¡Madre! (2): El padre del cordero

Todos los supuestos con los que Darren Aronofsky sostiene su film hacen agua desde el arranque. Recordemos la primera imagen de la película, que funciona a modo de prólogo, epígrafe o autocita: el rostro de la protagonista ardiendo y mirando al espectador. ¿Qué puede augurar la imagen de una mujer quemada, golpeada, brutalmente herida y que parece estar en éxtasis? Bastante, más aún cuando de las cenizas de una casa emerge Jennifer Lawrence, a quien vemos despertar en una mañana de verano, saliendo literalmente de esa mansión que la acaba de parir. Todo lo que veremos desde ese momento solo puede estar enmarcado en la idea de que la mujer ha sido creada, de alguna gran costilla cósmica.

En ¡Madre! Darren Aronofsky se regodea en su capacidad de mimetizar y reavivar discursos obsoletos con la excusa de la libertad creativa. Arquetipos de la mujer sacrificada, la sublimación del escritor y su necesidad o dependencia de la inspiración y las musas, al servicio de una fábula pueril sobre la tierra como entidad femenina, pero aquí vapuleada por un dios creador.

Esta deidad que todo lo ordena tiene la fisonomía de Javier Bardem, un poeta en crisis de producción. Es a través de su voluntad que el personaje de Jennifer Lawrence existe, en la medida que debe satisfacer el afán creativo del poeta. Como en las viejas mitologías griegas, Lawrence va resumiendo algunas de las características de estas mujeres que van propiciando condiciones y aliento para las diversas expresiones artísticas, pero que desde el ojo de Aronofsky se ve mutilado en su rol mediador. En el imaginario griego, las musas eran eruditas en sus respectivas artes, y su valor radicaba en la transmisión de esa sabiduría. Pero para Aronofsky la musa tiene una funcionalidad, preparar banquetes y oler bien. La protagonista solo es mostrada desde planos cercanos que la revelan como frágil, con los nervios a mil, siendo una criada al servicio de ese hogar, y que funciona solo en torno a la figura de este hombre.

Más allá de lo simple, lo que Aronofsky propone es una nueva interpretación del mito desde el ojo de los hombres, lejos de las mitologías arcaicas donde las mujeres son entes vitales, creadoras y energía del mundo. En el filme, la mujer es una oportunidad para uso del símbolo, sí, pero como monigote, sin agencia, que no decide nada, solo atiende la voluntad del creador para el cual solo es un ser asexuado, sin decisión. Para Aronofsky todo aquello que es símbolo del poder femenino, la vitalidad sexual o la maternidad (si pensamos en las imaginerías sumerias o egipcias, por ejemplo) son estados para reprimir, vetar o aniquilar. Las escenas de sexo no existen, están fuera de campo, no hay placer, no hay disfrute, y la maternidad es solo un paso para el dolor. Parir como parte de la pasión de Cristo.

Si una capa inicial es el tema de Lawrence como musa, otra capa aflora desde las reminiscencias bíblicas, del Génesis al Apocalipsis. En  medio de ese gran problema de nulidad creativa que propone el cineasta, entra a jugar todo un simbolismo  que se va desglosando de modo evidente: Ed Harris como un Adán que ingresa a este paraíso que ha creado este dios. Y donde también hay espacio para la fulgurante figura de una Eva (Michelle Pfeiffer), ebria, erótica, invasiva, que más parece una Lilith.

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La primera capa que propone la película contiene esta alegoría sobre los personajes bíblicos, un dios que crea a la madre tierra (o entorno edénico), donde caen Adán, Eva, Caín y Abel, y donde los hombres sacan mujeres de sus costillas, para rescatar de modo sublime lo más machista de ese libro mítico. Por ejemplo, en la escena en que Bardem y Harris están en el baño. Aronofsky muestra a uno vomitando y al otro tapando el corte sanguinolento cerca de la supuesta costilla de donde sale la hembra mala, maldita, que es Michelle Pfeiffer. Debemos suponer que Ed Harris saca a la mujer del vómito, de la enfermedad o resaca, aunque no sabemos si aquello que ve luego Jennifer Lawrence cuando desatora el inodoro se trate de un resto fecal. Hasta para "crear" a una mujer Daren Aronofsky alude a lo viciado: sacar a la mujer del mismo WC.

Pero el problema más grave de ¡Madre!, y que se alimenta de la paranoia e histeria de los personajes femeninos de los filmes de Polanski (desde Repulsión al Bebé de Rosemary) o del sinsentido del teatro del absurdo, es cómo el cineasta va entablando la simbiosis de mujer-casa. En Como en un espejo, Ingmar Bergman colocaba a una esquizofrénica Harriet Andersson en diversos contactos divinos frente a una pared que se cuarteaba y abría, como símbolo de esa fractura interior (y grietas que se perciben como cavidades casi vaginales). En Babadook, de Jennifer Kent, la protagonista (la madre que protege a su hijo pequeño del mal) también percibe el enrarecimiento de su mundo frente a estas rajaduras verticales y oscuras en la casa, que se abren paso en las paredes para la salida de insectos, que ponen en evidencia la enfermedad “estructural”. Pero en ambos filmes esta intención responde a un sentido femenino sobre el caos que se ampara en diversas lecturas freudianas sobre la histeria o neurosis, en una confrontación con ese resquebrajamiento. Y algo de eso plantea Aronofsky, pero aquí distorsionado, asociando esa histeria a una condición natural del ser mujer, de una casa que cobra vida con los síntomas de una histeria de una mujer débil, al borde del colapso, temerosa, que necesita de drogas para volver a la normalidad. Cada vez que Lawrence se siente amenazada, la casa intenta volver a su estado inicial, las cenizas. Lo único que libra a Lawrence de ver su hogar resquebrajarse es el embarazo, que a final de cuentas suple el “trastorno hormonal”. Por un periodo breve, la tierra parece estar curada, gracias a su fertilidad. Lucidez aronofskiana.

De esta lectura se desprende la capa ecológica del film, la más deleznable y risible: el desvarío femenino, su "histeria", como símil del sufrimiento de la tierra ante el cambio climático y las guerras civiles. A través de una ruptura con la atmósfera del suspenso y del thriller, Aronofsky ingresa en los terrenos del cine grotesco para dar paso a un carnaval de fanáticos, grandilocuente y vacío, y retratar la podredumbre humana. Si la mujer abandona su lado histérico, todo estará bien. Mientras los habitantes del mundo conspiren, la tierra sufrirá patadas, recibirá escupitajos, será humillada y será testigo de las escenas más crudas de canibalismo. Si el escritor escribe un poema bello, la mujer vivirá tranquila en un mundo verde y armónico. Una película descartable sobre el absoluto gobierno de los hombres y sus egos.

 

Nota comentarista: 1/10

Título original: mother!. Dirección: Darren Aronofsky. Guión: Darren Aronofsky. Fotografía: Matthew Libatique. Reparto: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer, Domhnall Gleeson, Brian Gleeson, Kristen Wiig, Cristina Rosato, Marcia Jean Kurtz, Ambrosio De Luca. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 120 min.