El tiempo de los amantes (Jérôme Bonnell, 2013)
Una actriz francesa y un profesor de literatura inglés, coinciden una tarde cualquiera en el tren que va de Caláis a París…nunca se han visto, pero ahora enfrentados en el viaje, la mirada inevitable será el elemento catalizador de esta historia. Dirigida por el francés Jérome Bonnell (Le Chignon d´Olga), El Tiempo de los Amantes se suma a una larga lista de filmes sobre amores repentinos, impensados, tránsfugas, provocadores y muchas veces infructuosos, que bien pueden llegar a configurar una suerte de subgénero dentro del cine romántico.
Alix (Emmanuelle Devos) va camino a una audición para una película, mientras al mismo tiempo lidia con la amenaza de una crisis conyugal y la proximidad de tiempos nuevos en su vida. Doug (Gabriel Byrne) por su parte, ha viajado a París desde Inglaterra para el funeral de una antigua amiga; es un hombre reposado, algo ensombrecido por la tristeza y con un aire seductor que le distingue a pesar de él mismo. Hasta antes del encuentro de ambos personajes, el relato se centra durante varios minutos, en Alix y sus circunstancias, que sin llegar a comprenderse muy bien dejan ver a una mujer algo insegura y ligeramente atormentada. En su viaje a París, ya en el tren tiene frente a ella, a unos pocos asientos de distancia, a este nombre ensimismado y nostálgico que llama su atención, hasta que él también repara en ella. Un breve dato le dará a Alix la posibilidad de volver a toparse con él y lo que sigue será en buena medida movilizado por una obsesión suya. Una vez que se reencuentran, la historia clandestina de estos dos, en no más de un par de días, será, como muchas otras, la historia de un dilema…de una elección.
Ahora bien, antes de dejarnos entender de qué se trata realmente, El Tiempo de los Amantes se toma…bastante tiempo. Más que tratarse de los dos, la película parece tratarse sobre ella y lo que a ella le pasa; es el personaje de Alix quien domina todas las secuencias, todo lo que sucede…le sucede a ella. En ese contexto la presencia de Doug resulta ser algo más bien lateral, un síntoma, una excusa. No tendremos el contrapunto de sus propias circunstancias y lo poco que sabremos de él, será a partir de sus escasos diálogos con Alix. La atención se centra en esta mujer que, a un mismo tiempo, se deja llevar por esta atracción mientras se afana en comunicarse con el hombre con el que ya tiene una vida…un individuo del que sólo sabremos su nombre y lo difícil que es ubicarlo al teléfono; a lo largo de toda la película, como ruido de fondo permanente junto a algunos violines clásicos, se repetirá insistentemente el mensaje de su contestador.
Una historia mil veces contada, con o sin tren de por medio (pocas dudas caben que es una de las buenas elecciones para ambientarla), no encuentra en esta película su mejor versión. En efecto, no obstante una buena factura visual, lo cierto es que en El Tiempo de los Amantes…el tiempo resulta ser demasiado largo y no llega a justificarse. Algo confabula en contra de las emociones del espectador, que no pasa de ser eso, un mero observador y no es que en el cine se pueda ser mucho más, pero si hay algo que precisamente el cine puede hacer es movilizar las emociones y remecer algo en las fibras, eso que hace que uno salga de la sala predispuesto a una vivencia diferente. Bueno, eso no pasa aquí…al menos no con la fluidez esperada. Las actuaciones se ajustan a lo que demandan los personajes y el Douglas de Byrne se trasluce y define mejor…sus conflictos se palpan de manera más clara. Alix en tanto, con una sostenida Devos, es inasible, sus dilemas se pueden entender, pero al mismo tiempo ni siquiera es tan claro que ella los viva como tales.
Se trata de personajes que están en plena madurez…ninguno de los dos se plantea precisamente en tiempos de locura. Él, compuesto y reservado, sorprendido por esta mujer francesa justo cuando seguramente los recuerdos de un romance antiguo rondan con más fuerza tras la muerte, está vulnerable y algo reticente. Ella, por su parte, se ha obsesionado con este inglés… le sigue, le busca, lo encuentra, impone su presencia….pero cada paso que da parece venir precedido de una especie de disyuntiva que resuelve pronto y sin mucho titubeo…entonces los contornos de este personaje no logran definirse bien, y su aparente o esperable angustia tampoco se advierten. El camino que ella paralelamente recorre en este par de días, asociado a su matrimonio y a la maternidad tardía y sorpresiva, parece tener fuerza propia y no estar nunca realmente en peligro por esta súbita relación….lo que le preocupa de aquello, poco tiene que ver con Douglas.
Una construcción que debiera estar llamada a ser un ejercicio esencialmente emocional -la historia de dos desconocidos que, en menos de 48 horas, están a punto de cambiar sus respectivas vidas por el otro-, requiere un poco más de esfuerzo que el que hay en esta película. Un relato comprimido por la fuerza de los hechos, debiera justificarse algo más en la definición de personajes con caracteres menos tensos. A diferencia de otros filmes (las evocaciones pueden ser muchas) en que se contextualiza mejor el presente de los protagonistas de manera que es más fácil entender lo que se juegan, conociendo las implicancias posibles de sus decisiones y lo tortura de tomarlas, en El Tiempo de los Amantes no logra generarse la suficiente empatía. Lo breve de su tiempo juntos lo explicaría, pero en ese caso, otros aspectos tendrían que haberse reforzado. Por eso termina siendo un filme poco conmovedor y puede sentirse algo plano, insípido y más largo de lo que sería recomendable; es cierto que éste puede ser un problema de usuario, pero también es cierto que ante ciertas promesas y expectativas, uno puede exigir.
En buenas cuentas, el planteo resulta errático; mirada como la historia de dos amantes, le sobran clichés y la falta sustancia; mirada como la historia de una mujer que parece estar despidiéndose de algo antes de empezar una nueva etapa en su vida, tampoco es del todo convincente. Desde ninguno de estos ángulos, El Tiempo de los Amantes llega a consolidarse y, por el contrario, termina siendo un tiempo tal vez…demasiado largo.
Elena Valderas