Lady Bird (1): Adolescentes como la primera vez
“What it all comes down to
is that everything is going to be quite alright
'cause I've got one hand in my pocket
and the other one is flicking a cigarette”
- Hand in My Pocket, Alanis Morissette
A diferencia de la mayoría de las protagonistas que nos encontramos intentando salir del nido para encontrarse con su propia identidad y entender quiénes son, a Christine McPherson (Saoirse Ronan) la conocemos cuando ella ya lo sabe, solo que busca la manera correcta de hacérselo saber al mundo. Ella es “Lady Bird”, una muchacha de 17 años en último año en un instituto católico que tiene su cabeza puesta en salir de Sacramento, esa ciudad de la costa Oeste a la que siente como una cárcel, en la que su madre es una estricta gendarme que le coarta toda la libertad que le gustaría tener pero en quien también puede cobijarse las tardes en que las cosas no salen como se suponían. Y aunque esta puede ser una descripción bastante correcta de la historia, si Lady Bird la leyera sin duda intentaría agregar las caminatas con su mejor amiga, los besos en el pasto, el estacionamiento abandonado, los cigarros nocturnos y las lágrimas escuchando a Dave Matthews Band. Porque así es ella y el debut de Greta Gerwig como directora y guionista en solitario: detallista, especial y con vida propia.
Lady Bird es una coming-of-age en la que seguimos a la chica que le da el título a la película en ese momento que el cine, y especialmente Hollywood, ha posicionado como un hecho intenso, clave y definitivo de las vidas: la transición entre los 17 y 18 años, cuando se acaba el camino marcado por los 12 juegos y ahora te toca a ti (en lo posible) explorar los límites y decidir qué hacer. Es por eso que acá están presentes todos los episodios clásicos: la graduación, la elección del vestido, los flechazos con compañeros de colegio, el goce de rebelarse contra las autoridades y la necesidad afirmarse como ser único e independiente. Pero decir que eso es todo lo que hay en la película es de un reduccionismo que habla más de la miopía de quien la ve, posiblemente producto del hastío hacia los títulos que hablan sobre adolescentes abandonando la niñez para entrar al club de los universitarios.
El triunfo de la cinta y de su directora es que se posiciona como un rito arquetípico desde la mayor de las especificidades. Dicho de otro modo, es un relato que podemos reconocer como universal y que es presentado con personajes tan singulares y específicos que dan vida a situaciones y escenas íntimas que no buscan haber sido vividas por nadie más que sus protagonistas, aunque sí resultan identificables a través del reconocimiento de sus emociones. No todos se han lanzado de un auto en movimiento ni hemos mentido al decir donde vivimos por vergüenza, pero sí podemos identificarnos y empatizar con la frustración ante la incomprensión familiar o hemos sacrificando ciertas verdades para encajar en un grupo.
Donde otras películas de descubrimiento personal le hubieran dado anabólicos al dramatismo convirtiendo cada decisión en algo de vida o muerte, la cineasta conocida por sus retratos como actriz de personajes en eterna construcción -como en Frances Ha (Noah Baumbach, 2013), The Dish and the Spoon (Alison Bagnall, 2012) y 20th Century Woman (Mike Mills, 2016)-, filma las dualidades y contradicciones con la modestia de lo transitorio y la calidez de un recuerdo emotivo. Y ahí se levanta segura y única Lady Bird, heroína de su propio cuento, en el que no duda de su pelo teñido de rojo, su música de radio alternativa y su ropa de segunda mano, como si nos dijera de antemano que todo saldrá bien, aunque no está segura cómo. Porque al final nada es tan terrible, pero no por eso es menos importante.
Aunque el personaje que interpreta Saoirse Ronan (actriz que hace tiempo viene brillando en cada papel que interpreta) ya es suficiente para sacar adelante cualquier película sobre el invierno de la adolescencia, es la inclusión de Marion (Laurie Metcalf), la madre, la que pone al filme a competir en otra liga.
La piel y el corazón a los 17 años es tan sensible y narcisista que ni cuenta nos damos de en qué andan los padres. Percepción que suele explotarse en las estructuras de estos filmes, pero no acá. La cámara, siempre invisible y en plena confianza en la puesta en escena, le entrega pantalla a la familia para mostrar sus preocupaciones, carencias y molestias. ¿Cuántas veces hemos visto a un adolescente de película espetar una ingeniosa y cizañera respuesta a los padres y salirse con la suya sin pensar que es dolorosa y que tiene que volver a sentarse con ellos a la once? Greta Gerwig lo sabe porque también fue una adolescente en Sacramento y por eso decide contar la historia desde las dos perspectivas: de la joven queriendo las libertades necesarias para tomar decisiones y de la madre aprendiendo a soltar y a lidiar con que ya no puede entregar todas las respuestas.
Es esta relación conflictuada y de antagonismo entre hija-madre la que hace entrar en escena los temas claves. El amor, en cualquiera de sus formas y empaques, no es perfecto ni se acomoda necesariamente a nuestras necesidades o expectativas, pero sí es seguro y constante. El retrato que filma entre Christine y Marion es la forma que tiene la directora de transmitirnos cómo cree que luce el cariño. Es por eso que solo cuando nuestra protagonista logra tomar distancia de la familia se termina reconociendo en ella.
Y en este viaje acompañamos a Lady Bird, viéndola crecer emocionalmente, cayendo y madurando en una película que hace fluir todo con sencillez y ternura, sin miedo a hacerla probar las amarguras y sinsabores de la desilusión en un proceso de aprendizaje que bien podría nunca terminar para nosotros, pero que la gran pantalla continúa ayudándonos a conciliar como ya lo hiciera tantas veces para otras generaciones. Y es por eso que seguiremos amando al cine.
Nota comentarista: 7/10
Título original: Lady Bird. Dirección: Greta Gerwig. Guión: Greta Gerwig. Fotografía: Sam Levy. Música: Jon Brion. Reparto: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Lucas Hedges, Beanie Feldstein, Tracy Letts, Timothée Chalamet, Odeya Rush. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: