Los Mitchell contra las máquinas: La nueva normalidad

Si bien el conflicto global se inicia con un comentario claro sobre la obsolescencia programada y el lugar actual de la tecnología en nuestras vidas, el corazón temático de la película se centra en la disfuncionalidad y los elementos que hacen que los Mitchell sean una familia especial. Ya sea como conjunto o por sus intereses particulares (además de la cinefilia de Katie, su hermano menor Aaron está obsesionado con los dinosaurios), Los Mitchell remarca la condición freak de la familia en distintas escenas. La segunda amenaza que aparece, tan grande como los robots asesinos, es la de la “normalidad”. 

La estética del pantallazo

La primera secuencia de Los Mitchell contra las máquinas puede entenderse como un anuncio del estilo con el que jugará toda la película. Comenzando al medio de la historia, cuando el caos apocalíptico ya se ha desatado, la presentación sirve para adelantar el estilo frenético que tendrá la narración de ahí en adelante. No es de extrañar que este comienzo haya servido como base para el tráiler: el ritmo y la síntesis narrativa no están muy lejos de ese formato, un tipo de cápsula que debe resumir, crear expectativas y, especialmente, promocionar lo que estamos a punto de ver.

Más allá de este ritmo narrativo frenético, el gesto crucial de la escena viene un poco después. Cortando el ritmo de la acción, la narración de Katie interrumpe el plano para comentar que los gritos de su padre Rick le recuerdan a un video viral de un mono gritando. De la referencia pasamos directamente a ver el video, que luego se sobrepone por encima de la cara de su padre gritando. Este chiste visual no solo vincula el humor de la película a la navegación en modo random por YouTube y a los memes, sino, sobre todo, a los filtros y lógicas de montaje de los teléfonos móviles. Este tipo de interrupciones aparecerán en toda la película –incluyendo gifs, más filtros y animaciones 2-D–, un gesto que se puede leer más allá de la necesidad de “actualizar” la película a nuevas formas de humor.

El hecho de que Los Mitchell contra las máquinas venga asociada a los nombres de Phil Lord y Christopher Miller en la producción podría servir para pensar esto. Ya sea en las películas dirigidas por el dúo (Lluvia de hamburguesas, La LEGO película) o en otras de sus producciones (Spider-Man: Un nuevo universo), en lugar de trabajar con el fotorrealismo y el detalle extremo de Pixar, la dupla pone el énfasis de sus escenas en el movimiento y la sensación hiperquinética, además de mantener una tendencia a sobrecargar el cuadro de elementos. El debut de Mike Rianda, conocido por su trabajo en la serie Gravity Falls, mantiene también esta relación con el movimiento y, sobre todo, con el impulso de acoplar la mayor cantidad de estímulos visuales dentro del plano.

Después de este prólogo, Los Mitchell contra las máquinas nos presenta a Katie, una cineasta amateur que consigue ingresar a la escuela de cine en California. Entre otras cosas, la escuela promete ser un refugio para su interés cinéfilo, algo que siempre la marcó como freak ante sus pares, y especialmente frente al desinterés de sus padres. Como en otros relatos apocalípticos, este conflicto personal adquiere más adelante una importancia equivalente al conflicto mayor, al punto de que no se puede resolver uno sin el otro.

El apocalipsis robot sucede después de que Mark Bowman, un empresario joven al estilo de Silicon Valley, anuncia que el último modelo de asistente virtual PAL será reemplazado por una “actualización” de robots personales. Sin embargo, después de botar a su asistente a la basura durante la presentación, esta decide cobrar venganza controlando a los robots para que destruyan a los humanos. Se trata de un comienzo prototípicamente apocalíptico, al punto de que el propio Mark hace chistes sobre el cliché del peligro de la rebelión de las máquinas antes de que suceda.

