Dios (2): Las paradojas del registro

En su segundo largometraje luego de Propaganda, el colectivo MAFI vuelve a aceptar el desafío de filmar una película colectiva sobre un eje específico. Si en el caso de la anterior eran las elecciones presidenciales del 2013, aquí se trata de la visita del Papa Francisco durante el 2018.  Como en la anterior, este elemento es solo el punto de partida para un punto de vista prismático en las cual confluyen distintas situaciones y conflictos sociales iluminados desde distintos puntos de vista y ángulos de cámara. Encontramos en el repertorio actual desde la crítica al fetichismo idólatra de los creyentes, a las manifestaciones sociales por la legalización del aborto pasando por grupos disidentes al interior de la iglesia así como los preparativos en torno a su llegada.

La propuesta estética de MAFI es clara. Como sabemos, lo que da unidad formal al ejercicio es el “dogma” de la filmación 1 plano/1 situación, sin corte, como una unidad narrativa autónoma, cuyo “sesgo” está construido por el punto de vista de cámara, cuestión que han desarrollado de forma ejemplar en los ejercicios on-line. Como en Propaganda, el desafío era construir desde esta metodología que subordina el plano a categoría trascendental, un largometraje donde el montaje pasa construir una unidad. En Propaganda por bastantes razones, este ejercicio se lograba con creces, entre otras cosas por la cantidad de elementos que se pusieron en juego, relativos, en primera instancia, a la clase política, segundo al momento político del país y tercero por una lúcida lectura “iconográfica” de la política. El montaje lograba no sólo unir secuencialmente las tomas, si no darles, en cierto sentido, el carácter de un “ensayo” estableciendo un montaje por líneas discursivas que se desarrollaban a lo largo del filme. Si lo pensamos así, Propaganda proponía una indagación cinematográfica en torno a un problema: la crisis de la política, la emergencia de lo político.

En Dios se proyectaba algo similar. Se trataba de filmar la venida del Papa en el momento de una crisis de legitimidad eclesiástica, un país convulsionado por distintas causas que ponían en tensión esta “visita incómoda”. El país, se divide así, entre devotos y no devotos, católicos instituídos y disidentes, aquellos que pertenecen y aquellos que se autoexcluyen. Asoma así un cuestionamiento a la Iglesia a partir de los casos de abuso eclesiático, en la protesta feminista pro-aborto en la Universidad Católica, o la expectativa del pueblo mapuche por que el Papa se pronuncie por su causa. Al interior, católicos también divergen o se acoplan a esta venida de forma diversa.

Una parte relevante del filme gira en torno a la producción iconográfica, el culto y la relación con el marketing: una gran circulación de dinero que produce una economía específica que se transforma en una mirada actualizada al “culto fetichista” donde feligreses fanáticos y grupos sociales- casi siempre de estrato popular- consumen, se apropian o reverencian determinados íconos religiosos. Las cámaras de MAFI muestran esto desde una posición ambivalente: a veces se hace énfasis en la dimensión íntima del creyente- un plano semipicado con un obrero orando antes de trabajar- otras más bien en los extremos del fanatismo- grupo de hombres penitentes- o sencillamente al borde del ridículo- una coreografía con muñecos del papa y música pop. De todo ello, vemos el funcionamiento, sus efectos, no necesariamente sus causas. MAFI hace alarde de esto, a partir del reiterado “gag visual”, donde la parodia o la sátira, como comentario alusivo o indirecto tendría cierta complicidad con un espectador determinado que compartiría el punto de vista ideológico del documental.

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Dios, en definitiva, confirma el método y una máquina aceitada para encontrar soluciones visuales a la hora de hablar de cine documental chileno. Se alejan- ¡por suerte!- del documental clásico institucional, y promedian con el observacional un punto de vista creativo y que pone de relieve la composición y el punto de vista de cámara.  Pero en Dios el punto de vista más problemático/indagatorio cede paso a una crónica más lineal y narrativa de los hechos, como si por esta vez la evidencia fuera más relevante que sus razones, como si todo este seguimiento se diluyera sin dejar la pregunta lo suficientemente planteada. Se suma a esto una dimensión ideológica y de clase que no deja de ser molesta: la pregunta por el sesgo privilegia a aquellos “otros” que fetichizan su culto, por lo general distribuídos hacia las capas sociales bajas más que a las altas, como si el culto idólatra estuviera presente en un solo sector social, acercándose peligrosamente a aquello que desde la década del setenta viene planteándose como “pornomiseria”. Dios, sin caer de forma definitiva en ello, si plantea dudas sobre el punto de vista desde el ángulo de la autoridad y el sujeto representado, en otras palabras, en torno a los límites éticos del encuadre. Que eso tenga, a su vez, relación con su modo representación elegido (observacional), tiene  todo que ver con la tensión no resuelta en el film entre control (de la mirada) y agencia (de lo real), en otras palabras, en la paradoja documental del registro.

Nota: 6/10

Título original: Dios. Dirección: Christopher Murray, Israel Pimentel, Josefina Buschmann. Guion: Antonio Luco, Israel Pimentel, Josefina Buschmann. Casa productora: MAFI. Producción: Diego Pino. Producción general: Alba Gaviraghi, Catalina Alarcón. Fotografía: Adolfo Mesías. Montaje: Andrea Chignoli, Javiera Velozo. Sonido: Diego Aguilar. Postproducción imagen: Kiné-Imágenes Producciones. Postproducción sonido: Sonamos. Realización: Realizadores: Josefina Buschmann, Valeria Hofmann, Pelayo Lira, Diego Ayala, Jeremy Hatcher, Ignacio Rojas, Israel Pimentel, Carlos Araya, Juan Francisco González, Daniela Camino, Adolfo Mesías, David Belmar, Antonio Luco, Christopher Murray, Aníbal Jofré, Tamara Uribe, Enrique Farías, Catalina Alarcón, Orlando Torres, Maite Alberdi. País: Chile. Año: 2019. Duración: 63 min. Distribución: Miradoc.