Pepa San Martín y su primer largometraje: “Rara es un road movie emocional, en que el público acompaña a esta familia que se va desfragmentando”
Cuando Rara, la película chilena de ficción inspirada en el caso de la jueza lesbiana Karen Atala (que perdió la tuición de sus tres hijas por su orientación sexual), tuvo su estreno nacional en el Festival Internacional de Cine de Valdivia, fue tanto el interés del público por verla que la capacidad del Aula Magna de la Universidad Austral se vio superada y quedaron 120 personas fuera de la sala.
Era la primera señal de que los espectadores le darían el Premio del Público del Festival Internacional de Cine de Valdivia al primer largometraje de Pepa San Martín, galardón que se suma al Premio Horizontes Latinos del 64° Festival Internacional de San Sebastián y el Gran Premio del Jurado en categoría “Generation” del 66° Festival Internacional de Cine de Berlín. Con su cortometraje La ducha (2009), sobre el desamor de dos mujeres que toman el último baño antes de separarse, Pepa San Martín ya había ganado un premio en 2011, el DAAD de la Berlinale, y abordado las relaciones homosexuales desde la pareja. Cinco años después lo haría desde la familia.
A la salida de la segunda función de Rara en Valdivia, su directora no sólo recibió felicitaciones del público por abordar la inclusión, sino también emocionados testimonios de hombres y mujeres que en algún momento se sintieron “raros” por algo. “Es una película sanadora” le dijo un hombre a la realizadora, resaltando su carácter esperanzador y luminoso al abordar la discriminación desde la cotidianidad de una familia con dos mamás; mientras una mujer le comentó con ojos vidriosos y la garganta apretada que ella se había refugiado en sus hijos cuando su familia le dio la espalda por ser lesbiana. O la joven estudiante que le explicó que, aunque ella no era homosexual, se había sentido muy tocada por la historia porque desde chica se sintió “rara” porque sus padres no comprendían su gusto por el arte. Y así.
Como asistente de dirección en más de 30 películas y dos anecdóticas escenas frente a la cámara, con Rara Pepa San Martín dirige su primer y galardonado filme, definido por ella misma como un “road movie emocional”. La película toca distintas fibras emotivas en el público que, como señala Pepa, acompaña a la familia homoparental de Sara de 13 años cuando su mundo compuesto por dos mamás comienza a desmoronarse.
Estrenada en 15 salas en todo el país, Rara retrata desde el punto de vista de una adolescente cómo su familia acogedora, cariñosa y cercana comienza a ser cuestionada por una sociedad que aún está lejos de reconocer los derechos de la diversidad sexual. Sobre cine de mujeres, derechos civiles, familias homoparentales y del perfil de los personajes de Rara, conversamos con su directora Pepa San Martín.
Marisol: En el conversatorio Cine y Mujeres del Festival de Cine de Valdivia señalaste que eras una activista, que te sentías orgullosa de ser mujer y de hacer cine de mujeres. ¿Hiciste un cine militante con Rara?
Pepa: Si tú ves mi militancia, a veces siento que yo soy más militante que la propia película. Yo no soy una persona que crea tanto en los dogmas, pero, sin embargo, no puedo deshacerme de quien yo soy: soy mujer, soy homosexual y así vivo mi vida constantemente; no dejo de ser esto cuando hago alguna cosa. Entonces, siento que la militancia que yo quería en esta película, el aporte que yo quería hacer, es la inclusión. Yo quería trabajar sin la carga de serlo. Yo debo reconocer que a mí se me olvida que pertenezco a una minoría, que no tengo derechos, que no puedo ser igual que todos; creo que eso es por donde vivo, donde me muevo, mi familia. Yo quise hacer una película no agudizando lo dramático, que yo creo que eso es algo que todavía nos viene de herencia de Estados Unidos, de Hollywood, que todos los gays sufrimos un montón, que el niño que dice que es gay es como “pobrecito, se va a quedar solo”. Desde ahí proviene no sólo mi película, sino proviene mi vida, con mis sesiones, mi forma de ser.
Marisol: ¿En qué sentido eres más militante que la película?
Pepa: Porque me gusta hablar con los temas frontales, yo no tengo problema en decir “yo hago cine de mujeres”. Hay cine latinoamericano, hay cine europeo, hay cine oriental. En cambio hay una especie de ofensa social, te dicen “¡cómo cine de mujeres, si el cine es el cine!”.Toda la vida el hombre ha hecho más cine que las mujeres, nadie lo puede negar.
Marisol: ¿Qué define el cine de mujeres hoy?
