Parasite (2): La pregunta errada

La casa de la familia Park es un lugar amplio y luminoso, tocado por la luz del sol, en donde el exterior se observa como si fuese una pantalla de televisión y todas las escaleras parecen subir sin fin. Es en esa casa en la que la familia Kim se siente a sus anchas. Lo que Bong hace es instalar aquí un concepto que ronda toda la película. ¿Cuál es la diferencia real entre una familia u otra? ¿Existe realmente?

El extraño embrujo de Parasite (2019) ha logrado convertirla en la joya de la temporada de premios. Tanto así, que su director, el coreano Bong Joon-ho no sólo se ha posicionado como una súper estrella en Hollywood, sino que además los medios ya han tratado de amoldarlo a su forma de tratamiento, dirigiendo todas sus luces a una historia que se encuentra en un lugar muy distinto al glamour del star system.

“Todos vivimos en un país llamado capitalismo” señaló en alguna entrevista el director, intentando explicar también la forma en la que su película ha logrado generar empatía en los espectadores. Particularmente, su forma de tratar la historia de dos familias que confluyen ha logrado hacer espejo en muchas de las realidades que vivimos diariamente en sociedades como la nuestra, que cuenta con fuertes estructuras de poder y segregación económica.

Cuando la vida no ha dado oportunidades, nada puede despreciarse, parece decirnos el autor desde su primera toma, una cámara que desciende hasta mostrarnos el hogar de la familia Kim, compuesta por el padre, la madre y dos hijos adultos. Aparentemente sin empleo regular, la familia arma cajas de pizza para obtener sustento, mientras deja que los gases fumigadores entren a su casa para acabar con las cucarachas. La familia no lo sabe aún, pero se encuentran en el borde externo de la sociedad.

Las cosas cambiarán cuando el hijo, Ki-woo (Woo-sik  Choi), logra hacerse de un lugar en una casa adinerada, la familia Park, para dictar clases particulares a la hija adolescente. Mediante varias estrategias, el joven logra ingresar a este mundo y con ello urdir un plan para ir incorporando a los miembros de su familia de a uno por uno como empleados de la casa; su hermana como profesora de artes, su padre como chofer y finalmente su madre como ama de llaves de la casa. Ellos se contraponen a la familia Park, también compuesta por cuatro personas, y cuyos intereses están lejos de lo que ellos viven en su realidad.

Hasta este punto, el director logra llevarnos por un camino sinuoso, con altos tintes de comedia y sarcasmo, algo que ya habíamos visto en The Host (2006) y Okja (2017). Sin embargo, lo que al principio parece una comedia inteligente y satírica hacia el final del segundo acto cobra otro matiz, mucho más crudo y, por supuesto, mucho más violento.

Parasite está siendo catalogada, entre otras cosas, como una obra acerca de las profundas diferencias sociales a las que se enfrenta no solo Corea del Sur, país de origen de la cinta, sino que también, toda aquella porción del planeta que ha caído bajo el influjo del capitalismo más descarnado. Es ahí donde, tal como decíamos antes, Bong Joon-ho siente que hace el enlace con sus espectadores. Sin embargo, no es solo eso. Parasite también es un tratado cinematográfico acerca de cómo los más variados géneros visuales y narrativos pueden confluir en una sola obra, sin que estos aparezcan forzados y sin que los espectadores puedan perder el foco. Muy cercano al estilo clásico de Alfred Hitchcock, Bong mantiene la tensión en medidas justas, lo que nos lleva a vivir de manera muy íntima los procesos de las acciones. Parasite es tanto un thriller como una comedia, porque la ambivalencia que vivimos como sociedad así lo requiere.

Con todo, la violencia que vivimos en la película no es tanto física -que la hay- como psicológica. El director de fotografía, Hong Gyeong-Pyo, a quien antes vimos junto a Bong en Madeo (2009) y Snowpiercer (2013) y en la brillante Burning (2018) de Lee Chang-dong, encuadra y compone cada uno de los detalles para que no pasen inadvertidos. La manera en la que filma a ambas familias permite saber cuál es el lugar de cada una, merecido o no, marcando distancias cuando filma el descenso de la familia Kim hacia su hogar mediante un travelling vertical, o igualando a sus personajes cuando lo hace de manera horizontal, tipo de filmación que, curiosamente, solo se da dentro de la casa de la familia Park.

Esta casa también filtra el origen de cada uno. La casa de la familia Park es un lugar amplio y luminoso, tocado por la luz del sol, en donde el exterior se observa como si fuese una pantalla de televisión y todas las escaleras parecen subir sin fin. Es en esa casa en la que la familia Kim se siente a sus anchas. Lo que Bong hace es instalar aquí un concepto que ronda toda la película. ¿Cuál es la diferencia real entre una familia u otra? ¿Existe realmente? Esto se potencia con la banda sonora, un acompañamiento que decide explicar las acciones, más que las motivaciones de los personajes, incluyendo melodías que parecen sacadas de otro tiempo, y el uso de una sierra musical, que le da un tono fantasmagórico, y que parece indicarnos que estas personas, que vienen de “otro lugar”, emergen casi de la nada para la familia Park.

Frente a esta cinta, se ha insistido en realizar una pregunta: ¿quiénes son los parásitos? Según la RAE, el parasitismo es un tipo de simbiosis donde uno de los participantes, el parásito, depende de otro, llamado “huésped”. En la mayoría de los casos, el huésped sufre algún tipo de daño, pero a la larga, ambos organismos terminan necesitándose mutuamente. En Parasite entendemos esa simbiosis, no como una forma colaborativa de vida, sino por el contrario, como el reconocimiento del otro como una plaga con la que hay que acabar a como dé lugar. La violencia de esta idea queda reflejada en el territorio conocido de la familia Kim y su casa en el semisótano, con un techo imposible de traspasar y la convicción de que es el sistema imperante el que no permite que ese techo se traspase.

Parasite puede marcar un hito, mucho más allá de los premios que pueda ganar, porque nos ha permitido comprender que nuestra realidad no sólo nos golpea a nosotros. En eso, nos parecemos al Señor Kim, tomando el cuchillo un segundo antes de cometer el acto de su vida. Los despertares son así, y cuando ocurren, ya no hay forma de dar pie atrás.

 

Título original: Gisaengchung. Dirección: Bong Joon-ho. Guion: Bong Joon-ho. Fotografía: Hong Kyung-Pyo. Montaje: Yang Jin-mo. Música: Jaeil Jung. Diseño de producción: Lee Ha-jun. Reparto: Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Park Seo-joon, Lee Jeong-eun, Park Keun-rok, Hyun Seung-Min, Andreas Fronk, Park Myeong-hoon, Jung Hyun-jun, Ji-hye Lee, Joo-hyung Lee, Jeong Esuz, Ik-han Jung, Seong-Bong Ahn, Dong-yong Lee, Hyo-shin Pak. País: Corea del Sur. Año: 2019. Duración: 132 min.