontradas en la bodega del Cine Arte Normandie, que sin sonido parecían fantasmas. Guiándose por una forma de comunicación que parecieran mantener más allá de la muerte física de RuIz, en esa complicidad de la que en algún momento nos habló en El Agente Cine, Valeria se entregó al desafío de “encontrarle un hogar a las películas huérfanas” de Ruiz -como señaló en el Q&A del festival-, que él había decidido en su momento que “será el mañana quien se ocupe de hacer sonar esta película, que hoy se guarda muda”.

Desde que el reconocido autor de más de 120 películas falleció en 2011, Valeria Sarmiento permanentemente sueña con él, estableciendo una suerte de diálogo que proviene directamente del mundo onírico y que la hace permanecer atenta a las señales que le da en una especie de vida paralela, en que cocinan juntos, miran por la ventana, discuten, escuchan música, conversan de miles de cosas y se siguen entendiendo como amigos y compañeros. Cuando la directora vuelve a hurgar en los cuadernos, diarios, proyectos teatrales, de ópera o cine que Ruiz dejó sin terminar o que quedaron como gestos iniciales de creación, le resuena el diálogo que continúa con él mientras duerme.

Valeria y Raúl no hablaron de los detalles de esta película en vida (que él filmó antes de que se casaran), pero antes de morir Ruiz vio unos copiones (material revelado y copiado sin editar) y le confesó a Sarmiento que no sabría cómo terminarla. Sin embargo, le sugirió una pista que sería clave para poder armar lo que fue el primer largometraje del director después de su corto La Maleta (1963): contratar a personas sordas para descifrar lo que decían los personajes.

Fue así como Valeria Sarmiento y la productora Poestastros buscaron grupos de sordos que pudieran hacer esta tarea en distintas ciudades del país, que sin embargo no pudieron entender lo que los personajes hablaban. Hasta que dieron con un equipo de mujeres sordas profundas de nacimiento para hacer la lectura labio-facial, señas y expresión corporal de los actores, quienes -a pesar del temor que algunas de ellas sentían al trabajar con esas imágenes espectrales- lograron el desafío de darle vida a los fantasmas. Como los actores vivos ya tienen alrededor de 90 años y sus registros vocales son distintos a cuando filmaron sus roles a los treinta, se realizó un casting de voces y así fue como los personajes son interpretados por Néstor Cantillana o Sergio Hernández.

Luego de descifrar los diálogos de los actores en escena gracias a la lectura de labios, Valeria y el dramaturgo y guionista Omar Saavedra escribieron el guión literario. Con lo que parecía la ayuda de Raúl desde el otro lado del túnel, después de tres meses encontraron un texto absurdo, un abstracto que daba cuenta del origen de Ruiz en el teatro del absurdo (quien a fines del sesenta se dedicaba a adaptar teleteatros para televisión y había escrito la obra Dúo que estrenó la Compañía de los Cuatro), que sirvió para desenredar la madeja del material encontrado. 

De espejos deformantes

Los seis rollos de 10 minutos cada uno de películas sin sonido que fueron encontrados después de décadas (casi como un nuevo envío de Ruiz a esta dimensión material), de los cuales faltaba la primera bobina, se convirtieron en manos de la directora chilena avecindada en Francia en una historia fascinante, fantasmagórica y surrealista de un hombre (Clemente Iriarte, interpretado por el fallecido Rubén Sotoconil) al que se le aparece su esposa después de muerta, debajo de la cama, adentro del closet, en escenas de vida cotidiana, sin dejarlo dormir. Las pesadillas repetidas noche tras noche que sufre Iriarte con el mar, alguien cayendo, pelucas, ríos de sangre y la difunta desnuda, lo hacen pensar en que debe buscarse una distracción y su amigo (Luis Alarcón) le recomienda buscarse una mujer para dormir tranquilo, a lo que su esposa (Delfina Guzmán) le refuta que “las mujeres no somos pastillas para dormir”. Un diálogo de antología que habla de la claridad del autor en materia de género, ya en 1967.

Frente al caos y al desorden de latas sin descifrar, sin sonido ni diálogos ni guión que sirvieran de guía, Sarmiento se dio a la tarea de imaginar qué habría hecho Ruiz con este material y recordó que siempre quiso hacer una película al revés y que realizaba ejercicios en el Instituto Nacional Audiovisual de Francia de ver una ficción y luego ver la misma, pero a la inversa.

Una idea inicial de la deformación del espejo de Ruiz tenía que ver con el travestismo y feminización que iría sufriendo Iriarte convirtiéndose en la viuda (así él presentaba la película), cuestión que según Sarmiento en realidad no hizo. Por eso la directora chilena decidió reducir la ficción al material que encontraron, convirtiendo que fuera dicha ficción la que se estaba mirando al espejo, como una forma de homenajear a Ruiz y recuperar la etapa chilena del reconocido director nacional a quien la revista Cahiers du Cinéma le dedicó un número especial en 1993.

Entre las latas de 35 mm que el equipo encontró, estaba el rollo que se supone es el final, que no tenía número, pero sí una palabra: “idiota”, aparentemente con la letra del propio Ruiz. Tenía imágenes que, en apariencia, eran repeticiones de las de otros rollos. Hasta que el equipo se dio cuenta de que habían elementos nuevos que no eran repeticiones, sino escenas nuevas, puntos de vista distintos de las mismas escenas. Habían dado con las “trampas” del espejo deformante porque las imágenes no eran exactamente las mismas, lo que permitió la variación del punto de vista de la segunda parte de la película y divirtió mucho a Valeria y a Galut Alarcón de Poetastros en la realización del montaje, al descubrir las diferencias. Buscando mayor información Galut preguntó a su padre, el actor Luis Alarcón (que interpretó a un amigo del personaje central), sobre la filmación en 1967, pero no recordaba nada del set, sino sólo los encuentros con Ruiz fuera de él, por lo que ese vacío de memoria, de palabras y de recuerdos los obligó como equipo a inventar el reflejo del espejo.  