Pepa: Yo creo que las mujeres estamos atreviéndonos a hablar de los temas que a nosotras nos importan. Por ejemplo, cómo abordar la maternidad, el trabajo, la política, la crianza, los desamores, la vejez, todas esas cosas en que antes, de alguna manera, había una unificación del pensamiento, “deberíamos pensar todos iguales”, ¡pero no, pues! Yo no creo en la igualdad, por ejemplo. ¿Cómo era esa frase de Rosa Luxemburgo? “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. En el fondo, para tener libertad uno tiene que aceptar quién es y la mujer, quizás en algunas generaciones más cambie, tiene más roles en la sociedad, se preocupa mucho más de la casa. Ha ido cambiando, hay hombres que están cada vez más activos en todo eso, sin embargo las mujeres tienen más peso encima suyo, sobre todo familiar. Eso no quiere decir que sea un absoluto, porque hay papás súper empoderados y crían a sus hijos, pero son más escasos. Muchos se enojan cuando decimos esto, pero creo que las mujeres le tienen menos miedo a la emocionalidad: podemos llorar, podemos reírnos y eso no nos hace menos o más cool. Y somos gritonas y somos nerviosas y a veces pelamos el cable y a veces, no. Y creo que eso es de alguna forma el cine de mujeres, son temas desde otra perspectiva. Si nosotros hiciéramos un ejercicio en que el mismo guión lo dirigiera un hombre y lo dirigiera una mujer, sería distinta la película. Eso no me parece malo, me parece que es bueno que aprendamos a convivir en diferencia. Creemos que somos uniformados, todos iguales: ¡no, no me imagino un mundo así!
Marisol: ¿Por qué elegiste la perspectiva de una niña (Sara, de 13 años) para contar la historia?
Pepa: La primera parte del guión la escribieron desde el punto de vista de la mamá y era bien fome, porque yo me quería alejar de una película de tribunales, no quería tener a una Jodie Foster peleando por la igualdad de los derechos. Yo quería hacer una película familiar. Nosotros queríamos hacer una película que entrara a las casas de los no convencidos; los convencidos ya son nuestros, a mí me importa ahora el que duda. Ossandón por ejemplo o la Van Rysselberghe, gente que dice “se pueden juntar, pero criar es otra cosa”. O estas personas que dicen “una mujer lo primero que tiene que ser, es ser mamá, después ella”. Entonces, yo sentí que el adulto tiene la fuerza para cambiar su estructura mental, sólo para los niños; son ellos el motor de cambio del adulto. Yo creo que los grandes actos de discriminación del mundo pasan por ignorancia y el cine te permite reflejar otro mundo. Rara es eso lo que hace: es un road movie emocional. El público acompaña a esta familia que se va desfragmentando. Más allá si la mamá es lesbiana o no, esto se trata de una familia que se desfragmenta, que se quiebra. Uno de los aspectos es que un personaje es homosexual, pero la película tiene otras capas también. Salió de la sala una chica llorando que me decía “mis papás se separaron cuando tenía 13 años y me sentí totalmente reflejada”. Y eso me parece la inclusión y empezar a vivirla, no que sea solamente teórico. No es como que “ahora queremos ser inclusivos”, sino que implica una acción y siento que si nosotros no damos ese paso, nos estamos quedando pegados en un sólo tono y hay que empezar a ir un poquito más allá ahora.
Marisol: ¿Qué esperarías que pase, a nivel de debate público, con Rara?
Pepa: Está pasando. Hoy veía los matinales y ha sido tema. Estaba la Javiera Contador con la Mariana Loyola (que personifica a la madre lesbiana) hablando de qué pasa con estos niños, qué pasa en una familia cuando hay un gay, porque muchas veces se toma como centro el gay en sí. Pero cuando hay un gay que sale del closet, hay algo que pasa familiarmente, no es sólo lo que le pasa a esa persona. Es como cuando se muere o nace alguien en tu familia, surge otra estructura familiar. Yo tengo la teoría que los niños de las parejas homoparentales son los niños ilegítimos de los noventas, cuando los que no eran reconocidos eran de otra clase. Los niños de familias homoparentales, que existen, que están creciendo, no tienen los mismos derechos. Y ni siquiera se trata de los derechos de los gay, son los derechos de los niños. Si yo tengo un hijo con mi pareja ahora, a él se le prohibiría que tenga una relación legal con sus dos mamás. Entonces, si pasa algo, si mi pareja se muriera, por ejemplo, ese hijo no se queda conmigo, se queda con la familia de ella. Ese es un tema que se tiene que abordar. Nos quedamos con temas muy eróticos sobre la homosexualidad, muy morbo. Creo que eso lo tenemos que empezar a cambiar.
Marisol: ¿Qué le dirías a la gente que critica cómo planteas el personaje masculino, el exmarido de la madre lesbiana personificado por Daniel Muñoz, que le quita la tuición de las niñas por su orientación sexual?
Pepa: Hoy día un caballero me contaba que pensaba que iba a hacer mierda el personaje masculino y me decía que no lo sintió tanto. Yo quiero que la gente que se vea reflejada en ese personaje sienta que está equivocada. Yo creo en la ficción, mi película es de ficción y eso quiere decir que existe la manipulación. Por algo ese personaje masculino existe y mucho más escondido. Yo siempre digo que a mí me dan mucho miedo los progres, los que dicen a todo buena onda, pero yo siento que aún los homosexuales estamos en tela de juicio. Todavía tenemos que demostrar que somos buenos papás, tenemos que demostrar que somos buenos ciudadanos, tenemos que demostrar que somos personas normales. Entonces, cuando hay un conflicto es el hilo más fácil de cortar.
