Espectador Errante (4): El Planeta de los Simios. Cuando Charlton Heston le gritó a un simio

El entusiasmo exacerbado por El Planeta de los Simios: La Guerra de Matt Reeves es entendible por diversas razones. Primero, porque se trata de un blockbuster que supera al promedio en historia y complejidad visual. Es un filme más sofisticado, con ideas evidentes sobre la supremacía de razas, la familia y la autodestrucción del ser humano. Segundo, los efectos digitales muestran una nueva era en cuanto a informática y en el desarrollo de interpretaciones virtuales. Tercero, las interpretaciones son creíbles, en especial, cuando hablamos de Andy Serkis y su descollante retrato de Caesar, el líder de los simios parlantes. Sin embargo, tanta celebración a veces puede ser agobiante. La tercera parte de la trilogía contemporánea de El Planeta de los Simios merece aplausos, pero está lejos de la ovación que sí debería tener el primer capítulo de la saga, de 1968.

Las nuevas generaciones de críticos y comentaristas de cine están cometiendo el error de obviar el pasado, lo que incide en la desinformación hacia las nuevas generaciones de espectadores. Abundan comentarios en internet y en las redes sociales sobre el nuevo filme de Reeves, pero sin un ápice de referencia al inicio de la franquicia. Y esto para algunos puede sonar anecdótico, cuando realmente se trata de un fenómeno grave. No hay nada peor que comentar cine desde la ignorancia. Por eso, siempre es bueno hablar de los filmes con cierta distancia. A veces las películas necesitan de un periodo de cocción, ya que el crítico tiene el deber de conocer sobre lo que habla y escribe, evitando caer en la impresión desbocada a la salida del cine.

Esta introducción tiene por objetivo situarnos en el rescate fílmico de El Planeta de los Simios versión 1968. Vista con distancia, el filme mantiene su legado. El director Franklin J. Schaffner fue realmente un visionario con este filme heredero de la contracultura de los años 60´. La falta de credibilidad de aquellos años hacia la autoridad y la visión idealizada de una sociedad pacífica se puede apreciar en cada una de las escenas de la película. Su protagonista, el astronauta George Taylor (un soberbio Charlton Heston) es un cínico. No cree en el ser humano, ya que en éste sólo percibe destrucción. Dicha declaración de principios lo lleva a una misión sin retorno, dejando atrás las miserias de una humanidad desacreditada y, de algún modo, moribunda. La escena de Taylor en la nave que lo conduce a través del espacio y tiempo está repleta de simbolismos. Esta introducción al filme parece el inicio de una historia en la que primará el fatalismo, y que arranca luego de un largo periodo de hibernación.

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Franklin J. Schaffner comprendió la utilidad de filmar la mayoría de su filmografía en 70 milímetros (al igual que David Lean). Las primeras imágenes de El Planeta de los Simios con los desorientados astronautas caminando por un tierra ajena son perturbadoras. No hay vida, sólo desierto y muerte. Los aventureros lucen pequeños en medio de aquella apabullante inmensidad. Están situados en medio de la insignificancia frente a la incertidumbre de lo que parece ser un planeta desértico. Pero después viene el descubrimiento de la vida, las posibilidades y la teoría de la evolución hasta que montados sobre caballos aparecen simios portando rifles, mientras doblegan la poca o nada inteligencia de seres vivos parecidos a seres humanos. Aquel encuentro, entre simio y hombre, representa un momento clave en la historia del cine de ciencia ficción, hasta el punto de convertir al filme en una suerte de relato trágico. La escena es brutal. Vemos a Charlton Heston tratando de escaparse de aquellos cruentos simios. Todo es un choque cultural, el cambio de un paradigma evolutivo. Heston representó en forma permanente la figura del héroe clásico, además de interpretar reconocidas figuras de la religión y la cultura occidental, desde Moisés hasta Michelangelo o al general Charles Gordon en Khartoum. Por eso, el simio que doblega a los seres humanos resulta una imagen mucho más potente y reveladora. Es la vida y la cultura occidental sometida.

El Planeta de Los Simios de 1968 es una obra demasiado intelectual que Schaffner hábilmente disfrazó de entretenimiento de masas. Otro aspecto que nunca ha sido superado en sus secuelas es la sensación de caos y desesperación que transmite. La imagen de Heston amordazado, golpeado y encerrado en una jaula como animal de zoológico inquieta y da rabia. Cuando grita las frases “¡Quítame tus sucias manos de encima mono asqueroso!” y “¡Esto es un manicomio!” es el espectador que grita con él.

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Schaffner fue un director preciosista, pero su preocupación por los encuadres siempre estuvo a disposición de la narración. Patton fue la epopeya de un hombre en permanente combate, quien buscó transformar su realidad en una leyenda. En Papillón fue la aniquilación de la libertad, tanto a nivel mental como físico. En El Planeta de Los Simios se cuelan ideas sobre el racismo. También hay espacio para el control social. El Dr. Zeus simboliza una permanente contradicción al proteger la fe y al promover las ciencias. Es la autoridad que oculta la verdad, una que Taylor siempre intuyó antes de su aventura. El secreto de Zeus horroriza porque representa la verdad que Taylor siempre creyó, si bien hacia el final del filme desea negarla. Schaffner fue muy astuto cuando aceptó realizar esta película porque supo detectar sus inagotables posibilidades. Sabía que entre manos tenía un material único, como también lo intuyó el compositor Jerry Goldsmith, quien revolucionó el rol del score en una película. Lo anterior, por medio de la invención de sonidos arrítmicos que se complementan con el filme, reforzando aún más la sensación de caos.

El Planeta de los Simios no sólo es una historia de ciencia ficción, sino también una obra que colinda con el género de terror, pero desde el punto de vista intelectual. La animalidad del hombre termina por poner en jaque su progreso. Es la arrogancia que sucumbe ante los efectos de la violencia. A Taylor lo asecha la verdad inconmensurable del ser humano, que no es otra que su permanente necesidad de dominar a otras especies o a su propio género. La imagen de Heston tirado en la arena mientras contempla lo que nadie se esperaba es un momento desconsolador. Finalmente, comprueba con dolor su visión acerca del hombre, de su infame destino. Los resabios de la Estatua de la Libertad ironizan sobre la propia libertad del hombre, una que se perdió en medio de siglos y siglos de guerras, odios y destrucción.

Schaffner creó un filme que se transformó en parte de la cultura popular y que casi 50 años después continúa impresionando, incluso por los realistas efectos de maquillaje en los rostros de los simios a cargo de John Chambers. Es una obra realista, con advertencias que mantienen su vigencia y que dista mucho de la plasticidad de las últimas dos obras de Reeves. La nueva trilogía de El Planeta de los Simios es un gran trabajo en cuanto a escala técnica, pero su excesiva sensiblería palidece frente a la versión de 1968. Es importante que las nuevas audiencias sepan de dónde provienen los remakes o nuevas adaptaciones, no por comparar en forma gratuita, sino por saber tomarle el peso a lo que se está viendo en pantalla.

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Título original: Planet of the Apes / Director: Franklin J. Schaffner / Intérpretes: Charlton Heston, Roddy McDowall, Kim Hunter, Maurice Evans, James Withmore y Linda Harrison / Año: 1968.