Los jóvenes salvajes (1): Los géneros del delito

Las formas en cómo una sociedad reacciona ante la comisión de un delito dice mucho de ella. Tanto en el ámbito literario como en el cinematográfico se han retratado medidas practicadas por distintas comunidades para frenar la comisión de crímenes por parte de individuos y bandas delictuales.

En el medio chileno, resulta paradigmático el caso de El Chacal de Nahueltoro (Miguel Littín, 1969), película que evidencia las contradicciones de una sociedad que luego de entregarle herramientas a un campesino para leer y escribir lo condena a muerte. Más recientemente, El Tila, fragmentos de un psicópata (Alejandro Torres, 2015) expone cómo han sido las mismas reacciones estatales las que han contribuido a la construcción de un joven delincuente profundamente estigmatizado. Imprescindible en este contexto es la mención al cortometraje Rapaz (Felipe Gálvez, 2018), el que indaga en la práctica de las detenciones ciudadanas como forma de liberación de ira y juzgamiento por parte de los “ciudadanos comunes”.

En este contexto, la ópera prima de Bertrand Mandico Los jóvenes salvajes nos invita a explorar un universo donde lo etéreo, los crímenes y las formas del castigo se entremezclan en una atmósfera de ensueño compuesta por distintos blancos y negros. La intervención intermitente y fugaz de coloridos atardeceres en playa y noches en altamar a ratos nos hacen olvidar que estamos, ante todo, frente a un severo castigo.

La narración del filme se desarrolla como si fuese un largo viaje de aventuras protagonizado por un grupo de jóvenes burgueses que, luego de violar a su profesora de literatura -en una referencia estilística directa a La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971)- son castigados y enviados a una isla lejana. Este viaje es financiado por los padres de los violadores y conducido por un hombre llamado El Capitán, personaje que conducirá el barco sometiendo a los jóvenes a un estricto régimen de abusos físicos.

Luego de un par de noches el barco arribará a una zona de tierras vírgenes, aguardando a los protagonistas con una fauna colmada de cavidades erógenas especialmente diseñadas para satisfacer los impulsos sexuales de estos jóvenes salvajes. A medida que se desencadenan los hechos en la isla de placer, comenzarán a sufrir intensos cambios físicos que los harán mutar desde el impulso masculino descontrolado hacia una femineidad que empieza a explorar las posibilidades de su propio cuerpo. Es importante destacar que estos jóvenes son interpretados por actrices, lo que genera que estos procesos transgéneros sean visualmente impactantes, rayando en lo límite de lo andrógino y simbolizando el retorno a un origen lejos de los comportamientos criminales.

Garcons sauvages

La mutación de géneros resulta una interesante propuesta considerando que las corrientes criminológicas feministas destacan -incluso ya desde sus vertientes más liberales- al género como un elemento determinante al momento de analizar los factores que inciden en la comisión de un delito. ¿Qué género es el responsable de la comisión de delitos alrededor del mundo? ¿Y qué ocurre si nos detenemos a pensar específicamente en el caso de las agresiones sexuales? En la gran mayoría del mundo la presencia femenina no supera el 10% de la población carcelaria, dando luces sobre esta realidad criminal dominada por hombres. Y es precisamente este carácter de isla virgen, perdida en algún lejano rincón del mundo, la que nos permite entender este relato de forma universal.

Mandico acierta en complejizar los procesos transgéneros, dando cuenta que por momentos es una instancia traumática, dolorosa, extensa y que muchas veces no resulta posible finalizarla. Que al final del filme uno de los protagonistas no pueda cambiar de género y se vea necesariamente envuelto nuevamente en el ciclo del viaje -ahora ya como El Capitán- arroja preguntas sobre las posibilidades de que todos los seres humanos puedan, individualmente, formar parte de alguna sociedad alejada del delito.

 

Nota comentarista: 8/10

 Título original: Les Garçons sauvages. Dirección: Bertrand Mandico. Guion: Bertrand Mandico. Fotografía: Pascale Granel. Montaje: Laure Saint-Marc. Escenografía: Astrid Tonnellier. Música: Pierre Desprats, Hekla Magnúsdóttir. Reparto: Elina Löwensohn, Vimala Pons, Nathalie Richard, Sam Louwyck, Diane Rouxel, Mathilde Warnier, Christophe Barbier, Anaël Snoek, Pauline Lorillard. País: Francia. Año: 2017. Duración: 110 min.