El seductor (1): El feminismo estético de Sofia Coppola

Todo parte en medio de un bosque, de esos cuyos árboles son tan altos y con copas tan frondosas que sólo dejan entrar tímidos rayos de luz, formando una especie de túnel por donde seguimos a una niña que no ha cumplido los 10 años y que recolecta setas que pone en una canasta. Mientras se va internando más y más en lo que parece ser un terreno prohibido, detrás de un tronco, escondido, aparece un hombre con ropa militar. Está herido y le pide ayuda. Estamos en la Virginia de un Estados Unidos en plena Guerra de Secesión, en 1864.

Así parte El seductor o The Beguiled, la reversión de Sofia Coppola de la película con el mismo nombre dirigida por Don Siegel en 1971, y que le valió a la cineasta el premio de Mejor Dirección en el Festival de Cannes 2017. Este es el sexto largometraje de la realizadora que creció entre alfombras rojas y sets de películas, y no cabe duda de que han pasado 18 años desde su primera incursión cinematográfica: todos sus intereses y manías están reforzadas y más patentes que nunca, tanto los que la hacen una autora con voz reconocible e interesante como reiterativa y a ratos tediosa.

Sus sofisticados ambientes íntimos, el muy cuidado diseño de vestuario digno de la revista Vogue y los apagados colores pasteles son tan mimados como su delicado lenguaje visual, en el que sus personajes femeninos se suelen desenvolver con total fluidez. Es decir, todo lo que compone ese estado anímico tan "Sofia Coppola" siempre presente en sus filmes.

Sin embargo, su tradicional estructura narrativa, que es empujada por temas como la soledad y una femineidad floreciente y en conflicto con lo masculino más que por un guión de hierro, aquí trastabilla al chocar de frente con una muralla infranqueable que es la presencia del soldado. Lamentable, si consideramos que el personaje debió ser el mayor de los aliados de la directora de María Antonieta (2006) a la hora de construir la tensión entre el grupo de personajes enclaustrados en un ambiente opresivo. Pero volvamos un momento a la historia.

La niña, que era una de las cinco alumnas de la escuela para señoritas dirigida por Miss Martha -interpretada por una notable Nicole Kidman- lleva, a fuerza de voluntad e impulsada por una curiosidad más grande que ella, al soldado McBurney (Colin Farrell) a la casona para curarlo. Con la llegada del hombre del ejército de la Confederación, las hormonas se dispararán, los celos aflorarán y los ojos revolotearán en torno al inesperado huésped, que también es enemigo, desatando una tormenta al interior de ese pedazo de cielo en el sur estadounidense habitado por la mencionada Kidman, Kirsten Dunst y Elle Fanning, entre otras.

Y aquí es donde El seductor se resquebraja y fractura. Por una parte, la directora nacida en la nobleza del cine brilla en el minucioso estudio de sus personajes femeninos, tan preciso y revelador como de costumbre. Inmisericorde, incluso perverso y frío. Pero al mismo tiempo, y dolorosamente, las elipsis obsesionadas en mostrar solo lo trascendente, restándole tanto aire como naturalidad a las escenas, se sienten torpes y los diálogos, más preocupados por que las protagonistas develen una reflexión ingeniosa sobre el comportamiento femenino, son algo forzados y sonrojantes. Dicho de otra forma, las representaciones que plasma sobre lo que es ser mujer en cada una de sus protagonistas y la exposición acerca de la sexualidad femenina encorsetada frente a la libertad de la masculina son precisas e incómodas, pero lo que gana en urgencia e importancia lo pierde en gracia.

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A diferencia de lo visto en Las vírgenes suicidas (1999), con la muy confiable Dunst, y en Somewhere (2010), con la siempre estupenda Fanning, hay pocos momentos en El seductor en los que su implacable cámara escrute con firmeza a esas actrices, que sin duda son dos de las mejores que ha dirigido. En esta pasada, más que contar una historia, Coppola se interesó en entregar un mensaje y cuestionar al espectador. Por ejemplo, mediante planos en primera persona en los que nos hace compartir la posición del soldado, interpelando tanto al personaje como a los espectadores. Y de paso, se alejó tanto de la humana y mordaz Perdidos en Tokyo (2003) como de la narración documental de ese intento fallido, pero socialmente relevante y con escenas tremendamente ingeniosas, que fue The Bling Ring (2013).

Desde mayo, cuando el jurado del festival francés le entregó el galardón por su destacada dirección, muchas críticas sobre la película recurrieron a la comparación entre ésta y la vigorosa y feroz cinta original protagonizada por Clint Eastwood, quien interpretó el papel que ahora le queda del todo grande Farrell. En su mayoría, esas mismas críticas tendieron a ver falta de sensualidad y fuerza en la asfixiante tensión sexual que establecen las anfitrionas con el macho. Pero pocas críticas se preguntaron el porqué de esta diferencia o qué era lo que intentaba transmitir Coppola al girar no solo el punto de vista, sino la tonalidad emocional.

Y las respuestas estaban ahí, entre faldas largas, hombros descubiertos, risillas y miradas cómplices; en la escena de Kidman limpiando y secando el cuerpo desmayado de Farrell; o en el corsé apretado de Fanning, una especie de metáfora ceñida a las demandas feministas que hoy se mantienen tan vigentes como entonces; pese a que la película está ambientada en el siglo XIX: sexualidad, libertad y roles de género.   

Donde en la cinta original había humedad, sudor y erotismo desbocado, aquí hay represión y culpa. Si en la versión de Don Siegel todos respaldamos a Eastwood en su caza, ahora queremos cortarle la cabeza Farrell y nos unimos al aquelarre en su momento de liberación. Cuando el eterno Clint buscaba imponerse con músculo y determinación, Colin alega castración y privación de un derecho que cree haberle sido concedido por naturaleza. Entre los pasajes de ensueño de El seductor aparece subrayada la dimensión patética del imaginario del semental, del pequeño rey figurado, del conquistador frustrado y de la hiena glorificada en león.

El problema está en que el guión se ve rebasado por el discurso intelectual y las meditaciones sobre lo femenino y sus representaciones arquetípicas, lo que termina por boicotear este elegante drama cruzado con cuento de hadas perverso que plantea, en perspectiva, preguntas urgentes sobre los castigos y límites que ha impuesto el orden social a la mujer. Dolores que mujeres en todas partes aún siguen arrastrando que el lente de Coppola y los ojos de sus heroínas denuncian con rabia, determinación y mucho estilo visual.

Nota comentarista: 6/10

Título original: The Beguiled. Dirección: Sofia Coppola. Guión: Sofia Coppola (Basado en novela de Thomas Cullinan). Fotografía: Phillipe Le Sourd. Música: Phoenix. Reparto: Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Collin Farrell, Oona Laurence, Angourie Rice, Addison Riecke, Wayne Pére, Emma Howard, Matt Story, Rod J. Pierce. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 91 mins.