El Planeta de los Simios: Confrontación (Matt Reeves, 2014)
Con un título original “a la George Romero” Dawn of the Planet of the Apes, la continuación del Raise of… (Rupert Wyatt, 2011), sitúa su ficción en un contexto mundial ya postapocalíptico, en el momento que el efecto de la “fiebre simia” desencadenada al final de la primera parte ha desolado el mundo. Esa es una de las claves, a mí entender, del porqué 20th Century Fox produjo el reboot (remake con una historia alternativa) de la serie simia. La película apocalíptica de la temporada sienta sus bases no únicamente en su primera parte estrenada hace un par de años, se beneficia también de su diferencia con la fallida versión de Tim Burton (2001) y, por supuesto, del portento imaginario que significó la versión original de 1968. Si hablamos de versiones entonces hay que volver más atrás, al momento de divulgación de la teoría de la evolución de Darwin. Famosas son las caricaturas del científico que juntaban su calva y barbuda cabeza con el cuerpo de algún mono. En el malentendido popular de la teoría evolucionista y su popularidad los monos, esos que están enjaulados en los zoológicos donde llevamos a nuestros niños para familiarizarlos con el reino animal, son versiones previas, frustradas de lo que somos los humanos, o en el peor de los casos, nosotros somos versiones menos rudimentarias, infantiles, sexuadas, de ellos. Ahí se encuentra el mérito de la novela de Pierre Boulle, preguntarse por nuestras premisas culturales evolucionadas como una variante más de caminos que se bifurcaron en algún punto, llegando a tal o cual estado de cosas. Estado momentáneo, por lo demás, nunca estado definitivo. El famoso final de la película del annus mirabilis ’68 (guerra fría en su esplendor: protestas civiles y sociales, asesinatos políticos, Vietnam, etc), tan inquietante como fascinante, aquel de un posible desastre nuclear o de cualquier otro tipo, con un Charlton Heston con rifle en cinto y su mujer a caballo, sollozando “malditos” no a los simios sino que a la humanidad, cerraba la historia con una doble advertencia, el peligro que el hombre acabe consigo mismo y su civilización, el reconocimiento que el hombre y su cultura fallaron, una equivocación que puede ser reemplazada sin remordimientos por seres inferiores. En definitiva, un nuevo mundo donde Adán y Eva no son más necesarios. Entonces, esta nueva serie del Planeta de los Simios carga con demasiada familiaridad, algo que el Estudio supo aprovechar en un nuevo contexto de las superproducciones. El conocimiento de la antigua serie, al menos del final de la primera película (y la serie para tv, los dibujos animados, los juguetes y demás mercancías relativas a los simios), permite reactualizar el mito de la humanidad caída en un momento que se piensa a sí mismo como el Fin de la Historia, como condición poshistórica manifestada, en el caso de Hollywood, en un imaginario distópico sobre las posibilidades del desastre actual representado en múltiples opciones de aniquilamiento a manos de la naturaleza o del mal uso tecnológico. Volviendo al punto de partida, es decir, la nueva película, el destino inevitable que erradicará la raza humana y elevará a los simios como los seres superiores de la tierra, o sea, la confrontación aludida por el título en español, se pone en marcha por la ruptura del pacto pacífico entre humanos y primates. Por un lado los humanos quieren asegurar su supervivencia a cualquier costo, implicando resguardarse y usar armas para eliminar a los monos. Por otro lado los simios también desconfían del trato y buscan mantener su independencia mediante la amenaza simbólica. La llegada del líder César y su comité en caballo a la ciudad de San Francisco deja en claro que estos hablan desde una superioridad, no solo de altura y fuerza física, también ética. Los simios tienen como ley primordial que ninguno matará a su congénere, mientras que los humanos, menos racionales y fracturados por el miedo, son capaces de disparar a matar a la primera provocación. La necesidad humana de mantenerse seguros gracias a la electricidad y tecnología de la que se han vuelto dependientes también es otro factor. Los simios, en cambio, son capaces de generar una cultura más integrada a la naturaleza, en los bosques. Ahí construyeron su poblado de madera, lugar donde viven, educan a los menores y que les permite abastecerse cazando animales. César, el líder y macho alfa, primer simio que obtuvo lenguaje, gobierna hasta ser reemplazado por un intento de magnicidio a manos de su brazo derecho, Koba, más agresivo y desconfiado. Entre ellos se conforma un conflicto que traslada la dicotomía entre simios y humanos. Para Koba, César ha traicionado a los suyos al ofrecer al humano Malcolm, el ingeniero, la ayuda para reestablecer la energía eléctrica de la ciudad mediante la reparación de la central hidroeléctrica que está en el bosque. Para Koba el líder ha dejado de ser respetable, poniendo en duda su condición de simio. Sin embargo más adelante, cuando el combate entre humanos y simios de paso a la opresión dentro de estos últimos, será César quien obligue a Koba someterse a la justicia simia. A fin de cuentas, la diferenciación humano/simio se da en términos de un humanismo. Por un breve instante de plenitud la paz y convivencia entre hombres y monos logra ser posible. César y Malcolm, los pacifistas, han logrado vencer los obstáculos. En cambio será Koba, el que quiere la guerra, el que venza a largo plazo. Pero con el efecto de perder lo que le da su condición simia: matar a los suyos. Por esta inversión cainita el mono ha dejado de ser mono, volviéndose algo así como una nueva versión de su enemigo: un humano opresor y asesino. Y los humanos no merecen redención. La frontera ética ya se cruzó y la guerra por la supremacía de la tierra ya está servida. Esperamos la tercera parte. En este ejemplo postaurático propuesto por Dawn of the Planet of the Apes sobre la posibilidad de rehacer una serie, de recomponer una historia, es posible entender la lógica productiva de la fábrica de sueños e historias que sigue soñándose a sí misma en sueños e historias que son productos: múltiples mercancías que remiten a sus semejantes anteriores, que se actualizan en su potencialidad infinita. La recursividad tautológica de Hollywood no es simplemente falta de inspiración o asegurar al máximo una oportunidad comercial, también es una visita guiada (en tanto estandarizada) por el museo imaginario de las imágenes y el cine en tiempos de realidades alternativas superpuestas y conflictos entre individualidades despersonalizadas y heteróclitas. Álvaro García Mateluna