La odisea de los giles: Pelotudos pero honestos

El tono va oscilando entre la comedia de errores, el drama de la precariedad y la amenaza con ser descubiertos, en un metraje que avanza sin grandes complejidades, como una versión criolla de una "gran estafa". Si bien la novela permite conocer más y mejor a los personajes, y por tanto vincularse con ellos de una manera más profunda, la película sí logra lo que a ratos se dificulta en este tipo de adaptaciones, que los protagonistas y sus motivaciones no aparezcan impostadas, caricaturescas o, lisa y llanamente, inverosímiles. Por el contario, somos capaces de sensibilizarnos con esta batalla de gente pobre, que hace lo posible por resistirse ante el abuso de los poderosos, con más de un sacrificio de por medio.

Eduardo Sacheri se ha transformado en un novelista prolífico y bastante cinematográfico. Al leer sus novelas se percibe de inmediato cierto índice de “adaptabilidad”. La suya es una prosa ágil y cercana, de mucho argentinismo y próxima a dolores y placeres populares. Navega entre la corrupción y la violencia institucional y la pasión y algarabía colectiva que produce el fútbol -en particular su Club Atlético Independiente. Con una particular dedicación al tratamiento de las amistades masculinas y la épica del pueblo, su obra literaria ha sido terreno fértil para la exploración fílmica. Desde La pregunta de sus ojos (adaptada como El secreto de sus ojos, dirigida por Juan José Campanella en 2009 y ganadora del Óscar a Mejor Película Extranjera), se abrió una senda que continuó Papeles en el viento (adaptación homónima de Juan Taratuto en 2015) y ahora retoma con La noche de la usina, bajo el nombre de La odisea de los giles, protagonizada por Ricardo Darín, co-escrita y dirigida por Sebastián Borensztein, con participación del propio Sacheri en el guion.

La odisea de los giles cuenta la historia de unos humildes vecinos de Alsina, una pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires, quienes deciden invertir en un proyecto colectivo de acopio de granos. El grupo es liderado por Fermín Perlassi (Darín), héroe popular por haber sido futbolista profesional pero que ahora administra la única gasolinera de la Villa, y su esposa Lidia (Verónica Llinás), junto a Fontana (Luis Brandoni), un retirado funcionario de gobierno dedicado a la reparación de neumáticos, alfonsinista y utópico. Entre los tres convencen a otros tantos que aporten dinero para comprar el terreno en el que instalarán la cooperativa, no obstante, incluso reuniendo todos los ahorros y con el apoyo de la empresaria más exitosa del lugar, aún les resta la mitad de los 350.000 dólares que deben juntar. Su única solución es pedir un préstamo, para lo que el gerente bancario les exige depositar lo que tienen en una cuenta. El problema es que esto pasa en las vísperas del llamado corralito, la restricción de la circulación de dinero en efectivo que el gobierno argentino impuso en diciembre del año 2001, en medio de la fuerte crisis económica que azotó a ese país. Entonces, los sueños de estos amigos se diluyen en el momento que no pueden acceder a sus ahorros, lo que se agrava cuando se enteran que solo instantes antes que se declarara la medida, el gerente hace un trato con el abogado Fortunato Manzi (Andrés Parra), prestándole todos los dólares que tenía el banco, incluidos los fondos para la cooperativa.

Destrozados por la constatación de la pérdida, Fermín y Lidia intentan pedir explicaciones en el banco, lo que no llega a puerto alguno. En el viaje de regreso a su casa, un fatídico accidente de tránsito termina con la vida de Lidia, haciendo el panorama todavía más oscuro. Perlassi se sume en una profunda depresión, de la que no sale hasta después de un año, cuando Fontana y su compadre Belaúnde (Daniel Aráoz), peronista, mecánico y jefe de la cerrada estación de tren, le cuentan de una noticia tremenda. A través de una serie de inesperados contactos, se enteran que Manzi ha construido una bóveda en la mitad del campo, donde de seguro tiene guardados los dólares que les afanó a ellos y a muchos más. Luego de cálculos, peleas y reconciliaciones, entre todos deciden armar un plan para robar la bóveda y recuperar lo que es de ellos. Así, se arma un escuadrón con ánimos de venganza, donde falta pericia delictiva pero sobra compañerismo y lealtad. Entre todos, a los tropiezos, orquestan un plan sacado de la fantasía cinematográfica (literalmente, referenciando el plan de Nicole y Simon en How to Steal a Million, de William Wyler, 1966) para buscar algo de justicia social.

