One Cut of the Dead: Hágalo usted mismo

Tras el renacimiento experimentado hace algunos años, que se extendió a series de televisión, películas y videojuegos, el subgénero de los zombies ha alcanzado un punto de relativa quietud, en el que sus trabajos ya no llaman demasiado la atención y las historias narradas se volvieron algo repetitivas. Es un proceso habitual que experimentan las obras que giran en torno a un determinado elemento cuando se vuelven populares, las que tienden a acrecentar sus semejanzas y se vuelve difícil encontrar proyectos que sobresalgan. Mientras algunas películas como la coreana Busanhaeng (Train to Busan, 2016) destacan por su intensidad y buen manejo de las convenciones del género, otras como la japonesa  One Cut of the Dead van más allá y crean algo realmente innovador.

El punto de partida presenta aspectos familiares de este tipo de obras, ya que muestra a un grupo de personas filmando una película de terror en una fábrica abandonada, en la que se rumorea ocurrieron unos perturbadores experimentos con humanos. El director (Takayuki Hamatsu) no está contento con la interpretación de su actriz principal (Yuzuki Akiyama), cuyas reacciones de pavor no le resultan convincentes, así que el rodaje se ha vuelto muy tenso. Mientras el equipo espera para continuar con la filmación, y la maquilladora (Harumi Shuhama) explica su afición por las clases de defensa personal, los personajes son atacados por unos verdaderos muertos vivientes, que transforman la situación en un caos de sangre y violencia. Esto, sin embargo, es aprovechado por el director, que lo ve como una oportunidad para capturar un mayor grado de credibilidad de su actriz, con tal de alcanzar esa anhelada autenticidad que quiere lograr.

La idea de un grupo de personajes que son atacados por zombies de verdad mientras están filmando una película de terror ya había sido desarrollada por el propio George A. Romero, el padrino indiscutido de este subgénero, pero One Cut of the Dead es capaz de tomar esa idea y darle un llamativo giro. Filmada sin cortes, la primera media hora del metraje transmite ese interés que generan los planos secuencia cada vez que aparecen en alguna película, debido al desafío de carácter técnico que implican, exigiendo una alta coordinación y concentración de todos los involucrados. En este caso, además, las dificultades eran mayores ya que implicaban momentos que requieren la presencia de efectos especiales cuando ocurren los ataques, desde cambiar el maquillaje de un actor hasta mostrar decapitaciones.

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A medida que este plano secuencia se va desenvolviendo, hay algunos detalles de la producción misma que llaman nuestra atención, como el bajo presupuesto de la obra o ciertos momentos que se alargan más de la cuenta debido a una aparente falta de coordinación entre los participantes. Ese tipo de manifestaciones alcanzan un grado aún mayor con instantes en los que queda expuesto algo tan básico como el punto de vista desde el cual es narrada la obra. Aunque la cámara que registra los esfuerzos de los personajes por hacer su película y luego sobrevivir a los zombies ocupa un lugar, en principio, externo a la acción, como un simple testigo de los hechos, surgen oportunidades donde se pone en entredicho ese enfoque, con el director dirigiéndose directamente a quien está filmando, salpicones de sangre que manchan el lente, e incluso un tropiezo del camarógrafo que lo deja tirado en el suelo.

Cuestiones como esas no son acontecimientos aislados, sino que apuntan a la base de la obra.  El plano secuencia que inicia la cinta ocupa solo el primer tercio del metraje, y una vez que termina se da paso a un flashback que le entrega contexto a lo que acabamos de ver. Vi esta película sin saber demasiado sobre ella, y eso me permitió disfrutar más algunas de sus sorpresas, así que la idea es no revelar demasiado en esta reseña. Basta decir que One Cut of the Dead posee un importante componente de metaficción, que apunta a la esencia de la creación cinematográfica, lo que le entrega un atractivo adicional a una obra que parecía ser un poco más básica. Se trata de una de esas agradables sorpresas que de vez en cuando encontramos, y que como no son tan conocidas dan ganas de recomendarlas al mayor número de personas posible.

El segundo tercio de la película es algo lento, dado que se encarga de presentar la situación y a los personajes, preparando así el terreno para lo que ocurrirá en su entretenido clímax. Uno de los principales elementos que permiten el éxito del relato es la presión que existe por concretar un determinado producto, lo que le entrega a la obra un sentido de urgencia que se transforma en su gran aliado. Es gracias a esto que la película logra capturar el espíritu del proceso de filmación, que muchas veces enfrenta a sus encargados a situaciones inesperadas que exigen la capacidad de adaptarse y solucionar problemas. El cariño que la cinta demuestra por el cine y su realización la emparenta con títulos como Ed Wood (1994) de Tim Burton y el documental American Movie (1999) de Chris Smith.

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Es en este último tercio donde la cinta sale a relucir, ya que los elementos que fueron preparados durante las secuencias previas dan sus frutos y eso permite que cada una de sus piezas encaje en su respectivo lugar. Durante los minutos finales la obra nos muestra una nueva dimensión de algo que ya habíamos visto, lo que entrega una experiencia totalmente diferente para la misma situación. Una comedia como Shaun of the Dead (2004), de Edgar Wright, exhibe una clara reverencia y cariño al cine de zombies, a través de diferentes guiños y homenajes, pero One Cut of the Dead ocupa una estrategia distinta, ya que los muertos vivientes son solo el punto de partida para acentuar otro aspecto del relato. La utilización de estas criaturas apunta más al vínculo que tienen con el cine de bajo presupuesto, a aquel que se hace con más ganas que dinero, siendo ese el núcleo de la película japonesa.

A pesar de sus herramientas que apuntan a la metaficción, la cinta no se transforma en un ejercicio vacío de irreverencia ni en intentos simplones de aparentar ingenio, sino que logra transmitir algo que no siempre vemos reflejado en las películas: entusiasmo. Debido a esa energía, a esa chispa, podemos habituarnos a la a veces exagerada interpretación de sus actores, a la caracterización algo rudimentaria de los personajes, y a una relación padre-hija que no tiene la profundidad que uno desearía. Esos elementos terminan funcionando en un nivel más primario, que se ve beneficiado por unos minutos finales de buena calidad, en los que es difícil no sentirse también parte de la acción.

El título en inglés de la obra hace referencia a una fórmula que George A. Romero ocupaba para nombrar a sus películas sobre zombies, pero la esencia de la película se ve mejor representada por su título original en japonés (Kamera o tomeru na!), que puede ser traducido como “¡No detengas la cámara!”. La idea es reiterada en los créditos finales de la cinta, que incluso nos entregan una perspectiva adicional a las que ya habíamos visto durante el resto del metraje.

 

Nota comentarista: 7.5/10

Título original: Kamera o tomeru na!. Dirección: Shinichirô Ueda. Guion: Shinichirô Ueda. Fotografía: Takeshi Sone. Edición: Shinichirô Ueda. Reparto: Takayuki Hamatsu, Yuzuki Akiyama, Harumi Shuhama, Ayana Gôda, Miki Yoshida, Kazuaki Nagaya, Hiroshi Ichihara, Takuya Fujimura, Yôko Takahashi, Satoshi Iwagô. País: Japón. Año: 2017. Duración: 95 min.