Nymphomaniac Vol. I (Lars von Trier, 2013)

Como construcción de una determinada atmósfera del deseo, el preludio de Nymphomaniac logra cuotas de perfección: el chirriar de las cañerías en desuso, la lluvia convertida en pequeñas manchas de espuma, el deslizar de la cámara sobre la humedad de los ladrillos; toda imagen y todo sonido pareciera ser el indicio de una pulsión en ciernes: una sigilosa fuerza natural que se mantiene activa y oculta, guiando los movimientos de la consciencia-cámara con una funesta facticidad…

Nymphomaniac trata acerca de Joe, una ninfómana que luego de haber sido golpeada y abandonada en la calle, es acogida por Seligman, un carismático transeúnte que la interna en su casa y le recuesta para darle descanso. Atribuyéndose a sí misma la culpa de su golpiza, Joe comienza a desahogar su pesar ante la situación, contándole a su momentáneo anfitrión, todas las desventuras sexuales que, a lo largo de su vida, la han traído hasta aquel punto.

En principio, podríamos decir que la película se estructura como una extensa “conversation piece”;  toda su fuerza y su centro temático radica en la discusión y en el esclarecimiento moral acerca de si las acciones de su protagonista son o no condenables.Por un lado, tenemos la opinión recriminatoria de la misma Joe, quien en vista de su naturaleza lujuriosa, está convencida de ser una mujer egoísta; por el otro lado tenemos la actitud absolutiva de Seligman, un hombre que asume el egoísmo de Joe como algo natural y por lo tanto como algo que no es condenable.

Como ya nos tiene acostumbrados, Trier articula su clásico cuestionamiento metafísico acerca del comportamiento antisocial delos hombres, pero esta vez de una forma mucho más explícita, dejando de asolapar sus ideas en la acción y los hechos (Dogville, Antichrist, Melancholia) y decantando por una resolución verbal que se asimila bastante a la confesión.

Sobre la sensualidad del filme nos encontramos ante un objeto reacio a ser catalogado como erótico, ya que contrariamente a lo que se pensaba del filme,  probablemente nos encontramos ante la obra más racional y menos sensual de su director. La voluntad de  Trier por trabajar con contenido sexual explícito no pareciera buscar un efecto lascivo, sino más bien por el contrario, una finalidad crítica que subyace a su propia materialidad.  Bajo esta misma perspectiva, que las escenas de sexo del filme sean realistas pero no estén revistas de erotismo pareciera ser un presupuesto integral de su punto de vista. Me explico: a través de la figura de la ninfómana como ser que ha disociado al sexo de su placer, la estrategia de  Trier pareciera apuntar a una identificación netamente intelectual, disociar el sexo de su placer la estrategia de Trier pareciera apuntar a una identificación netamente intelectual con la protagonista, conminándonos a leer sus actos desde una distancia emocional que logra distanciarnos del acto sexual y convertirlo en objeto de análisis.

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El hecho de que Joe utilice constantemente el sexo como una forma de adquirir respeto y poder ( el perturbador concurso sexual en el tren, la violación al pasajero reacio, por ejemplo), nos da varios indicios de a donde Lars desea apuntar con su particular enfoque.  Para el perspicaz director, el acto sexual pareciera develar, no sólo la búsqueda inevitable de placer, sino más bien, y con mayor énfasis, el mecanismo de poder que articula cada una de las relaciones personales del filme, funcionando como una suerte de apetito compulsivo que se distribuye en los personajes y termina por desbordar a la hybris de su protagonista.

Sobre la particularidad estética de la película se podría ahondar bastante, pero sintetizándola, encontramos en ella una pretendida in-organicidad y un inusual barroquismo de recursos. Como uno de los principales recursos descriptivos se destaca el uso de metáforas y digresiones visuales introducidas por Seligman entre los relatos. Otra característica indistinta de in-organicidad es la gran cantidad de guiños y referencias que la película evoca.   Aparte de citar a la cultura pop con la canción “Born to be wild” del clásico filme Easy rider el danés se de el lujo de citar Stanley Kubrick en más de una ocasión (su vínculo mediante la banda sonora de Eyes Wide Shut es inconfundible).Formalmente, nos encontramos ante un Lars que ha logrado combinar a la perfección su costado experimental con su fuerza narrativa, logrando en todo momento,el manejo de una sensación lúdico-didáctica que envuelve el relato con singular ironía.  En su ímpetu creativo, el director no duda en filmar la escena de la mosca en un formato fílmico distinto al principal, o en cambiar el color de la escena del luto paterno a “blanco y negro”, o a ralentizar la caña de pescar en orden de tornarla estela poética. En el film Lars von Trier se da hasta el lujo de jugar plasticamente con las características de la imagen, añadiéndole a veces números (mecanismo de de-sexualización de la imagen)  e inclusive dividiendo la pantalla en tres, musicalizando cada una de sus partes para generar un sonido de conjunto.  (¿El panorama armónico-sexual del ser humano?)

Para concluir, sólo puedo decir que nos encontramos ante una película muy interesante y con un director en pleno apogeo de su forma. Sin lugar a dudas, esta historia moral y las preguntas que suscita, piden imperiosamente ser revisadas y analizadas en el siguiente volumen.

Rodrigo Delgado