Mientras seamos jóvenes (Noah Baumbach, 2014)

En la medianía de sus vidas, Josh y Cornelia han llegado a los 40 años sin hijos. Intelectuales y progresistas, se han desmarcado de los imperativos cronológicos de la sociedad, haciendo uso de una libertad conquistada en base a la renuncia de los convencionalismos.

Centrados en sus carreras, él, documentalista, ella, productora, el subrepticio eco de una paternidad inexistente comienza a hacer patente el vacío en sus vidas con el nacimiento del hijo de sus mejores amigos. Es ahí, donde aquello que se autoproclamaba como una decisión se transforma en carencia, en extravío. Estos dos adultos jóvenes enfrentados a la pregunta por la legitimidad de sus determinaciones, comienzan a indagar en su inalterabilidad; por un lado, la improbabilidad biológica de ser padres y por otro, la constatación de que aquel tiempo que le fue otorgado al ejercicio de la tan mentada libertad, y a la concreción de sus carreras, había sido inútil, ya que ninguno de los dos había conseguido consagrar sus proyectos profesionales. Él, estancado en un bloqueo creativo, viviendo a expensas del pálido reflejo de la única obra exitosa de su juventud (un documental pretencioso y alambicado) y ella, productora de los documentales de su padre, figura eminente que ha terminado eclipsándolos a ambos.

Dentro de este vacío aparecen Jamie, un joven documentalista, y Darby, quienes conforman una pareja de jóvenes desaprensivos e intelectuales,  apegados a toda la ritualidad existente en la mercadotecnia del mundo hípster. De aquí en más comenzará a darse entre ellos un flujo de anécdotas tendientes a revitalizar las postrimerías de una juventud desencantada. Clases de hip-hop, rituales de ayahuasca, compra de ropa veinteañera, todo siempre al borde del abismo, sujetando con la punta de los dedos,  la tensión entre el tópico y la búsqueda de una escenificación “alleniana” a modo de crónica, de relato existencial. Es innegable que Baumbach mira a Woody Allen, es innegable que apela a cierta trascendencia, a deslindarse  del cine temático para adentrarse en zonas que logren hacer de los personajes un texto, un comentario sobre el estado de las cosas. Alejándonos, puede ser que suceda. Tal vez sea posible intuir en esta coexistencia entre adultez y post-adolescencia la relación entre la pulsión creativa y el estancamiento, entre  la desvitalización de la improvisación y el frenesí de vivir sin consigna, entre  el aprisionamiento de lo pre-establecido como estatus de lo normal y la disidencia. A ratos vemos a esta pareja perdida, sin lugar, en  un estado de absoluta liminalidad, en aquella zona de indeterminación que deviene cuando se vive en las comisuras de dos territorios; ese momento de despedida, de abandonar un momento de la vida que no logró ser concretado y termina irrumpiendo en el presente como una duda, y ese otro momento de debut, de comenzar a ser algo que por estar sólo en la intuición es aún desfigurado y nebuloso. Josh y Cornelia son la materialización de la inadaptabilidad a un modo de ser feliz, o a muchos modos de ser feliz, que nos han sido vendidos pero sin certificación alguna, solo avalados por mucha propaganda, por mucha publicidad, por mucha imaginería.

Sin embargo, los imperativos de la taquilla son más fuertes y es preciso hacer del filme un relato inteligible, sofisticado a ratos, pero accesible, fascinante en tanto es capaz de reafirmar un modelo de “ser”, una identificación con el mundo. Es en estas zonas de determinación decisiva, en la que la cinematografía se define y la pregunta de Xavier cobra sentido: hacer un cine que sea un espejo de la realidad, o hacer un cine a modo de discurso ideológico sobre ella. Es en este linde, tal vez, en que Woody Allen se transformó en Woody Allen, y Baumbach, en sí mismo.

Y cuando Baumbach decide ser quien es, escoge a Ben Stiller como protagonista de una obra que pretende (y que a veces logra) esbozar una verdad que supera la anécdota, o hacer que la magnífica Naomi Watts aparezca algo perdida e incómoda, bailando algo parecido a un hip-hop espasmódico en el living de su casa, después de haberla visto maravillosamente extraviada en los serpenteantes túneles de Birdman. Nada contra Ben Stiller, nada contra ser vigía en un museo que cobra vida por las noches, nada. Pero la carga de comedia hilarantemente norteamericana es muy grande en él como para pretender lograr exorcizarlo del encanto de feria al que el gag hollywoodense nos ha acostumbrado. Es un actor modelado por las necesidades de la industria, encasillado, y aunque trate encajar en un guión de otro calado, siempre lo veremos a él y a una performance actoral que cuando no satiriza lo que representa, lo torna caricatura.

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La última parte de la película presenta un giro cuando se devela que Jamie, el joven documentalista, se había acercado a Josh sólo para acceder al afamado padre de Cornelia y  presentarle su trabajo, y más aún,  cuando éste descubre que dicho trabajo, presentado como un documental, no es más que la escenificación de una realidad planificada. Esto va a generar una inclusión interesante; desmarcarse de la troncalidad del argumento central nos va a presentar a un filme que es capaz de transitar por nuevas rutas, de complejizarse, no evadir la reflexión y darse la pequeña pero a la vez significativa licencia de discutir sobre la veracidad de la imagen fílmica, la legitimidad y pureza  del documental, con claros  guiños a una lectura godardiana de comprender la ficción y la realidad como modulaciones de la verdad y su relación con lo cinematográfico, para cerrar con una conclusión contundente; “mientras seamos jóvenes” es, en definitiva, una necesidad, me atrevería a decir casi autoral y autobiográfica, de establecer los códigos de la autenticidad, de explorar  aquellos entrampamientos y simulacros que nos dan la sensación de estar siendo profundamente auténticos, cuando sólo somos un remedo de un modo de ser codiciado e institucionalizado y también la necesidad de establecer preguntas tendientes a  intentar responder, si es posible ser auténtico cuando nos construimos respecto a una idea, cuando acudimos al pasado para releernos, cuando dejamos de preguntarnos quiénes somos, o cuando el ser uno mismo, es, simplemente, la afanosa e interminable búsqueda que intenta determinarlo.

 

Nota: 5/10. Promedio del blog: 5/10. Título: Mientras seamos jóvenes. Título original: While We’re Young. Dirección: Noah Baumbach. Reparto: Ben Stiller, Adam Driver, Amanda Seyfried, Naomi Watts, Brady Corbet. País: Estados Unidos. Duración: 94 min. Año: 2014.