Maria Elena (Rodrigo Lepe, 2014)
La idea de una “comunidad perdida” parece ser el motor central de una serie de documentales en torno a ciudades con pasado glorioso o sobre nuestra historia reciente. El documental María Elena, que se proyecta por estos días en Cineteca Nacional se inscribe en esta línea y es el motor central de la investigación y los testimonios recogidos.
Sostenido en estos últimos, el documental contextualiza a la ciudad de María Elena (región de Antofagasta) como la última ciudad salitrera de cerca de 260 que existieron en Chile desde 1830 en adelante, con su lenta desaparición luego que después de la Primera Guerra Mundial Alemania descubriera el salitre sintético. Por su parte, las ciudades salitreras chilenas poseían un verdadero universo social interno, compuesto por una economía en base a fichas y espacios sociales de convivencia generando un fuerte vínculo entre quienes las habitaban.
María Elena se transforma en un museo vivo de esto, y la investigación del documental nos lleva a una serie de personajes que son su espíritu sobreviviente. Entre ellos el locutor de un programa radial, una ex entrenadora del equipo de basket, gente que trabajaba en la extracción… Junto a ellos y su emotivo testimonio, se suma a la perspectiva del documental, toda una poética de los objetos, los espacios, los materiales: desde el Teatro Municipal hoy lleno de polvo, a las tienditas y almacenes de barrio, los juguetes hechos con chatarra, las fichas que servían de intercambio. Los personajes recuerdan esto con melancolía: una época, que a la luz del presente, parece idílica y lejana.
Pese a ser un documental con fuerte base en el registro del patrimonio cultural y humano, y utilizar un modo de representación “clásico”, destaca por su factura, un estilizado trabajo con la luz y los retratos, así como por saber trabajar con el espacio filmado, utilizando su fotogenia. La inclusión, además, de archivos cinematográficos de la década del ‘30 (al parecer una recuperación de la propia investigación), agrega una capa más de interés para el documental.
Pese a todo ello creo que el trabajo no sobrepasa la línea institucional por encargo. Ello, aunque esta comunidad esté contada por sus habitantes y “desde abajo”, las menciones a la cuestión sobre la posición de los empresarios norteamericanos como verdaderos dueños del lugar y lo que podríamos llamar el “conflicto de clases” son escasamente mencionadas, ocurriendo sólo en dos momentos: en la censura a un programa radial y un llamado de uno de los “jefes” o “dueños” de la empresa para que lo sacaran del aire; y el segundo momento, en el hecho comentado por uno de los personajes que ante cualquier robo o incidente se expulsaba a la familia de esta comunidad, lo que redunda en que en la problemática de una comunidad recorrida por el temor y la vigilancia. Pero de esto el documental no se hace cargo, presentando la comunidad perdida de forma algo idealizada y melancólica. Lo cual nos lleva a la pregunta por el método: ¿debe un documental clausurar las dimensiones del conflicto a partir del sentimiento de reconocimiento de los sujetos sociales? ¿Gana en etnografía mediante la empatía con el testimoniante a como dé lugar? ¿Con qué herramientas analizar la historia y hasta qué punto las perspectivas de trabajo deben o no entrar en conflicto con lo tratado? ¿Dónde empieza el cine, dónde el documento?
Iván Pinto
Nota 6/10. Título: María Elena. Dirección: Rodrigo Lepe. Guión: Rodrigo Lepe. Producción: Leo Simonetti. Asistente de dirección: Joy Penroz. Dirección de fotografía: Eduardo Bunster. Montaje: Danielle Fillios, Rodrigo Lepe. Música: Juan Cristóbal Meza. Sonido: Álvaro Morgan. Documental. Duración: 40 min. País: Chile.