Las mil y una: Entre rumbos secretos e impulsos aleatorios

No pretende conducirnos de la mano por los ya convencionales nudos y puntos de quiebre de los dramas adolescentes, al no ajustarse a categorías predefinidas que están asociadas a ciertas campañas de marketing y discursos aparentemente disruptivos, que terminan por ser reaccionarios. La belleza de esta película es que no trata de vender una fantasía LGBTIQ+, no romantiza las exploraciones sexuales de sus protagonistas ni endulza innecesariamente sus afectos.

- Qué pavada que dicen, ¿por qué dice eso?

- ¿Qué no te gusta la chica, acaso?

- Bueno, pero lesbiana ya es mucho ya.

Hay algo en la experiencia de visionado de la película Las mil y una que me trae reminiscencias de la experiencia de escucha del disco Superficies de Placer de Virus. Las mil y una es la segunda obra de Clarisa Navas, directora argentina oriunda de Corrientes, lugar en el que está situada esta historia, conocida además como la provincia más pobre de la Argentina. 

Su protagonista, Iris, es una chica de 17 años que no va a la escuela y pasa sus días transitando por el barrio en el que vive, Las Mil, ya sea al ir en dirección a la cancha a jugar básquetbol o para visitar a sus amigos, Ale y Darío. Los tres conviven en intimidad, pasan el tiempo en la pieza que comparten los hermanos en las tardes calurosas, salen a caminar, se acompañan. Poco sabemos de la familia de Iris, solo vemos pequeños momentos de ella en su pieza, sabemos que su hermano se preocupa por sus ausencias y la busca, pero notamos que la joven evita estar en su propia casa, que el hogar que elige está con los chicos y su madre, quien acepta su homosexualidad sin juzgarles. 

Tras varios minutos dedicados a situarnos en el ambiente del lugar que habita la protagonista, se atisba el nudo de la historia con la llegada de Renata, una joven atractiva y sexualmente ambigua, que recorre los pasillos entre los edificios del barrio con la propiedad de quien no se amedrenta ante las habladurías de los vecinos. Tiene un aire misterioso que atrae a Iris, aunque en principio ésta se frena y evita acercarse a ella, ya sea por timidez o por temor a desear a otra mujer. 

Con todos esos elementos, podría tentarme a describir Las mil y una como una película del tipo Coming-of-age LGBTIQ+, pero es mucho más que eso. Esto porque su narrativa no pretende conducirnos de la mano por los ya convencionales nudos y puntos de quiebre de los dramas adolescentes, al no ajustarse a categorías predefinidas que están asociadas a ciertas campañas de marketing y discursos aparentemente disruptivos, que terminan por ser reaccionarios. La belleza de esta película es que no trata de vender una fantasía LGBTIQ+, no romantiza las exploraciones sexuales de sus protagonistas ni endulza innecesariamente sus afectos. 

Las mil y una no sigue la estructura narrativa clásica de las películas coming-of-age, la que se cumple, aunque con pequeñas variaciones, desde la más idealizada Lady Bird (Greta Gerwig, 2017) hasta la más realista Las mujeres reales tienen curvas (Patricia Cardoso, 2002). Estas narrativas comienzan con un conflicto, en el que la protagonista se enfrenta a un desafío, que se va desarrollando a lo largo de la película en la medida en que lucha por superarlo. En algún momento, cerca de los 2/3 de la cinta, la protagonista toma una decisión respecto al problema que la desafía, lo que produce un cambio en su interior, significado como la pérdida de la inocencia, la conciencia de la complejidad de la vida adulta y/o el descubrimiento de las ficciones detrás de las creencias infantiles. Y en general, el cierre narrativo, o la resolución del nudo que articula la trama, se produce a través de un rito de iniciación, que constituye una bisagra entre la niñez y la adultez. 

En ese sentido, la estructura del coming-of-age genera un relato totalizante, redondo, con la ilusión de una historia que se resuelve en sí misma. A diferencia de ello, en Las mil y una hay una disposición de flâneur en la manera en la que se nos presenta este mundo a través del lente de Clarisa Navas, con soltura y familiaridad. Quizás porque la misma directora creció en ese lugar y lo conoce, tanto como los actores, que comparten ese origen, pero también por la intencionalidad de narrar desde Las Mil, no sobre Las Mil, como ella misma señala en una entrevista. La cámara acompaña los desplazamientos de les protagonistas y nos invita a seguirles en su viaje hacia el descubrimiento de sí mismos, a través de sus devenires cotidianos entre el deseo, el placer, la autocensura y la vida compartida, en un barrio donde la privacidad se diluye entre pasillos oscuros que conectan rumbos secretos.

 

Título original: Las mil y una. Dirección: Clarisa Navas. Guion: Clarisa Navas. Fotografía: Armin Marchesini. Reparto: Sofia Cabrera, Ana Carolina García, Mauricio Vila, Luis Molina Casanova, Marianela Iglesia, Pilar Rebull Cubells, Facundo Ledesma, Leo Espíndola. País: Argentina. Año: 2020. Duración: 120 min.