La teoría del todo (James Marsh, 2015)

A simple vista, las películas que se catalogan dentro del género biopic parecen ofrecer una salida sencilla para los guionistas. La mayoría se basa en libros biográficos, donde el trabajo de investigación, e incluso, interpretación de los hechos, fue realizado por un escritor ajeno al mundo cinematográfico. Dada esta situación, cabe la pena pensar que el trabajo del guionista se limita a “copiar” este documento, y que no hay mucho más que agregar a la ecuación. Sin embargo, el asunto es mucho más complejo de lo que parece; un buen ejemplo de la complejidad de este trabajo puede verse en la película de Spike Jonze, Adaptation (2002).    El guionista debe adaptar el texto, debe transformarlo, rescatar lo primordial de la historia y hacer trabajar a ésta dentro de las normas del formato audiovisual. Lamentablemente, muchas veces se confunde el verbo adaptar con enumerar.

En resumidas cuentas, La Teoría del Todo  narra la historia del primer matrimonio del físico teórico inglés, Stephen Hawking (Eddie Redmayne) con  Jane Wilde (Felicity Jones). Todo el periodo comprendido entre sus años de universidad y sus grandes ideas queda retratada en los poco más de 124 minutos que dura.

Partiendo, infortunadamente, desde ese lugar común de la enumeración, los primero minutos de la película avanzan con cierta ambigüedad en la caracterización de su protagonista. El carácter del físico divaga entre la inseguridad y la confianza sin mayores explicaciones. Uno podría creer que esta actitud se deba a un capricho del intelecto del inglés, sin embargo, y pese a que esta explicación pueda funcionar, nunca se dejan sentadas las bases de esa increíble resiliencia que lo acompañará el resto del metraje. Sin embargo, y pese a este irresoluto comienzo, la película logra estabilizarse y gana fuerza al encontrar un asidero convincente al cambiar de foco: Lo que en un principio parece ser la historia de un gran hombre pasa a ser la historia de una gran pareja, que lucha para que su amor triunfe ante las adversidades, en este caso físicas y  filosóficas (la existencia de Dios). Sobre este punto vale la pena detenerse ya que es un cambio que salva a la película de naufragar en la indefinición de género, como sucede, por ejemplo, con El Código Enigma (Morten Tyldum), el otro biopic en cartelera.

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El guión de Anthony McCarten rescata esta historia y la cuenta sin sentimentalismos y de una forma muy atrayente. El aura que rodea a la pareja es de total incertidumbre, y McCarten lo aprovecha para generar interés en la historia que está contando. Sabe que, en cierta forma, lo que está narrando no es algo “nuevo” (una historia de amor)  y que, por esto, debe tomar acciones para que nos mantengamos sentados en la butaca. Por otro lado, la historia de amor que desarrolla es bastante tradicional pero que desemboca en un clímax que hace justicia a la película. No estamos hablando aquí de una reinvención del género romántico ni mucho menos, sino de un clímax adecuado, que no se siente ajeno a todo lo que nos va narrando. Por su parte, todo lo relacionado con los momentos más lúcidos del físico inglés están retratados con sencillez y sirven como una buena pausa de la historia principal. En este sentido, el guión es uno de los puntos altos de “La Teoría del Todo” ya que no solo logra retratar esta poderosa historia de amor sino que además logra articularla con la cotidianidad del genio inglés.

En cuanto al trabajo de dirección, James Marsh está a la altura de la historia que está contando. Las escenas de epifanía de Hawking están orquestadas con una sencilla poética que rescata toda la complejidad del momento. La parte de revelación final es, sin dudas, la mejor comunión entre estos dos elementos; una escena sencilla pero potente. Los momentos más íntimos de la pareja también quedan bellamente retratados, como así el paso del tiempo, gracias a un buen trabajo de fotografía.

Otro de los puntos altos es el reparto. Eddie Redmayne realiza un trabajo correctísimo, ya que logra transmitir el inefable carisma del físico inglés. Felicity Jones, por su parte, es el punto más alto dentro de este tópico, su interpretación de Jane es más que sólida; en sus movimientos se desprende el complejo carácter de una mujer que está en la constante lucha por la felicidad.

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En resumen, La Teoría del Todo es una película con una gran conciencia de lo que es: el biopic de una pareja con una historia de amor un tanto convencional (“pareja debe superar dificultades”). Y en este sentido, le hace un flaco favor a la figura del físico inglés; no en el sentido de que lo desprestigia sino en presentarnos una imagen poco acabada de su persona, una silueta como mucho.  Uno sale de la sala con la sensación de haber conocido en profundidad a esta pareja, pero de forma superficial a cada uno de sus integrantes. Un biopic con fallas pero que se destaca porque logra emocionar.

Josemaría Naranjo