Marisol: La película es ficción, pero tiene varios elementos inspirados en el caso de la jueza Karen Atala. ¿Cómo se maneja la película en relación con él? Recordemos que fue el primer fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos donde se condena a un Estado, el chileno, por discriminación por orientación sexual.
Pepa: A mí me quebró mucho el caso de la jueza Karen Atala y yo comencé una búsqueda personal, seguí el caso sin saber que se convertiría en mi primera película. Pasó el tiempo y cuando ella gana el caso titularon “Jueza gana”, ¡pasaron 12 años!, ¿ganó qué? Ganó la sociedad (si se quiere), pero ella perdió desde que le quitaron las niñas. No hay retorno, nunca volvió a vivir con sus hijas. Yo leí todas sus entrevistas y cuando decido hacer esta película, me puse a investigar y tengo 120 casos en registro del setenta en adelante, donde era mucho más conflictivo porque antiguamente los hijos eran quitados por las propias familias. Ni siquiera por el marido. Era la mamá la que les decía que no podían criar a sus hijos, si tú vas a vivir tu vida este niño no puede hacerlo. Les quitaban a sus hijos y por la vergüenza de que esto se abriera no iban ni siquiera a tribunales. Amo la ficción, entonces yo no quise involucrarme tanto con la historia de la Karen más que lo que leí por la prensa y los otros casos, porque yo quería inventar el mundo que yo quería hacer. Hay cosas (similares), como que sea abogada, porque me parece increíble que una abogada que juró cumplir la ley era condenada por sus propios pares. Eso lo mantuve, pero muy poquito; no es algo que sea tan importante dentro de la película.
Marisol: Y el rol del profesor de Sara que le pregunta si no está incómoda con la situación por la “opción” sexual de su mamá. ¿Cómo funcionan aquí los dispositivos como la escuela en generar discriminación?
Pepa: De alguna forma, lo que quiero hacer con esas escenas es marcar que los niños no nacen con prejuicio, estos se heredan y lo hacen de esa forma. Ella (Sara, la protagonista) empieza a sentir la incomodidad que tiene la sociedad con su familia y empieza a enganchar con eso como una adolescente. Yo me acuerdo que en la adolescencia me daba vergüenza hasta la cara que tenía mi papá, todo te da vergüenza y es parte de la vida a esa edad. Y las palabras mal utilizadas: “la opción sexual”. ¡No es una opción!, nadie opta entre ser homosexual o heterosexual. Un poco me burlo, hay un sentido de burla cuando las niñas chicas tienen conversaciones sobre lo que dicen los demás. Al ver lo ridículo que se ve, uno se da cuenta que a veces lo dice. Tengo una amiga que hace poco vio la película en España y había dos españolas sentadas delante de ella en el cine. Cuando aparece el texto de la niñita que señala “mi hermano dice que es por genética (la homosexualidad) y puede ser hereditaria”, una española le dijo a la otra “¡pero Marta, si eso yo lo he pensado! Estamos todos súper equivocados”. Se produce un reflejo y dices “yo no quiero ser así” y te preguntas qué ser humano quieres ser, en qué te quieres convertir, en el que dice eso o el que lo aborda con amor. Ese es el juego que hace la película.
Marisol: ¿Qué te ha parecido la reacción de los festivales de cine en donde se ha presentado la película y en otras sociedades donde están más avanzados en el reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual?
Pepa: Yo pensaba que iba a ser un tema mucho más local, pero no es tan así. Los países que tienen leyes no son tantos -nosotros pensamos que son más de lo que es- como Argentina o España, pero Alemania, por ejemplo, no tiene matrimonio igualitario. En Italia, ni siquiera se pueden inseminar las mujeres lesbianas. Además, actualmente en Europa hay una vuelta a cuestionar este tipo de cosas. Y en los países donde tienen leyes hace diez años, los niños están creciendo. Es algo súper universal, podemos tener desfases de tiempo, pero los niños están creciendo y la sociedad tiene que adaptarse a esto nuevo. Antes en los colegios en los tiempos en que las parejas empezaron a separarse, había como dos separados en el curso y eran los raros los papás separados. Hoy, de los 30 alumnos, 25 tienen a los papás separados. Entonces empieza una adaptación social a la nueva vida. Ahora no es tan poco común que dentro del colegio haya dos hijos de parejas homoparentales, estamos en etapa de adaptación. Pero yo creo más en el texto más luminoso, más esperanzador en vez de decir “miren lo que nos están haciendo”, porque ya hay mucho de eso. Creo que eso es lo entretenido, buscar otras miradas a las cosas.