The Vast of Night: La amenaza desconocida

Aunque tiene una clara conexión con la ciencia ficción de mediados del siglo XX, The Vast of Night evita caer en el simple collage de influencias y guiños triviales. Más allá de un innecesario marco narrativo que hace recordar a series de televisión como The Twilight Zone, la obra se encarga de construir su propio estilo y ritmo. El guion maneja con destreza los elementos que estaban al alcance de esta producción de bajo presupuesto, prefiriendo las insinuaciones, las sutilezas, por sobre lo aparatoso. La historia avanza de forma meticulosa, dotada de la paciencia necesaria para levantar la intriga de lo que sucede, pese a que se trata de elementos conocidos.

Ambientada en 1958, la época en que transcurre la película The Vast of Night no solo permite establecer una conexión con una específica rama de la ciencia ficción, sino que determina el desarrollo de los acontecimientos narrados. Al no contar con internet ni teléfonos celulares, los personajes están sujetos a circunstancias más físicas o tangibles que si la cinta ocurriese en la actualidad, donde una búsqueda en Google podría ser un paso ineludible. Acá, en cambio, cuestiones como trasladarse de un lugar a otro, encontrar un medio de transporte, buscar pistas que están guardadas y contar con los medios necesarios para reproducirlas son factores esenciales en cómo se va desenvolviendo el relato.

La manera en que son filmadas algunas escenas también toma en consideración esa idea de lo corporal, ya sea siguiendo pacientemente a los protagonistas mientras conversan por la calle, camino a sus trabajos, o a través de un llamativo plano secuencia que atraviesa el pueblo donde transcurre la historia, para inyectarle emoción al momento y además darnos una noción geográfica de aquel lugar. El pueblo se llama Cayuga y tiene menos de 500 habitantes, un dato que le otorga cierta familiaridad a su comunidad, ya que cada integrante se conoce entre sí. La noche en que suceden estos hechos, casi todo el pueblo está en el gimnasio de la escuela para ver un partido de basketball del equipo local, y durante los primeros minutos del metraje el director Andrew Patterson nos muestra la idiosincrasia de ese tiempo y lugar específicos.

Los protagonistas no se quedan a ver el partido ya que deben ir a sus respectivos trabajos nocturnos, Everett Sloan (Jake Horowitz) al de locutor de radio, y Fay Crocker (Sierra McCormick) al de operadora telefónica. Gracias a la conversación que tienen en el trayecto conocemos sus personalidades e intereses, como el interés que comparten por la tecnología. Lo que podría haber sido una noche común y corriente cambia cuando Fay nota una interferencia en las líneas de teléfono, captando además un extraño sonido cuyo origen es desconocido, así que le pide ayuda a Everett para descubrir lo que está ocurriendo. Que el ficticio pueblo de Cayuga esté ubicado en el estado de Nuevo México, al igual que Roswell, nos da una idea de lo que están enfrentando.

Aunque tiene una clara conexión con la ciencia ficción de mediados del siglo XX, The Vast of Night evita caer en el simple collage de influencias y guiños triviales. Más allá de un innecesario marco narrativo que hace recordar a series de televisión como The Twilight Zone, la obra se encarga de construir su propio estilo y ritmo. El guion, escrito por Patterson (bajo el seudónimo James Montague) con la colaboración de Craig W. Sanger, maneja con destreza los elementos que estaban al alcance de esta producción de bajo presupuesto, prefiriendo las insinuaciones, las sutilezas, por sobre lo aparatoso. La historia avanza de forma meticulosa, dotada de la paciencia necesaria para levantar la intriga de lo que sucede, pese a que se trata de elementos conocidos.

Lo familiar del misterio no impide crear algo enigmático, ya que el director maneja esos componentes de tal manera que el resultado se siente novedoso. Es un ejemplo más de cómo la forma de presentar la información puede ser más efectiva que la información misma, al punto de que nos hace partícipes de esa mezcla de inquietud y fascinación que experimentan sus personajes. La película le debe mucho al arte de contar historias, esa práctica que es incluso anterior a la escritura y que es capaz de aprovechar el poder de la palabra para atrapar a los oyentes. Esta dimensión del relato, que está relacionada también con los radioteatros, lleva a Patterson a adoptar decisiones como fundir a negro la imagen mientras escuchamos la narración de un personaje, para que nos centremos solo en el sonido de su voz.

El personaje es Billy (Bruce Davis), un hombre que llama a Everett luego de que este transmite por la radio el sonido que encontró Fay, para ver si alguno de los auditores sabe de qué se trata. Los hechos que cuenta Billy en su relato entregan algo de luz sobre el origen del sonido y confirman algunas sospechas que los protagonistas y nosotros como espectadores tenemos. Sin necesidad de mostrar su rostro, el personaje es capaz de sumergir a la obra en una atmósfera cautivante, revelando además algunos secretos que le entregan una cuota siniestra al actuar de las autoridades. Detalles como esos demuestran que a veces el terror en este tipo de historias puede provenir de las propias personas más que de una amenaza externa.

La importancia que la cinta le da a lo sonoro, tanto en sus diálogos como en su diseño de sonido, no la priva de un buen manejo visual. Con la ayuda del director de fotografía chileno Miguel Ioann Littín Menz (hijo del cineasta Miguel Littín), la película logra un buen equilibrio entre los momentos vistosos y aquellos que son más sobrios, los que va seleccionando según lo que necesita cada escena. En The Vast of Night, la cámara está al servicio del guion y de los actores, potenciándolos con diferentes técnicas, como ocurre con un largo plano que acompaña al personaje de Sierra McCormick mientras trabaja como operadora telefónica. La atención está puesta sobre su rostro, que va reaccionando a las primeras señales de que algo no anda bien.

El cariño que Patterson demuestra por sus personajes le da a la obra un aire aterrizado, que se aleja de los ejercicios estilísticos preocupados de imitar otras voces, un defecto que se nota, por ejemplo, en Super 8 (2011) de J.J. Abrams y su afán por “capturar” el espíritu de Steven Spielberg. En este caso, el interés de la película consiste en buscar una voz propia, en explorar las posibilidades narrativas que le entrega el medio en lugar de clasificarlo todo en categorías cerradas y en géneros inalterables. Si acá llegan a surgir algunos rastros de otras obras, las alusiones se sienten más flexibles, dado que apuntan a cuestiones intangibles, a una esencia y no a lo superficial.

 

Título original: The Vast of Night. Dirección: Andrew Patterson. Guion: James Montague, Craig W. Sanger. Fotografía: Miguel I. Littin-Menz. Música: Erick Alexander, Jared Bulmer. Reparto: Sierra McCormick, Jake Horowitz, Bruce Davis, Gail Cronauer, Mollie Milligan, Richard Jackson, Gary Teague, Mallorie Rodak, Brett Brock, Nicolette Doke, Brandon Stewart, Jessica Peterson, Pam Dougherty, Laura Griffin, Antoinette Anders, Rob Bullock, Shelley Kaehr. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 91 min.