La culpa (1): Cine arquitectónico

Me llevé una grata sorpresa con la danesa La culpa, película cuyo motor central es narrar, dosificar y focalizar para llevar a puerto una ficción sobre los límites éticos y la responsabilidad, a partir del punto de vista de un policía que decide desobedecer las normas (un tópico clásico del género policial).

El punto de partida es bastante simple: asistimos a una jornada laboral del operador telefónico de emergencias en la policía local. Como se puede uno esperar, a estos teléfonos llama todo tipo de gente: desde bromistas a tipos alcoholizados, o gente que tuvo un accidente menor. La función de Asger (el protagonista) es filtrar las llamadas, darles curso, utilizando recursos como identificación del número, geolocalización o corroboración en fichas. Aquí todo va normal hasta el “punto de giro”. Se trata de una extraña llamada que en principio parece una broma, luego se manifiesta como la llamada de una mujer que está siendo secuestrada por su marido. Ante la situación, Asger debe decidir qué hacer mientras se da cuenta que cualquier demora puede significarle la vida a la mujer que está llamando. Llamadas vienen y llamadas van, a partir de ellas empezamos a involucrarnos en la trama y a conocer el trasfondo de Asger, movido entre sus dilemas éticos y su funcionamiento mental.

A partir solamente de las mentadas llamadas y la gestualidad de su actor, el director Gustav Möller crea un ambiente de tensión donde todo es narrado con un gran fuera de campo visual, pero no sonoro, al ser utilizados como recursos los audios del teléfono y las diversas llamadas, personajes y situaciones con que el protagonista interactúa a lo largo del filme. A pesar de ello, la narrativa está del todo encarnada en acciones del personaje central, las que se enfatizan en la focalización narrativa centrada en él. Con precisión, marcados giros de guión y uso de recursos elementales del “suspense”, Möller desarrolla un thriller eficaz, sintético y de mucha economía narrativa, donde vamos comprendiendo la lógica mental de su personaje central. En otras palabras, sin parafernalias o excusas, se trata, narrativamente, de resolver una situación a partir de puntos de pie forzados para dar curso a lo fundamental: en este caso, el rescate y las distintas cuestiones que lo entorpecen. Se dirá que todo está “desde el punto de vista policial”, lo que no deja de ser cierto, sin embargo, Asger se asemeja más bien a un justiciero a contrapelo, conmovido por la violencia de género que está ocurriendo en la llamada. Cierta ingenuidad e ímpetu que el filme sabe bien juzgar y mostrar como hecho contradictorio.

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La película de Möller nos entrega desde un inicio las “pautas formales” en que la narración se desarrollará. Ver el recurso explotado y desenvuelto con coherencia deviene así en un ejercicio arquitectónico, casi un objeto de diseño cinematográfico, que tiene como victoria un artefacto de piezas muy bien encajadas a partir del funcionamiento mental de su personaje central. La culpa gana en sencillez formal lo que tiene de complejidad mental, en precisión narrativa lo que tiene de pasión por el relato. Estos elementos, por precisión y foco tanto analítico como de relato, hacen de La culpa una película sólida y algo anómala en su clasicismo formal.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Den skyldige. Dirección: Gustav Möller. Guion: Emil Nygaard Albertsen, Gustav Möller. Fotografía: Jasper Spanning. Música: Carl Coleman, Caspar Hesselager. Reparto: Jakob Cedergren, Jessica Dinnage, Omar Shargawi, Johan Olsen, Maria Gersby, Jakob Ulrik Lohmann, Laura Bro, Katinka Evers-Jahnsen, Jeanette Lindbæk, Simon Bennebjerg, Morten Suurballe, Guuled Abdi Youssef, Caroline Løppke, Peter Christoffersen, Nicolai Wendelboe, Morten Thunbo, Anders Brink Madsen. País: Dinamarca. Año: 2018. Duración: 85 min.