Informe International Film Festival Rotterdam 2017 (I): El festival de festivales

Debido a mi investigación doctoral tuve la oportunidad de asistir al Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR), sin duda uno de los más trascendentes para entender el cine contemporáneo. La experiencia de vivir un festival de esta envergadura es confusa y trae consigo análisis que abordan la cinefilia, las políticas públicas, los estudios fílmicos y la crítica. En 12 días se exhibe una cantidad enorme de películas de todas partes del mundo y, como Bero Beyer -director del IFFR- dice, es un lugar para maravillarse de todo el esplendor del cine independiente. Dicho esto, es difícil encontrar una película que no encaje con un perfil bastante definido por el festival, tal como se ha venido estudiando los últimos años: la presencia de un cine lento, cuyos límites geográficos son cada vez más difusos debido a unas estéticas que han ido homogeneizando al cine independiente. Thomas Elsaesser, en una ponencia durante la presente versión del festival, planteó que el cine que se exhibe en Rotterdam es un cine de doble militancia, es decir, un cine que le debe tanto al autor como al festival en que se exhibe, incluyendo los aparatos de producción que el IFFR ha ido generando (Cinemart y el Hubert Bals Fund, por ejemplo). Esta doble militancia, que está pensada principalmente para el cine europeo, implica para Latinoamérica y el resto del mundo una triple militancia entre el autor, el festival (Europa) y su localidad de origen. No es extraño que varios autores hayan descrito una suerte de "Efecto Rotterdam" en el cine actual, donde -como dije anteriormente- las fronteras son cada vez más difusas y fuertemente marcadas por su rol de financista. Además, el festival es una de las vías de entrada al circuito global de festivales de cine, por lo que no es menor la posible influencia que tenga en el desarrollo de cada proyecto financiado por éste, que en sí, nutren gran parte de la programación.

El IFFR tuvo este año tres grandes retrospectivas dedicadas al cineasta checo Jan Němec, al artista holandés Joost Rekveld y al artista taiwanés Su Hui-yu, todas partes de la sección Deep Focus. En la sección Perspectives hubo muestras dedicadas al cine Palestino, a directores afrodescendientes, entre otras. Yo preferí dedicarme principalmente a las competencias del Hivos Tiger Competition, la VPRO Big Screen Awards y la sección Bright Future, donde se concentra el espíritu del festival. Además tuve la oportunidad de ver algunos filmes de la sección Limelight, dedicada a películas próximas a estrenarse en Holanda, provenientes de grandes estudios, pero con un espíritu más independiente.

Sin querer profundizar en este punto, las mayores decepciones fueron Lemon, película inaugural y ópera prima de Janicza Bravo; y Otra madre, segunda película del cordobés Mariano Luque, la que tuvo su estreno mundial en la sección Bright Future del IFFR. Lemon es una fiel representante del cine indie norteamericano, pero a la vez cae en todos los clichés de éste. Isaac, interpretado por el comediante Brett Gelman, es un personaje que bordea lo patético, que divide su vida entre las clases de teatro que dicta y en comerciales sobre incontinencia urinaria. En paralelo, su pareja no-vidente lo deja, iniciando un absurdo devenir entre fiestas familiares, el acoso a un insoportable y snob estudiante de sus clases de teatro (Michael Cera), y el frustrado cortejo a una mujer que conoce durante una sesión de fotos, donde Isaac reluce todas sus nulas habilidades sociales y de conquista, pasando al total absurdo. Por otra parte, Otra madre es la historia de Mabel -interpretada por Mara Santucho, quien trabajó con Luque en Salsipuedes (2011)-, una madre que cuida a sus dos hijas mientras aún vive en casa de su propia madre. La película es una observación casi documental de la vida de Mabel, donde se puede ver otra forma de la violencia de género: la responsabilidad "natural" de la mujer en la maternidad y la ausencia casi absoluta a lo largo del filme de cualquier figura paterna y/o masculina, salvo una corta aparición del hermano de Mabel (quien va de visita, no se hace cargo de su madre) y de una suerte de amante de ella. Otra madre decepciona porque Luque transfiere demasiada responsabilidad a la observación, a los silencios y a la repetición, pero estos elementos no son capaces de desarrollar una mirada más allá del cotidiano; en ese sentido la película no es capaz de innovar en recursos ni en la forma de contar el relato. Aun así, ni Lemon ni Otra madre son una pérdida de tiempo, solo son demasiado tradicionales en relación al resto de la programación.

