¡Madre! (1): Poesía terrorista

Hace ya tres años vimos a Darren Aronofsky inmiscuirse en las arenas de las épicas religiosas con Noé (2014), la cual se considera una de sus cintas más extrañas, pero que al mismo tiempo venía a reforzar una preocupación clara en su filmografía por conceptos como el pecado, la culpa, la caída y la expurgación del mal. Aunque la narrativa de la curva ascendente o descendente de un artista nos hace pensar que luego de un producto más masivo (después de todo, la épica bíblica durante muchos años fue género predilecto de grandes producciones, las cintas evento, tal como hoy son las de superhéroes) vendría una vuelta de tuerca hacia algo más íntimo, durante la primera hora de ¡Madre! podemos llegar a creer que eso es así.

Jennifer Lawrence y Javier Bardem interpretan a una pareja que vive en una enorme casa que está en renovación y restauración. Destruida completamente en un incendio, la casa había sido el hogar de infancia de Bardem, un poeta que no logra encontrar inspiración, y es Lawrence, su diligente esposa, quien poco a poco ha ido pintando, edificando, amoblando y pintando cada una de las múltiples habitaciones que vemos a lo largo de la cinta. Ella parece tener una conexión especial con los materiales que ocupa y con la casa en sí, ya que al entrar en contacto con las paredes, puede vislumbrar el “corazón” del hogar, brillando, latiendo o deteniéndose a medida que la trama avanza.

En poco tiempo pasan bastantes cosas: un hombre misterioso (Ed Harris) llega a la casa a pedir alojamiento por la noche, el poeta se ve absolutamente asombrado por la humanidad de Harris, al día siguiente aparece la esposa de este hombre (Michelle Pfeiffer), ambos están obsesionados con un objeto de cristal que reside en el despacho del poeta, ambos lo rompen por accidente, aparecen los dos hijos de la pareja que había llegado de improviso a la casa, en un ataque de rabia un hermano mata al otro y arranca. Es en ese momento cuando uno empieza a darse cuenta de que no se trata, tal vez, de un inocente y a ratos incómodo drama de pocos personajes, y es alrededor de este momento cuando Aronofsky realiza un giro absoluto en la forma de presentar la historia. La ficción, entonces, se vuelve cada vez más obvia en sus pretensiones metafóricas, pero, al mismo tiempo, por esa misma exageración de los elementos puestos en escena, se vuelve inmediatamente más audaz y entretenida.

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Por eso lo que propone esta película no es más que una exploración que profundiza en los temas del pecado, la culpa y la redención vistos en su trabajo anterior, pero llevados a ámbitos aún más universales que los indicados en Noé. No sólo Aronofsky se da el lujo de volver a realizar una adaptación de libros del Antiguo Testamento e, increíblemente, vuelve a filmar un diluvio universal, sino que se da la posibilidad de adaptar prácticamente toda la Biblia en el espacio de dos horas. Claramente se trata de una visión agnóstica de la misma, donde la figura de Dios es asimilable a la de la Naturaleza, o nuestro planeta, o las energías. También refleja cómo este director está absolutamente convencido de que la fuente de todos los males somos nosotros mismos, y que son fuerzas externas a nosotros, de las cuales no estamos tan conscientes, las que sufren más. Por el hecho de que ellas carecen de humanidad no nos interesa tanto cómo vayan a reaccionar, y he ahí el pecado, el error universal de la especie humana.

Es Jennifer Lawrence la actriz que más brilla en esta cinta: pasa de la felicidad absoluta de la creación en los momentos en que se encuentra a solas, hasta la absoluta incomodidad cuando ve su hogar invadido por extraños;  así mismo, más adelante, su personaje varía minuto a minuto entre la confusión, el dolor y la pena absoluta, durante el terrorismo visual que resultan ser los últimos treinta o cuarenta minutos. Es en este segmento final cuando el filme deja de lado toda posibilidad de ser considerado un drama realista y lanza por la borda cualquier cautela, para entregarnos una seguidilla de cuadros y escenas que avanzan a una velocidad rampante, como si fuéramos a bordo de una montaña rusa moral, la cual nos muestra como un espejo lo peor de la humanidad. Y todo a causa de una poesía, una que no crea (como debería ser de acuerdo a su origen etimológico: poiesis), sino que fanatiza, mueve y, terminantemente, destruye.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: mother!. Dirección: Darren Aronofsky. Guión: Darren Aronofsky. Fotografía: Matthew Libatique. Reparto: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer, Domhnall Gleeson, Brian Gleeson, Kristen Wiig, Cristina Rosato, Marcia Jean Kurtz, Ambrosio De Luca. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 120 min.