Han Solo. Una Historia de Star Wars: Una historia más

Cuando la Walt Disney Company, el imperio de entretenimiento más importante de nuestros tiempos, adquirió los derechos de explotación de La Guerra de las Galaxias, se especularon una y mil cuestiones respecto a cómo serían las cinco películas que prometió realizar. En este blog hemos discutido ampliamente sobre los avatares de este fenómeno, uno de los más mediáticos de los últimos años. La nueva trilogía y sus dos spin-offs, fueron concebidas con la tarea de traer al presente la mítica saga creada por George Lucas, lo que implicaba la puesta al día en una serie de elementos claves para la industria hollywoodense actual: rasgos identitarios múltiples, afines a una audiencia tan masiva como diversa, constantes inyecciones de nostalgia para con un pasado pop que regresa para su explotación mercantil y una serialidad y continuidad productiva que estira las franquicias coqueteando con lo enfermizo. Star Wars podía dialogar con los primeros dos puntos de manera sencilla: siempre apeló a una diversidad en sus tramas y personajes, y el recuerdo mítico de la trilogía original funcionaba como trampolín para las nuevas entregas. El tercer punto, por otro lado, ofrecía más suspicacias. Y es que, anteriormente, cada película de la saga se distanciaba de su predecesora por un lapso de varios años, lo que dotaba a cada estreno de cierta aura particular. Hoy, donde la separación ya ni siquiera alcanza los 12 meses, el riesgo de la pérdida de significancia se vuelve cada vez más manifiesto.

Han Solo. Una historia de Star Wars es la cuarta película de esta nueva etapa en poco menos de tres años. A este ritmo impresionante se cortan bastantes boletos y se generan muchas expectativas, pero también se hace casi imposible no perder intensidad. Han Solo se trata de uno de los personajes más icónicos de este universo, ya por su humor, su personalidad atrayente y, por cierto, su rol en el Episodio VII, El despertar de la Fuerza. Esta película spin-off  cuenta sus orígenes, antes de que conozca a Luke Skywalker en el desértico planeta Tatooine. Aprendemos sobre sus primeros años, cómo conoció las mañas de su oficio de contrabandista, sus sueños y amores de juventud. Vemos cómo Han (Alden Ehrenreich) se entrena en las artes de la bribonería con Beckett (Woody Harrelson) y qué está dispuesto a arriesgar por el favor de Qi’ra (Emilia Clarke). Al mismo tiempo, reconocemos personajes y situaciones particulares, las que tenían el carácter de leyenda en las primeras películas, y aquí obtienen explicación. Me refiero a cómo conoce a su inseparable compañero, el wookiee Chewbacca (Joonas Suotamo), y en qué circunstancias se aproxima a la mítica nave El Halcón Milenario. En un mundo plagado de traiciones, robos y persecuciones, Han hará lo posible por obtener lo que siempre ha querido y hasta ahora le ha sido negado, su libertad.

La película es eficiente en una serie de elementos característicos del género. La trama de aventuras y complots está bien guiada y es elocuente. Asimismo, los personajes secundarios están correctamente dibujados, algo que vemos cada vez menos en este tipo de megaproducciones, y es posible ver en ellos una construcción que no pierde de vista su necesidad para la acción, a la vez que les otorga características que les hacen entrañables. El ejercicio da como resultado un filme entretenido, que avanza a buen ritmo, y con tiempo para algunos breves comentarios a la sociedad actual, con el incipiente lugar que tiene la rebelión y la metáfora del combustible intergaláctico como el bien por el que vale la pena robar, traficar y hacer la guerra. No obstante, no dejan de haber elementos que causan ruido.

