Somos una familia (1): Cotidiano criminal

Los santiaguinos hemos sido muy afortunados durante los últimos meses, ya que hemos podido asistir a varios estrenos bastante particulares, entre ellos el de varios de los últimos filmes dirigidos por uno de los cineastas japoneses contemporáneos más importantes: Hirokazu Koreeda, ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año 2018 por el filme que nos convoca hoy. Sin embargo, antes de este estreno pudimos contar con el visionado de Mi hermana pequeña (2015) en salas de cine arte y comerciales, además de Después de la tormenta (2016) algunas semanas antes, e incluso la presentación de The Third Murder (2017) en el contexto del Festival Cine UC del año pasado.

Estos tres filmes previos a Somos una familia presentan a Koreeda como una fuerza creativa dentro del contexto japonés, no por lo prolífica de su producción (otros cineastas como Takashi Miike o Sion Sono lo son mucho más), sino por la forma en que ensaya diversos temas, géneros y propuestas temáticas sin desviarse demasiado de la potencia estética de su cámara, la cual se precia por buscar la intimidad de sus personajes a través de una cercanía extrema, relacionada principalmente por la forma de filmar los espacios que habitan: muchas veces esos espacios son pequeños y la cámara se inserta de manera cómoda en los intersticios asentándonos en una realidad diferente de forma radical a la nuestra (más allá de la barrera cultural).

Por eso resulta interesante el último filme del director japonés ya que vendría a ser una suerte de “vuelta a las raíces”, buscando algo similar a lo que pudo lograr con Nobody Knows (2004), uno de sus filmes mejor recibidos por la crítica. En esa película  retrataba a unos niños que vivían solos en un hogar, siendo visitados una o dos veces al año por su madre, quien entregaba instrucciones y métodos para no ser descubiertos por la policía. En el actual, una familia formada por un padre (Lily Franky), su esposa (la impresionante Sakura Andô), y una serie de hijos de diferentes edades, viven juntos en el modesto hogar de la matriarca (interpretada por la recientemente fallecida Kirin Kiki). Todos los adultos trabajan, o reciben dinero de alguna forma, pero a la vez todos saben que la única forma de lograr sobrevivir es haciendo pequeños hurtos en tiendas, para lo cual los niños son los más entrenados.La anécdota en sí no es mucho más que la serie de eventos familiares de cualquier núcleo familiar japonés, desde los problemas de trabajo, las salidas a la playa, pero todo con el trasfondo del subterfugio y la trampa como una demostración de que la sociedad moderna japonesa (y en el resto del mundo) es voraz, y la única forma que muchos tienen de sobrevivir es siendo voraces de vuelta. Pero esa voracidad no es malvada, no se encontrarán ladrones de poca monta más agradables que en un filme de Koreeda, sino mas bien lo contrario, ya que el hecho que ancla la trama hacia lo más parecido a un arco dramático es cuando el padre encuentra a una pequeña niña abandonada lejos de su hogar.

Punto aparte merece la capacidad impresionante que tiene Hirokazu Koreeda de trabajar con actores infantes, siendo también una marca dentro de su filmografía, pero que al mismo tiempo lo transforma en uno de los mejores directores de actores a nivel mundial. El proceso creativo entre el guión y la improvisación (herramienta que ocupa para lograr la naturalidad de las interpretaciones infantiles), se conjuga de una manera precisa, entregándole una verdad que muchas veces resulta escasa en otras películas, haciendo de todo una suerte de juego, desde el llorar una muerte hasta ir a pescar con el padre. Es justamente una fortaleza dentro del cine de este director, ya que no le ha resultado ni le resulta un impedimento para tratar temas fuertes y confrontacionales para la sociedad japonesa.

Con el tiempo todos descubrirán que a quien han recogido para vivir con ellos es una niña perdida, buscada por su familia quien la perdió luego de una fuerte pelea. Sabiendo que tienen todo en contra,  se escudan y reaccionan, cambiándole el nombre a la niña, así como cortándole el pelo. Todos trabajan juntos para mantener el impulso familiar que los une. Mucho después descubrimos que todos los niños también son recogidos de la calle,  demostrando que la necesidad de formar el amor es como uno quiera vivirlo, más allá de las normas sociales.

El punto débil del filme es sin duda una suerte de moralismo o moraleja pseudo infantil, sobre todo considerando que no es una película dirigida para ese público, en el que la “lección” es que familia no es lo que nos dicen que es, sino que es lo que queremos que sea. Pero dentro del contexto social y económico japonés (y mundial a estas alturas), un mensaje de ese calibre sí puede resultar poderoso, pese a lo literal del tercer acto de este filme (que realiza un giro hacia lo policial). Finalmente, el filme se luce en su tratamiento de los espacios, sus estupendas actuaciones (de literalmente todos y cada uno de los personajes), y la forma en que enfoca social y moralmente los actos criminales, dentro de una cotidianidad que los hace sobresalir aún más.

Nota: 7/10

Titulo Original: Manbiki Kazoku. Año: 2018. País: Japón. Director: Hirokazu Koreeda. Guión: Hirokazu Koreeda. Género: Drama, Pobreza, Familia. Duración: 121 minutos  Reparto: Kirin Kiki, Sôsuke Ikematsu, Lily Franky, Moemi Katayama, Sakura Ando, Mayu Matsuoka. Distribuye: CDI FILMS.