El hecho de que Katie sea una cineasta amateur permite a la película realizar la mezcla de estilos antes mencionada. Sin embargo, el estilo de las obras de Katie no es lo único que se interpone en la linealidad de la película. Linda Mitchell, la madre de Katie, también utiliza filtros visuales para intervenir imágenes, así como más adelante aparecen otros videos del lado “raro” de YouTube durante una escena crucial. A nivel general, se podría decir que Los Mitchell se apropia más activamente de las nuevas lógicas de intervención en la imagen que de la visualidad de la obra creada por Katie.

Esta lógica es la que lleva a Los Mitchell a una sobrecarga estilística todavía mayor que la de una película como Spider-Man: Un nuevo universo. Las referencias cinéfilas traídas por Katie, por ejemplo, aparecen a través de una multiplicidad de citas y homenajes que la velocidad narrativa de la película no permite asimilar completamente. No deja de ser curioso que varias reseñas han apuntado a que los títulos de las películas de Katie sean parodias a obras ajenas, incluyendo obras de Céline Sciamma o Rainer Werner Fassbinder, a pesar de que la mayoría de estos no sean notorios al ver Los Mitchell. Hasta cierto punto, se podría decir que no solo existe una tendencia a la desmesura narrativa, sino también una confianza en que los detalles ocultos se revelarán más adelante en los artículos y pantallazos posteriores que analicen la película.

El estatuto de lo freak

Si bien el conflicto global se inicia con un comentario claro sobre la obsolescencia programada y el lugar actual de la tecnología en nuestras vidas, el corazón temático de la película se centra en la disfuncionalidad y los elementos que hacen que los Mitchell sean una familia especial. Ya sea como conjunto o por sus intereses particulares (además de la cinefilia de Katie, su hermano menor Aaron está obsesionado con los dinosaurios), Los Mitchell remarca la condición freak de la familia en distintas escenas. La segunda amenaza que aparece, tan grande como los robots asesinos, es la de la “normalidad”. 

Como contraparte de los Mitchell, la familia vecina Posey representa el otro extremo, una idealización del modelo familiar funcional que se lleva varios de los mejores chistes durante sus breves apariciones. Hasta cierto punto, los Posey son la única muestra de lo que la película entiende como “normalidad”, el resto viene de las enunciaciones de parte de los propios Mitchell sobre sus imposibilidades para encajar en cualquier molde.

En esta operación ocurre algo curioso, ya que la caracterización exagerada de los Posey no se aleja mucho de otras representaciones de lo “convencional”. Si pensamos en las películas adolescentes, donde la condición de adecuado/inadecuado ocupa un lugar central, la normalidad puede estar asociada a la superficialidad extrema (desde Grease a Clueless) o directamente con la maldad (Heathers, Chicas pesadas). En todos estos casos, el personaje protagónico, de quien se demanda cierto grado de identificación, siempre está más cerca del lado impopular en la escala social. 

Si bien Los Mitchell no es una película de este tipo, si pensamos en las comparaciones a películas más cercanas como Los Increíbles (Brad Bird, 2004), el hecho de no encajar en cierto modelo está lejos de ser entendido como un defecto en la caracterización de los protagonistas que tiene la misión de salvar al mundo. Desde los héroes “comunes” pero extraordinarios de Spielberg hasta la pandilla protagónica de Stranger Things (Hermanos Duffer, 2016-), el personaje freak por lo general pasa por una inversión, marginado/a en el mundo de la historia, pero central en todos los otros aspectos del relato.

Es en este punto donde el discurso contra lo “normal” de Los Mitchell se enfrenta con algunas de las representaciones más convencionales de la película, especialmente desde la defensa de la familia nuclear como bastión para resistir a la adversidad. Finalmente, una vez vencido el apocalipsis robot, Katie y los Mitchell mantienen sus intereses particulares “raros”, pero ahora han abandonado la disfuncionalidad y son capaces de emprender un nuevo viaje, esta vez más armónico, pacífico y “funcional”. 

 

Título original: The Mitchells vs the Machines. Dirección: Michael Rianda. Guion: Michael Rianda, Jeff Rowe. Música: Mark Mothersbaugh. País: Estados Unidos. Año: 2021. Duración: 110 min.