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La mochila más pesada con la que tiene que cargar es con la densidad de la saga en su conjunto. Luego de las dudas que dejó Episodio VIII, Los últimos Jedi, de antemano se instalaba la idea de que la tarea le estaba quedando grande a Disney, y que el éxito de las primeras películas bajo su mandato eran no más que un espejismo producido por el calor de la nostalgia más que gracias a un rendimiento cinematográfico específico -argumento al que personalmente no suscribo. Sea como fuere, la relación con la historia central es un lastre del que esta película no puede del todo desprenderse, principalmente porque la acción, en gran medida, no le hace eco. Si bien un spin-off puede literalmente escapar de ese tronco neurálgico, al solo referirlo, pero no hacerse cargo de él, permite la lectura de la oportunidad desaprovechada. La película no cuenta prácticamente nada que no supiéramos o que no necesitáramos del todo saber, y los fragmentos que desconocíamos, no resultan tan interesantes, como por ejemplo, la demostración de cómo Han logra atravesar el famoso corredor de Kessel en menos de 12 parsecs. Es más, dadas las características del personaje, resulta tal vez innecesario explicar algunos detalles que forman su prestigio como forajido. La ambigüedad y el misterio agrandan su imagen, y conocerlas a fondo contradice su propia construcción. Pero saber de esos episodios, me podrán argumentar, permite evaluarlo de mejor manera, enterarnos de cuánto era realidad y cuánto invención. No sería un mal enfoque, pero resulta inexistente en este caso.

También resultaba problemático el tratamiento actoral de Han Solo, con el referente patente de Harrison Ford, tal vez una de las estrellas más importantes en el cine de acción hollywoodense. Si bien Ehrenreich no desentona, debe responder a un parangón inalcanzable, no precisamente por cierto virtuosismo interpretativo de Ford, sino más bien con su transformación en ícono pop. La decisión de abordar al personaje joven pero no tan joven, donde el presente de este filme pareciera estar ubicado pocos años antes de los acontecimientos del Episodio IV, acentúa más esta problemática. Tal vez hubiera sido interesante tomarlo en un momento de formación anterior, que se separara de los nodos nostálgicos (el Halcón, por ejemplo) y permitiera otorgar luces sobre dimensiones más innovadoras del protagonista. En este sentido no cuesta creer que un punto en contra de tal acercamiento sería la fallida experiencia del novel Anakin Skywalker en el Episodio I, pero al menos ahí sí veíamos un contraste del personaje que después se convirtió en Darth Vader.

En síntesis, pese a contar con recursos bien logrados y secuencias que despertarán la atención tanto de los fanáticos como de los no iniciados, la película tambalea a partir de opciones y posiciones al interior de la franquicia. El fragmento de la historia que se decidió abordar es casi un “instante cualquiera”, lo que permite ver la película como “una más” de las que se podrían producir y producir hasta el hartazgo. No es en ningún caso una película terrible, y si bien hay que cuidarse de las condescendencias, también hay que estar atento a una ola cada vez más creciente de fanáticos extremistas, que se sienten con la potestad y el derecho de exigir que las entregas de la saga respondan, antes que nada y por sobre todo, a una esencia que nadie parece saber describir. Son ellos también producto de este sistema voraz que quiere combinar rapidez y tradición a velocidad acelerada. Cuando se reportó que a medio rodaje los productores optaron por cambiar de directores, pasando de nombres más vinculados a la comedia, como son Phil Lord Chris Miller, al renombrado Ron Howard, se traslucía un conjunto de confusiones e indecisiones por parte de Lucasfilm, parte quizás del mismo problema: una industria que busca mercenariamente eternizarlo todo, con la mayor cantidad posible de ejemplos de por medio.

 

Nota comentarista: 6.5/10

Título original: Solo: A Star Wars Story. Dirección: Ron Howard. Guión: Lawrence Kasdan, Jonathan Kasdan. Fotografía: Bradford Young. Música: John Powell. Reparto: Alden Ehrenreich, Emilia Clarke, Woody Harrelson, Donald Glover, Thandie Newton, Paul Bettany, Phoebe Waller-Bridge, Joonas Suotamo. País: Estados Unidos. Año: 2018. Duración: 135 min.