¿Podrás perdonarme?: Reflexiones sobre el queer

El interés reciente por la película norteamericana ¿Podrás perdonarme?, dirigida por Marielle Heller, se debe, sobre todo, al gran trabajo de la actriz Melissa McCarthy, que con su actuación sale de sus roles habituales en el género de comedia -Damas en guerra (Paul Feig, 2011), El alma de la fiesta (Ben Falcone, 2018)- para interpretar un drama biográfico sobre la vida de Lee Israel, una escritora de biografías que durante un momento crítico de su carrera falsificó y “embelleció” más de cuatrocientas cartas de escritores y celebridades. El personaje interpretado por McCarthy ha suscitado interés porque retrata a una mujer “peculiar” con un ácido sentido del humor que defendió sus creaciones aun en medio del problema judicial a la que estás la orillaron.

A través de su figura la película nos cuenta varias cosas: por un lado, el frívolo ambiente literario y el mercado lucrativo de la correspondencia literaria con coleccionistas anónimos, y por otro, la vida vista desde el margen en el Nueva York de la década de los noventa. Lee Israel es una mujer lesbiana, directa en lo que dice, con problemas de alcoholismo y de convivencia social, elementos que incomodan a la sociedad, por lo que está fuera de “la norma”. Entabla amistad casi por casualidad con Jack Hock (Richard E. Grant) personaje que por su orientación sexual y su trabajo como drug dealer también vive en la exclusión. La química entre ambos actores, tal vez el único gran acierto de la película, dota de una dimensión más compleja a los personajes, su amistad se presenta como ese punto vulnerable capaz de causar empatía con el espectador.

Quisiera profundizar ahora un poco más en esa “peculiaridad” que mencioné anteriormente respecto al personaje de McCarthy y que comparte con el papel de su coprotagonista. En contra del concepto clásico de género construido a partir de lo “recto” (straight) y normalizado (lo heterosexual), la teoría queer (del inglés “retorcido”) defiende que el género y la orientación sexual no son inherentes a la naturaleza humana, sino que son un producto social. El queer es subversivo, sus manifestaciones hacen cuestionar lo que se proclama como correcto y natural. En ¿Podrás perdonarme? lo queer va de la mano con una crítica a lo que se entiende por genio literario: ¿el talento es inherente al nombre del autor o el nombre del autor valida cualquier texto? En algún momento de la película Lee Israel comenta que las cartas fueron su mejor trabajo creativo, pero fue reconocido sólo porque estaba firmado con otro nombre.

En cierta forma así funciona también lo queer, infecta lo normativo de manera imperceptible y lo desestabiliza. Hoy en día, por ejemplo, se cuestiona de manera más evidente las relaciones de poder en ámbitos laborales y domésticos a partir de comportamientos que solían identificarse como roles de género. Sin embargo, la película de Heller no logra ser tan transgresora como parece, de hecho, hace todo lo contrario: busca la simpatía de la Academia y del público normalizando lo queer.

podras-perdonarme

Y este es un problema de forma y de contenido: el New Queer Cinema de las primeras películas de Gus Van Sant o del cine de Gregg Araki buscaba a través de la imagen ir en contra del status quo de la sexualidad poniendo el énfasis en la sexualidad de los personajes; en cambio los protagonistas de ¿Podrás perdonarme? están completamente desexualizados, me parece que incluso están retratados desde el cliché heteronormativo. No sabemos si Lee Israel está participando del juego de seducción con una joven librera (Dolly Wells) que admira su forma de escribir, mientras que Jack Hock parte del engaño para seducir a un mesero más joven que él. La película muestra personajes marginales relacionándose con los otros de manera anómala.

La pertinencia de señalar lo queer (o el intento de lo queer) en la película es una estrategia de lectura que permite identificar los errores en su contenido (el guión), que por tanto afectan la forma (la manera en la que nos están contando la historia), pero que identifica también las deficiencias del cine reciente respaldado con la bandera de la inclusión. Basta mirar las otras competidoras al premio Oscar de este año, tanto Green Book (Peter Farrelly, 2018) como Black Panther (Ryan Coogler, 2018) o Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) buscan llamar la atención en temas como el racismo, la inclusión racial o la homosexualidad desde el punto de vista que más le acomoda al discurso que atacan: el del melodrama y el que entiende a la figura del genio creativo como la excepción y no como la transgresión.

Sin embargo, sería apresurado rechazar por completo estas propuestas que son sintomáticas no sólo de la ideología de la Academia sino también de la sociedad de hoy en día. Prueba de ello es el feminismo que une la academia universitaria con la calle. Al final, por parte de los espectadores nos queda la necesaria tarea de ubicarnos por momentos en el margen y cuestionarnos al modo del queer si lo que se disfraza de transgresión no es más que complacencia política. Nos queda seguir renovando el discurso, hacer crítica.  

 

Nota comentarista: 6/10

Título original: Can You Ever Forgive Me?. Dirección: Marielle Heller. Guión: Nicole Holofcener, Jeff Whitty. Fotografía: Brandon Trost. Reparto: Melissa McCarthy, Richard E. Grant, Dolly Wells, Julie Ann Emery, Jane Curtin, Anna Deavere Smith, Marc Evan Jackson, Christian Navarro, Alice Kremelberg,  Shae D'Lyn, Michael Cyril Creighton, Brandon Scott Jones. País: Estados Unidos. Año: 2018. Duración: 107 min.