Nomad. In the footsteps of Bruce Chatwin: Cruzada errática

Siendo una película polifónica construida por voces, tesituras y tonalidades, se destaca el juego de temporalidades y el cruce que genera con la trayectoria cinematográfica del propio Herzog. Quienes hemos podido sumar títulos del realizador alemán, en esta oportunidad se nos entrega la posibilidad de encontrarnos con la imagen de Chatwin, en relación a los afectos que Herzog fue construyendo estrechamente con el legado del escritor. El eco de las memorias, las particularidades de la personalidad de Chatwin y los alcances que significó su paso por el mundo, nos conducen a una experiencia que ocupa el soporte de lo biográfico para hablar de habitantes que ya no existen, cantos colectivos y confines australes.

El seguimiento documental declarado por el propio director como cruzada errática, se construye por ocho capítulos que orbitan distintas memorias en torno al escritor inglés Bruce Chatwin. Lo mismo que espejos, la película se sirve de los reflejos en los que Herzog y el escritor se miraron –y encontraron– a través de sus viajes y nomadías. Convocado por las tradiciones que buscaban resistir a la occidentalización forzada, la película va pesquisando los ecos del escritor a través de las diásporas que recorrió y exploró. 

Siendo una película polifónica construida por voces, tesituras y tonalidades, se destaca el juego de temporalidades y el cruce que genera con la trayectoria cinematográfica del propio Herzog. Quienes hemos podido sumar títulos del realizador alemán, en esta oportunidad se nos entrega la posibilidad de encontrarnos con la imagen de Chatwin, en relación a los afectos que Herzog fue construyendo estrechamente con el legado del escritor. El eco de las memorias, las particularidades de la personalidad de Chatwin y los alcances que significó su paso por el mundo, nos conducen a una experiencia que ocupa el soporte de lo biográfico para hablar de habitantes que ya no existen, cantos colectivos y confines australes.

No es casual que el primer capítulo, titulado “La piel del Brontosaurio”, sea un puente geo(bio)gráfico entre el escritor y su publicación En La Patagonia (1977). Mediante el mismo, Herzog se encarga de entregar diferentes paisajes de la vida de Chatwin, entre ellas, el trozo de piel que su abuela conservaba con el convencimiento de que pertenecía a un Brontosaurio. El hallazgo de la misma nos ubica en el año 1895 cuando un grupo de colonos, en la cueva que hoy se identifica como “La Última Esperanza” (Punta Arenas), dio con los restos de lo que fue reconocido posteriormente como un Milodón. 

Tal hallazgo, si podemos mirarlo así, no solo se condice con la infancia del escritor y la fábula mítica del animal prehistórico, al mismo tiempo nos traslada al año del nacimiento del cine, o más bien, al nacimiento de un formato que se sirvió de imágenes y movimientos. Ambos hallazgos –puestos así– se inscriben como nudos para impulsar la exploración que la película convoca: la piel como materialidad táctil y el cine como soporte háptico. Sé que esto último no se declara como tal en el documental, sin embargo vale su señalamiento cuando nos detenemos en lo que el director nos muestra a través de sus registros, a propósito del seguimiento que hace del trozo de piel y de la cueva que germinó en enigma. Más todavía, y entendiendo que la película parte con este hallazgo, Herzog pone en primer término la inscripción de una figura que reza: “Empiezo un largo viaje” para hacer el símil entre la historia de la piel y la vida del escritor. No siendo solo el hallazgo de una piel o el año de un nacimiento, el director aborda este hecho para presentarlo como la piedra angular que llevaría al propio Chatwin a recorrer diferentes confines. He aquí el ingenio de Herzog para presentar el ímpetu del escritor como una resonancia de los diferentes hitos geográficos que la película recorre. 