Fantasmas y simulacros

El metraje del material encontrado era del todo caótico, con repeticiones, imágenes invertidas en encuadres y en reverso (interviniendo con ello el lenguaje, que parece un idioma inventado de fantasmas), como una estructura de espiral intervenida con un “espejo narrante” como una intención que escribió Ruiz en su cuaderno de apuntes, para que el espectador vuelva a ver imágenes anteriores, pero con una experiencia sensorial diferente. Es así como El tango del viudo quedó finalmente estructurado en una primera parte original y en la segunda como doble, generando un nuevo territorio narrativo como si Ruiz la estuviera produciendo desde el otro lado del espejo.

El cine que a Ruiz le interesa es siempre un viaje hacia mundos diferentes,  como  un espejo dotado de memoria hecho de partes que se reflejan entre sí y se contienen, como escribió en su Poética del cine. Para Adrián Cangi, en “Muertos, falsos y nadies. La poética de Raúl Ruiz” (incluido en El cine de Raúl Ruiz: fantasmas, simulacros y artificios de Valeria de Los Ríos e Iván Pinto editores, 2010), el cine de Ruiz es una acentuación de la simulación, de sus modulaciones y variaciones, con pasajes entre mundos de simulacros-fantasmas o entre lo virtual o lo actual (“cine chamánico”), al cual se accede a través de una percepción atenta. El simulacro-fantasma o de pluralidad de naturalezas, incluye la curiosidad por las identidades múltiples y los desdoblamientos en cadena. La imagen en tanto distinta de lo que ella representa -el simulacro-, donde la insinuación del doble, de lo mismo o lo semejante, reintroducen en la repetición la diferencia perceptiva. Justamente aquello que ocurre en la segunda parte de El tango del viudo, donde se expresan las “trampas” del espejo deformante.

La idea de Ruiz de que el cine era un mundo de fantasmas es recogida por Sarmiento no sólo al revivir a personajes que no hablaban y parecían muertos (lo que se suma a que varios de los actores que filmaron en 1967 efectivamente lo están), sino también al buscar en el propio imaginario de Ruiz las respuestas al desafío de hacer una película sin diálogos ni guión, que sin embargo se convierte en una gran conversación fantasmagórica entre la directora en este plano y el director nacido en Puerto Montt (influenciado por las leyendas y personajes mitológicos chilotes), en otro.

“¿Sufre de alguna enfermedad?”, lee Iriarte en un cuestionario, a lo cual responde que “Los únicos sanos son los muertos”, texto que recuerda la etapa francesa de Ruiz en que afirmaba que “los muertos están en nuestras vidas y estas vidas se mezclan con las de los muertos”, herencia del lado chilote de Ruiz, según Valeria Sarmiento. En la atmósfera narrativa de esta película se pueden observar elementos que se están incubando y que estarán presentes en su cine posterior, como la permeabilidad entre la vida de los vivos y la de los muertos, donde los fantasmas se presentan de carne y hueso habitando la realidad. Los personajes son uno y muchos en un juego de desdoblamiento de personalidad y trauma esquizofrénico, como le ocurre a Clemente hacia el final.

Por tratarse de una película de fantasmas, la música de Jorge Arriagada resultó clave para dar la sensación al espectador de que era una historia que venía del más allá (al igual que Ruiz), construyendo una identidad sonora de la imagen con una sonata compuesta por una orquesta de cámara de serruchos tocados con arco de metal y theremin, lo que le dio un toque de modernidad a una película filmada en 1967 y estrenada en 2020.

En El tango del viudo y su espejo deformante se encuentra “el germen del Ruiz del futuro, de los simulacros, el doble, el espejo, la situación sobrenatural en territorio realista”, como señaló en una entrevista de El Agente Cine, Raúl Camargo, director del 27° Festival Internacional de Cine de Valdivia, que este año tuvo a este filme póstumo co-producido por Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento, y que el próximo año realizará un homenaje a los 10 años de la muerte del maestro chileno. 

Esta película calificada como “chúcara” por Valeria por las dificultades que ha presentado su restauración (que fue posible gracias al apoyo internacional de México y Argentina), que tuvo su estreno mundial -en pantalla grande y presencial (antes de la pandemia) en la Berlinale de este año-, es parte de la tríada de las películas huérfanas de Ruiz que comenzó con La telenovela errante (filmada en 1990 y estrenada en 2017) y que seguirá con El realismo socialista como una de las bellas artes, la historia de un obrero que se derechiza y un intelectual que se izquierdiza, que fue filmada por Ruiz en 1973, que será estrenada en 2021 y que Sarmiento asegura sacará tanta rocha como Diálogos de exiliados (1975).

 

Título: El tango del viudo y su espejo deformante. Dirección: Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento. Guion: Omar Saavedra Santis, Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento. (Basadao en la novela de Daphné du Maurier, The Ghost and Mrs. Muir). Fotografía: Diego Bonacina. Montaje: Galut Alarcón. Música: Jorge Arriagada. Casa productora: Poetastros. Producción: Chamila Rodríguez. Elenco: Rubén Sotoconil, Claudia Paz, Luis Alarcón, Shenda Román, Luis Vilches, Delfina Guzmán, Alonso Venegas. Elenco voz: Arturo Rosell, Chamila Rodríguez, Gabriel Urzúa, Gabriela Arancibia, Marcela Golzio, Néstor Cantillana, Sergio Hernández. País: Chile. Año: 1967/2020. Duración: 64 min.