La frontera: Aprender a habitar los bordes
La frontera se vuelve el reflejo del limbo en el que se encuentra Ramiro y el de un Chile herido y asfixiado por el silencio, inmerso entre paisajes de contradicciones y personas huérfanas como él. Una zona difusa que lo empuja a despojarse de su pasado entrecortado a causa de la dictadura militar, donde la única forma de habitar dichos bordes será desde su derrota, abrazando el despojo y aceptando que todos en aquel lugar también viven relegados, atrapados en un país donde la naturaleza se impone con fuerza y condenados a no tener un lugar a donde ir.
Cuando Dios creó el mundo le sobró de todo un poquito y lo tiró a un rincón.
Así, según cuenta la leyenda, nació Chile.
La primera vez que vi La frontera de Ricardo Larraín fue más de dos décadas después de su estreno. En ese momento me pareció lamentable no haberla visto antes, sobre todo cuando estudiaba cine, ya que me parece una película clave del cine post-dictadura en Chile. Estrenada en 1991, a sólo un año del regreso a la democracia, La frontera marcó importantes hitos en la historia del cine chileno al ganar el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín y el Goya a la mejor película iberoamericana.
La película posee un guión que mezcla de manera excepcional el drama, la tragedia y el absurdo. El guionista Jorge Goldenberg –quien también trabajó en la siguiente película de Ricardo Larraín El entusiasmo (1998)– supo construir una historia de diálogos precisos, los cuales se han vuelto icónicos con el paso del tiempo. Un buen ejemplo es la escena inicial, la cual resume la idiosincrasia chilena de aquellos tiempos, con historias sobre la bandera patria y el himno nacional, narrativas que se instalaron en el inconsciente colectivo por repetición, ejemplos de la frase fascista: «miente, miente, que algo queda». Sin embargo, para fines de esta crítica me quiero centrar en la historia y en la travesía del protagonista, un hombre que ha sido exiliado en su propio país.
Ramiro Orellana (Patricio Contreras) es un profesor de matemáticas que ha sido relegado a La frontera, una región aislada, donde la lluvia y la niebla se imponen a diario, volviéndose un territorio frío y hostil. Un lugar que sabe de desastres, sobre todo naturales, donde existe una desesperanza instalada que ha transformado los vestigios de sus tragedias en souvenirs para turistas. Será en este pueblo perdido en el mapa donde Ramiro descubrirá a personas y paisajes que parecen sacados de un cuento, un “Macondo frío” como lo acuñó el mismo Ricardo Larraín.
¿Qué puede tener de peligroso un profesor de matemáticas? Pregunta retórica, ya que tratándose de dictaduras militares cualquier persona que sólo exprese su opinión puede ser considerada peligrosa e incluso ser tildada de extremista. Ramiro, además de cargar con ese tipo de juicios, llega quebrado a La frontera; no obstante, este lugar le ofrece un mundo tan particular que rápidamente es atrapado por su atmósfera enigmática. Desde el primer día este hombre relegado sucumbe al impulso de volverse un observador, un voyeur, camuflándose entre la niebla nocturna para espiar cuerpos impresionistas a través de las ventanas, dejándose llevar por el magnetismo de aquel lugar.
Ramiro se enfrenta a una realidad desconocida que lo sumerge por ruinas de maremotos pasados hasta embriagarse de una fiebre austral y entregarse a la danza triste que le ofrece La frontera, un baile junto con cuerpos fantasmales y perdidos en la oscuridad. Un tránsito profundo que lo empujará a atravesar sus dolores y a mirar de frente sus heridas.
La frontera se vuelve el reflejo del limbo en el que se encuentra Ramiro y el de un Chile herido y asfixiado por el silencio, inmerso entre paisajes de contradicciones y personas huérfanas como él. Una zona difusa que lo empuja a despojarse de su pasado entrecortado a causa de la dictadura militar, donde la única forma de habitar dichos bordes será desde su derrota, abrazando el despojo y aceptando que todos en aquel lugar también viven relegados, atrapados en un país donde la naturaleza se impone con fuerza y condenados a no tener un lugar a donde ir. Mas, solo queda preguntarse: ¿qué más se puede perder cuando ya se ha perdido todo? Ramiro aprende a ser un sobreviviente y su respuesta final ante dicha pregunta será reafirmar su propia verdad.
*Texto creado en el marco del Tercer Seminario de Crítica de Cine impartido por la revista Correspondencias. Cine y pensamiento, realizado en la Ciudad de México, año 2022.
Título original: La frontera. Dirección: Ricardo Larraín. Guion: Jorge Goldenberg, Ricardo Larraín. Fotografía: Héctor Ríos. Reparto: Patricio Contreras, Gloria Laso, Héctor Noguera, Aldo Bernales. País: Chile, España. Año: 1991. Duración: 118 min