El hilo de los siguientes capítulos se instala tejiendo las nomadías de Chatwin y del director cruzando diferentes paisajes y recuerdos, de los que se destaca su primer encuentro en Coober Pedy (Australia) el año 1983. Antes de profundizar en este hecho la película retorna al enigma de la piel, para detenerse en las pieles que a Herzog le llaman la atención: réptiles. Con este solo gesto traducido en lo que se nos da a ver, nos trasladamos sensorialmente a las regiones desérticas de las llanuras australianas, las mismas que convocaron a Chatwin a instalarse con grupos aborígenes para estudiar los cantos que ellos empleaban como mapas para cruzar los desiertos. Dado que Herzog se encontraba en la producción de la película Donde duermen las hormigas verdes (1984), el encuentro entre ambos no solo inscribía lo que era evidente, a su vez afianzaba la complicidad y admiración que sentían de forma mutua por el acto de andar.  

Al lado del enigma que cifraba el mito de los aborígenes australianos en torno a un canto que daba origen y sentido al mundo, Chatwin estaba convencido de que el lenguaje, la canción, el pensamiento y la poesía compartían un mismo origen. Desde aquí, y en base a la pregunta maravillosa que formula un anciano Alyawerre sobre cuál fue primero, si el paisaje o la canción, Herzog nos aborda desde el propio enigma para encontrarnos con los registros de los últimos nómades de Tierra del Fuego en el extremo sur de Chile. El cruce que sitúa en las regiones australes busca entregarnos las fascinaciones que movilizaban al escritor para ir obcecadamente a encontrarse con estas memorias y con la forma en cómo dichos habitantes entendían su relación con el mundo. La narración de Herzog va entronizando los registros fotográficos de dichos habitantes, hasta dar con las razones de su exterminio. Las formas en cómo pintaban sus cuerpos y las fantasmagorías en las imágenes tomadas a fines del siglo XIX, traslucen la fascinación de Chatwin y el retorno constante a estos páramos. Por su parte, la data histórica de la narración en off y las condiciones del montaje, nos permiten como espectadores volver al punto inicial de la película. Muy cerca del hallazgo de la piel, y del nacimiento del cine, dichas tribus eran trasladadas para ser exhibidas en los zoológicos humanos emplazados en diferentes ciudades europeas. Herzog pareciera estar consciente de que todos estos enlaces interceptan la figura de Chatwin, y los aborda para intencionar una andadura de temporalidades y presencias sensibles.

Desde aquí, la película va reanudando diversos registros para encontrarnos con el último trayecto en vida del escritor; el enigma de los cuerpos pintados de las y los Fueguinos nos traslada a un recuerdo particular. Días antes de morir, Chatwin revisó Woodaabe, Herdsmen of the Sun (Herzog, 1988), con la cual pudo encontrarse con imágenes de otros rostros pintados y otras llanuras desérticas. Mediante este cruce el director va desandando los trayectos emprendidos por Chatwin, al mismo tiempo que nos presenta los insertos de la película como las últimas imágenes que pudo ver el escritor antes de que cayera en coma. Si bien la narración aborda la muerte, más que enconar el deceso como un hecho, Herzog nos termina intercambiando el cuerpo ausente del escritor por su mochila de viaje. Días después de su partida, Elizabeth –la esposa de Chatwin– hace el respectivo envío al director, la cual fue usada en la película Grito de Piedra (1991) como gesto-homenaje a la retirada del escritor del plano terrenal. 

Finalmente, Herzog toma las aristas de los ochos capítulos para anudarlas en la ruta que realiza en compañía de la mochila del escritor. Bajo estas consideraciones, es posible reconocer que la experiencia de visionado culmina como un proceso ritual, no tanto por el hecho de haber vehiculado la presencia del escritor, sino por traer al presente lo que también ha dejado de habitar en este plano. Los recorridos terminan por dejar abiertas las preguntas y la escuchas, todo termina por guardar silencio para preguntarse si es posible escuchar el eco de las experiencias pasadas. Con todo, las nomadías convocadas por Chatwin terminan por alcanzar la máxima de Herzog como una última resonancia: el mundo se revela a los que viajan a pie

 

Título original: Nomad: In the Footsteps of Bruce Chatwin. Dirección: Werner Herzog. Guion: Werner Herzog. Fotografía: Louis Caulfield. Música: Ernst Reijseger. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 89 min.