La pluma de Sacheri se siente en lo entrañable y colorido de los personajes. Esta compañía que mezcla unos hermanos que con suerte saben dónde están parados, un fanático de la dinamita que vive a orillas de un lago y veteranos que apenas se pueden los pies. El tono va oscilando entre la comedia de errores, el drama de la precariedad y la amenaza con ser descubiertos, en un metraje que avanza sin grandes complejidades, como una versión criolla de una gran estafa, donde vamos conociendo de a poco los detalles del plan y cuya resolución involucra vacas, explosiones y tormentas de verano. Si bien la novela permite conocer más y mejor a los personajes, y por tanto vincularse con ellos de una manera más profunda, la película sí logra lo que a ratos se dificulta en este tipo de adaptaciones, que los protagonistas y sus motivaciones no aparezcan impostadas, caricaturescas o, lisa y llanamente, inverosímiles. Por el contario, somos capaces de sensibilizarnos con esta batalla de gente pobre, que hace lo posible por resistirse ante el abuso de los poderosos, con más de un sacrificio de por medio.

Visualmente la obra no toma demasiados riesgos. Tanto la fotografía como el montaje son funcionales al relato, sin ofrecer de por sí demasiadas propuestas creativas a nivel propio. La música, por su parte, resulta de lo más débil del armado, tendiendo demasiado a menudo a la ilustración redundante, donde casi todo momento está siempre acompañado de una música acorde a su emoción, que facilite nuestra sintonización con el tono de tal o cual escena. Se trata de un filme acorde a cierta tendencia reciente de un cine argentino de exportación, tal vez inaugurado por el éxito mundial de El secreto de sus ojos, y que ha visto otras entregas similares como Relatos salvajes (Damián Szifron, 2014), El Clan (Pablo Trapero, 2015), o El Ángel (Luis Ortega, 2018), con narrativas interesantes, a ratos de alto impacto y bastante asimilables por una lógica hollywoodense. En este sentido destacan anécdotas de la producción, como el hecho de ser la primera película donde Ricardo Darín actúa y produce junto a su hijo Chino, quien interpreta a Rodrigo Perlassi, hijo también en la ficción, del protagonista.

El título de la película puede ser algo engañoso, ya que el actuar de los protagonistas no es, propiamente, una odisea. Sin querer analizar más de la cuenta este elemento, una explicación posible es que se trata de una palabra que no compromete perspectivas negativas, como podría ser la de venganza, por ejemplo. Me interesa el punto en tanto que se trata de un retrato al sujeto popular que se cuida de dibujarlo siempre desde la épica del esfuerzo y la superación, sin matices que permitan lecturas críticas. Sobre lo mismo, esta noción de pueblo subvierte el apelativo de gil, aquel que es víctima del aprovechamiento de otros, pero que aquí se rebela. No deja de haber un ánimo moralista en este acercamiento, pero que sin dudas, se puede volver metafórico cuando lo extrapolamos a la situación que actualmente vive nuestro país. Son los que llenan hoy las calles de Chile giles que se han cansado de los abusos y deciden tomar los asuntos en sus propias manos. En La odisea de los giles, el sueño por mejores condiciones de existencia se limita a una comunidad reducida, sin introducir cambios estructurales. Es probablemente el alcance de esta ficción, en los términos que la hemos descrito. Y aunque no sea suficiente tomar de forma literal su propuesta, sí puede servir para comprender que hay veces en que las vías institucionales no son suficientes y que algo de poder le queda a quienes se organizan y deciden ejercerlo.

 

Título original: La Odisea de los Giles. Dirección: Sebastián Borensztein. Guion: Sebastián Borensztein, Eduardo Sacheri. (basada en la novela de Eduardo Sacheri, “La Noche de la Usina”). Producción: K&S Films (Argentina), Kenya Films (Argentina), Mod (España). Fotografía: Rodrigo Pulpeiro. Montaje: Alejandro Carrillo Penovi. Música: Federico Jusid. Reparto: Ricardo Darin, Luis Brandoni, Chino Darin, Verónica Llinás, Daniel Aráoz, Carlos Belloso, Marco Antonio Caponi, Rita Cortese, Andrés Parra. País: Argentina – España. Año: 2019. Duración: 117 minutos.