Mi país imaginario (1): Un ciclo, una vida, otra más

La mirada sobre el paisaje vuelve a presentarse en esta obra, tal como lo hiciera en sus tres documentales anteriores, sin embargo, en esta ocasión, el entorno y a la presencia constante de este no es una condicionante para el intenso contexto vivido desde ese primer día, sino que, por el contrario, es la ciudad la que cambia en virtud de sus habitantes y de sus convergencias.

Chile tiene tantas historias sobre la revuelta de octubre de 2019 como habitantes. Cada uno guarda en su memoria, pero sobre todo en sus afectos, la forma en la que vivió ese momento decisivo en nuestra historia, el que nos tiene ad portas de un plebiscito y que cambió nuestras vidas para siempre.

Sin embargo, nuestros recuerdos van cambiando con el paso del tiempo. La inmediatez da paso a otros estados mentales. La distancia nos permite volver a mirarlos con la curiosidad del que no ha podido participar directamente. Tal vez por eso, Mi país imaginario, el nuevo documental de Patricio Guzmán, genera un espacio de empatía al que no siempre podemos acceder.

La voz en off de Guzmán, al igual que en otros de sus documentales, guía los hechos. Confiesa que “no estuvo en Chile antes de que se encendiera la mecha”, y, por lo tanto, su acercamiento se realiza un año después. La mirada sobre el paisaje vuelve a presentarse en esta obra, tal como lo hiciera en sus tres documentales anteriores, sin embargo, en esta ocasión, el entorno y a la presencia constante de este no es una condicionante para el intenso contexto vivido desde ese primer día, sino que, por el contrario, es la ciudad la que cambia en virtud de sus habitantes y de sus convergencias.

Desde aquí, Guzmán deja de situarse en lo imperecedero. Ya no es la cordillera, el mar o el desierto quienes se transforman en el marco de su obra, sino es que es la misma ciudad, creada por las personas que viven y transitan ahí, la que se mueve y transforma a partir de lo que sus habitantes quieren y necesitan. Para ello, se vale de los testimonios de quienes se encuentran dentro y fuera de las calles: una joven combatiente de la revuelta, una miembro del grupo de rescatistas de heridos, periodistas y analistas que pueden ver desde distintos puntos de vista el fenómeno de lo ocurrido. El camino se inicia en el germen que se desplaza hacia la decisión de discutir una nueva constitución para el país y con la elección de Gabriel Boric como presidente.

Lo imaginario del país que propone el director tiene que ver justamente con su experiencia personal. “Nunca pensé que esto pudiese ocurrir en Chile”, refiriéndose a Chile y su transformación “como si fuese un mall”. Son estas alusiones las que nos permiten compartir la pregunta que subyace a toda su obra: ¿Dónde está el país? ¿Qué es el país?

Guzmán establece su clara puesta en escena, y su forma de explicar – también es una forma de autoexplicarse – lo ocurrido. Sin embargo, para nosotros como espectadores también es un recordatorio. Pocas veces podemos asistir a una mirada sobre la historia reciente en un periodo que concentra tantos hitos fundamentales. Cada hecho, cada opinión a la que asistimos puede ser desplegada una y otra vez para dar paso a otras opiniones y a otras pulsiones. Sin embargo, el ojo de Guzmán media entre esas opiniones y los espectadores. No importa. Suponer a estas alturas que el arte no es político es pecar de inocente.

En una de las primeras escenas del documental, Guzmán refiere a los distintos enfrentamientos y la violencia de estado desplegada durante los primeros meses de la revuelta. El país se convulsiona frente a las declaraciones del ex presidente Piñera: “estamos frente a un enemigo poderoso”. La respuesta a ello es una marcha de un millón de personas en Santiago de Chile. Es esa tensión permanente la que Guzmán intenta mostrar en Mi país imaginario. Un país que parece no ser lo que vemos a simple vista. Un país que guarda en su interior el deseo de confrontar y hacer paz con su historia, desde una reconstrucción necesaria y posible.

 

Título original: Mi país imaginario. Dirección: Patricio Guzmán. Guion: Patricio Guzmán. Fotografía: Samuel Lahu. Montaje: Laurence Manheimer. Música: Miranda y Tobar. País: Chile. Año: 2022. Duración: 83 min.