Noé (Darren Aronofsky, 2014)

Tuve una pequeña revelación cuando estaba viendo la última película de Darren Aronosfky, sin duda de unos de los directores norteamericanos que más divide aguas hoy.  Una revelación parecida a la que tiene Noé en sus sueños  pero que en mi caso se trató de un entendimiento sobre los motivos temáticos tras todos los largometrajes de Aronofsky. Esto se trasluce debido a la identidad misma de Noé (2014) como película de alto presupuesto y con grandes escenas de efectos especiales, algo que se aleja bastante de lo normalmente establecido por sus cintas anteriores.

Y es por eso que la revelación de una conexión, o una pseudo “teoría unificada de Aronofsky” viene por la variedad de cintas realizadas hasta el momento, siguiendo o no un patrón de presupuesto, temática, género o no, se expande cuando llega esta última película, y además viene a reforzarlo. Es posible pensar que las cintas se reúnen bajo una obsesión con la iconografía religiosa judeo-cristiana, pero eso sería simplificarlo demasiado, además de tener que obviar una de sus cintas más famosas, Requiem for a Dream (2000), en la cual no hay elemento religioso obvio u oscuro en una primera mirada.

La “teoría unificada Aranofskiana” viene de algo más profundo, relacionado con el ámbito espiritual, y que sub relacionarlo directamente al mito específico de la religión occidental, se expresa en el sentido de “culpa”, “pecado”, “redención” y “caída” como conceptos claves y  como elementos que se repiten, obviamente, en la historia clásica de Noé. Estos elementos le dan sentido a que el director se haya interesado por esta historia, pese a su público ateísmo y descreimiento sobre un mito como es el del diluvio universal.

En todas sus cintas los personajes principales pasan por el “pecado”, la falta, o se ve representada de alguna manera gráfica o sicológica (la búsqueda con fines fraudulentos en Pi (1998), la adicción en Requiem for a Dream , la búsqueda de la inmortalidad en The Fountain (2006), la violencia sin sentido que casi mata al protagonista en The Wrestler (2008), la atracción de la protagonista por una mujer en Black Swan (2010), la condición humana, presente no sólo en los castigados sino en el protagonista mismo en Noé, como ejemplos más claros), para luego sentir la “culpa” por esa falta, buscando la “redención”, a través de un cambio personal, que a veces puede ser positivo o negativo (por ejemplo, la búsqueda de un trabajo distinto en The Wrestler es una redención a través de un cambio positivo, mientras que en Black Swan, la redención viene a través de la perversión de la protagonista, una bajada de su moralidad).

Generalmente la redención ocurre, pero no demora mucho tiempo. Es claro en cada una de las cintas de este director que la redención falla y termina mal, todas las cintas terminan con nuestros protagonistas en un peor estado que en el que partieron. Es el destino y la perdición, la “caída” de la gracia de la redención, lo cual puede ser curioso cuando uno toma en cuenta lo que uno conoce de la historia oficial del diluvio, pero es claro que el director tiene que lograrlo, e inserta un elemento inquietante en la cinta, dándole una necesaria vuelta de tuerca.

Es claro desde el inicio que Noé no es una historia bíblica en el sentido clásico, ya que no hay una voz de Dios que viene a retumbar los oídos de los elegidos, hay cambios en la genealogía y la comentada aparición de unos monstruos de piedra, que vienen a representar fuerzas angelicales que trataron de apiadarse de los humanos, pero que fueron castigados por haber dejado la obra del Creador (como es llamado en todo momento el responsable del diluvio que ahoga a toda la humanidad).

La cinta principalmente es una adaptación de un mito fundacional conocido por occidente, apropiándose de los lugares comunes para adaptarlos al punto de vista de vida y de la obra cinematográfica de su director, pero escogiendo sabiamente esta historia por sobre cualquier otra, pues no tiene que añadir demasiados elementos para que quede claro lo que el realizador quiere decir respecto al destino de la especie humana, y sobre nuestra propia búsqueda de un sentido.

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Es una cinta que llama a pensar, sobre todo en nuestra utilidad como seres humanos, y aunque cae en el lugar común de “no merecemos estar en este planeta” debido a nuestra violencia y la cantidad de guerras, aquí es tomado con tanta dureza y profundidad, que resulta difícil no pensar en las cosas que hemos hecho a lo largo de la historia como especie a fin de mejorar la tierra que pisamos todos los días, y sobre todo, la que pisarán los que vienen después de nosotros.

De todas formas, no resulta una película llena de culpa pero sí lo suficientemente reflexiva, como una lección más que un sermón, una cinta llena de espiritualidad más que de religiosidad, donde lo que importa son los pequeños momentos en que la bondad aparece en medio de lo podrido del mundo, o la maldad que sucede en personajes que nosotros creemos santos, es esa dualidad que se aleja de la culpa y viene a ser mejor reflejada a medida que avanza la cinta. Es un contraste respecto a cintas bíblicas que simplemente idolizan a las figuras que representan, acá son llevadas al aspecto humano, son comparadas con la escoria, y lo más bajo es comparado con lo más cercano a la bondad del creador.

Como cinta, finalmente,  viene a posicionarse, claramente, como un largometraje inferior respecto a las obras anteriores, debido a que cae en esos lugares comunes, pero eso no le quita la grandeza visual, pese a la abundancia de efectos especiales (cuidados a más no poder, hasta los monstruos de roca son animados como si fueran hechos con stop motion), y creando un clímax espectacular a medida que la película va en su último tercio, poniendo junto a nosotros una decisión moral sobre el futuro de la humanidad que nosotros también dudaríamos en cumplir, y que viene a representar, en sus consecuencias, la “caída” del personaje de Noé y, en parte, de todos nosotros como especie.

 

Jaime Grijalba