Tierra sola (3): Ni tan libres ni tan paraíso

Podría pensarse que Tierra sola centra su base en la revisión de los 32 documentales realizados en Rapa Nui durante diferentes épocas hasta la década del 70, como parte explicando en sus primeros minutos. Pero mientras avanzamos en este “zapping” histórico, que no se aquieta ni se adhiere a una consecución cronológica, el documental de Tiziana Panizza va exorcizando la mirada exótica que tomaron los etnógrafos y arqueólogos que filmaron ese material, y la vuelca hacia la mirada de los habitantes y de la isla misma. La elección de las imágenes, las secuencias repetitivas de moais, de tumbas, de expediciones, evidencian la falta de poética y de ética frente a un pueblo que en esos mismos instantes estaba viviendo un despojo de sus derechos fundamentales. Existe, desde las decisiones de la directora, una resignificación de las imágenes filmadas y encontradas, pues si en ellas hay “más moais que personas”, en su montaje, estas imágenes se ponen al servicio de su relato epistolar, casi como crónica de viaje (también una forma de registro típica hasta entrado el siglo XX), que posiciona el conflicto de la prisión -física y simbólica- como eje central de la historia. Un pueblo colonizado brutalmente, esclavizado a las fuerzas económicas, civiles y militares del Estado chileno, del que muchos intentaron escapar a través del muro de agua que les rodea, la mayoría sin éxito, prisioneros y privados de su propia tierra. Esta historia, cruzada con la construcción y documentación de un nuevo recinto penitenciario en la actualidad, sólo remarca las posiciones de poder en que, a pesar de encontrarse con una comunidad más unida, aún mantiene una precaria autonomía, y a pesar de tener espacios más abiertos en sus cárceles, el cuestionamiento de la libertad está en cada una de las escenas. El mar, el canto tradicional, las voces en off, la casi inexistente y sutil música, los silencios, se van colando al primer plano, incluso más presentes que las mismas voces, reforzando ese tránsito de la falta de gente (de pueblo) de las imágenes de archivo hacia el protagonismo de los gendarmes, prisioneros y familiares -estos sí grabados por Panizza- que transitan en esa pequeña porción de la isla. La decisión de usar el texto como recurso de cuestionamiento en toda la película, tanto para exponer explícitamente sus intenciones -un(a) narrador(a)/director(a)- como para transcribir algunas entrevistas, nos excluye del documental periodístico porque este no es un documental que busca exponer bajo alguna circunstancia a quien entrevista, sino que desde la observación intenta replantearse qué tan solos o qué tan libres están (estamos). tierra_sola Hoy por hoy existe una interesante corriente documental que ocupa material ya filmado (found footage), un tremendo banco de imágenes sobre distintos lugares y temáticas que desde ahí hace una revisión y crítica actualizada sobre un tema en particular. No creo que nos encontremos únicamente frente a eso en el caso de Tierra sola, porque ciertamente, más allá del material, lo que emociona de la película es el texto-imagen proporcionado por la directora, el que desmitifica a Rapa Nui como paraíso postal. Este documental, más que un capricho, es un ejercicio sincero. Un ensayo cuyo discurso se va construyendo a través del montaje, que intercala la experimentación de cámaras del archivo etnográfico, el 8mm y el digital de manera tal que no salte al ojo sino que lleve un ritmo marcado por el texto y la poesía interna. Porque, a pesar de que hace un siglo o menos (o incluso hoy) todavía se pensara que sólo hay una manera de contar la historia del otro, esta película nos recuerda que no, que no la hay, que también somos un punto en el mar.   Nota comentarista: 8/10 Título original: Tierra sola. Dirección: Tiziana Panizza. Guión: Tiziana Panizza. Producción: Soledad Silva, Macarena Fernández. Fotografía: Pablo Valdés. Sonido: Claudio Vargas. Montaje: Tiziana Panizza, Coti Donoso. País: Chile. Año: 2017. Duración: 107 min.