Una de las películas que pasó bastante desapercibida durante el festival, y que era parte de la Hivos Tiger Competition, fue Columbus, ópera prima del video artista surcoreano Kogonada. La película transcurre en el pueblo de Columbus, Indiana, donde Cassey cuida a su madre adicta mientras trabaja en la biblioteca local. Ahí conoce a Jin, el hijo de un famoso arquitecto coreano que en la primera escena de la película se desmaya enfermo y es internado en el hospital. En una lectura superficial la película desarrolla cómo la arquitectura se relaciona con las personas en un pueblo y en la vida, pero la película va más allá. La potencia de Columbus radica en la simetría que intencionalmente Kogonada desarrolla en el entorno y en los personajes, una simetría que a nivel de planos (y de arquitectura) es perfecta, pero que a niveles humanos apela sencillamente a la belleza. Todos los personajes tienen su par para conversar, moverse y existe una clara tensión cuando un tercero aparece, las escenas se vuelven incómodas y el paisaje alterado. Pero sin duda lo que más destaca de la película es la situación de simetría y oposición entre Cassey y Jin. Mientras, por una parte, ambos están marcados por la relación con sus padres, su trayecto es radicalmente opuesto: Jin termina acercándose a un padre moribundo con quien jamás entabló una relación, en cambio Cassey se libera -no sin dudar o sufrir por ello- del cuidado de su madre para ir a estudiar arquitectura a otra ciudad. Y cuando ese camino se concreta y ambos personajes desarrollan sus conflictos en veredas opuestas a la película no le queda más que terminar. Todo calculado, todo medido: ahí radica la belleza de Columbus.

Otra película de la Hivos Tiger Competition que también pasó bastante desapercibida es Arábia, primer trabajo en conjunto de los brasileros Alfonso Uchoa y João Dumans. Parte con Andre, un adolescente de Ouro Preto que encuentra el diario de un trabajador que falleció en un accidente laboral en la fábrica de aluminio del pueblo. Desde ese momento, la película comienza a ser narrada en off por Cristiano, el autor del diario, repasando sus últimos 20 años de vida. La película podría ser perfectamente un road movie donde el motivo principal del protagonista es olvidar. En un principio es olvidar su pasado en la cárcel, pero a medida que avanza la narración vamos descubriendo que el diario es un relato sobre dejar atrás al amor de su vida, Ana. La melancolía de la voz de Cristiano nos puede hacer suponer que el diario es más bien una larga carta de despedida y que incluso el accidente es sencillamente una renuncia a seguir sobreviviendo en un Brasil marcado por la pobreza y la explotación. Por otra parte, y con algo más de ruido previo, Donkeyote, segundo largometraje documental del español Chico Pereira, es una bella aunque trillada búsqueda de los quijotes contemporáneos. Manolo tiene 73 años y está retirado, pasa sus días recorriendo el campo de España junto a su mejor amigo, un burro llamado Gorrión. Manolo tiene el sueño de recorrer la ruta que siguieron los Cherokee cuando fueron desplazados por los conquistadores en Estados Unidos. Lo que parece un sueño tradicional se torna complejo y hermosamente inocente cuando el sueño incluye a Gorrión. El documental transcurre entre unas terribles clases de inglés, la búsqueda de auspicios y una decepcionante cotización de viaje; nadie toma en serio el sueño de este jubilado que decide ir caminando con su burro hasta el puerto de Cádiz a solucionar los inconvenientes posibles. Con una apelación directa al Quijote, Manolo y Gorrión caminan por la costa española mientras se ven en el horizonte los enormes molinos de vientos del lugar. Los diálogos entre Manolo y su burro son de una belleza singular y más allá de un desvarío del anciano, lo que vemos es la soledad y esa extraña progresión de la tercera edad hacia ser cada vez más infantil. Y cuando su fracaso es inevitable, el documental conmueve sin cursilerías, por el contrario, saca de la mano todo el humor negro que ha desarrollado durante la película, gracias a un personaje que sin duda está fuera del mundo en que nosotros nos movemos cotidianamente.

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Uno de los primeros estrenos mundiales de esta versión del festival fue Light Thereafter, del búlgaro Konstantin Bojanov y que abrió la competencia Hivos Tiger. La película está compuesta mediante un orden inverso, por capítulos que comienzan desde el último para terminar en el inicio de la historia de Pavel, un adolescente de 16 años que sueña con ser pintor y que tiene una leve esquizofrenia. Si la película hubiese sido contada de forma cronológica habría tenido un final lleno de clichés sobre el arte y la vida, sin embargo, luego de un inicio lleno de dudas, entramos de lleno en una road movie sobre la búsqueda del amor y de figuras paternales, donde a medida que avanzamos en la narración -pero retrocedemos en el tiempo- vemos un Pavel como un adolescente más normal, que usa esta búsqueda del mentor para escapar de su madre y conseguir una figura paterna que necesita. Parte de la misma competencia es la cautivadora, oscura y morbosa tercera película de Pedro Aguilera, Demonios tus ojos. La película es una sensual e incestuosa obsesión de Oliver, un cineasta español radicado en Estados Unidos, que luego de ver a su media hermana en un video porno amateur en internet, decide volver a España y comenzar a espiarla. Pero al llegar Aurora también se siente atraída a su hermano, lo que lleva un desequilibrio en su vida, donde -entre el sexo y una madre controladora- la obsesión termina apoderándose de ella. La película por momentos parece ser más oscura de lo que es, los diálogos se tornan clichés y hay ciertas situaciones -como la visita al sicólogo- que resultan un poco obvias y forzadas para generar dudas en los personajes.

Sebastián González Itier