El Futuro (Alicia Scherson, 2013)
Basada en Una Novelita Lumpen de Roberto Bolaño, El Futuro de Alicia Scherson es todo lo opuesto a un futuro nítido. Posee, más bien, la intensidad de un presente-pasado de Bianca (Manuela Martelli) que queda huérfana junto a su hermano Tomás (Luigi Ciardo) luego de un accidente automovilístico en el que mueren sus padres. Sin más parientes ni compañía que ellos mismos -son hijos de exiliados chilenos en Roma- resisten a duras penas la soledad, el abrupto encuentro con la responsabilidad, el hacerse cargos de sí mismos con poco dinero para vivir, en el marco de la vorágine en la que se encuentra la sociedad italiana.
Bianca vive la intensidad de la libertad, el ímpetu de la juventud sin mañana y la forzosa responsabilidad de ser hermana mayor-tutora, con una sabiduría y seriedad que bordean la comedia. Impenetrable, pero a la vez vulnerable y desprovista de cualquier protección amorosa y afectiva, termina involucrándose con dos amigos fisicoculturistas de Tomás: el Libio y el Boloñés, que llegan a vivir de manera turbia y misteriosa con los hermanos recién huérfanos.
Son ellos quienes, acercándose sexualmente a Bianca, la involucran en un “negocio” que debería mejorar el futuro de todos. Ella, en una suerte de juego -y como estímulo para su vida suspendida por el luto- termina prostituyéndose para engatusar y luego robar a un viejo actor italiano llamado Maciste (Rutger Hauer). Con él vemos a Bianca en su máxima desnudez e intimidad, exponiéndose todo su atrevimiento inocente, en la fragilidad de su cuerpo frente a la figura imponente y cargada de batallas vencidas de Maciste, ese héroe que viene a salvarla de la oscuridad encandilada, quien permite que Bianca se mire a sí misma, quién también es visto por esta pequeña mujer que sabe de los infortunios de la vida con su corta edad.
Tratada la sensualidad con elegancia y erotismo pocas veces visto en el cine chileno -sus protagonistas son expuestos en una desnudez mucho más física que emocional-, el registro de los cuerpos expuestos, los primeros planos de los ojos de Bianca, el rostro inquebrantable de Maciste, el delicado tratamiento de las manos, de las caricias entre ambos, nos sugieren una intimidad inaccesible. Scherson apuesta a una estética llena de alusiones y citas: al neorrealismo, al cine de suspenso de los 60. Con un detallado carácter de las tonalidades, las invariaciones de los colores plomos y negros, la opacidad es una de las líneas argumentales y estéticas más relevantes, reforzado en el cuidado por los espacios interiores, que asertivamente se despliegan como un protagonista más y parecen representar los sinsabores de la rutina de una(s) ciudad(es) en ruina y decadencia afectiva, espiritual y material. Bianca pareciera encarnar la situación a la deriva y la ruina ineludible en la que se encuentra la sociedad italiana, europea, al fin y al cabo la sociedad occidental, manifestada a través de los escenarios exteriores, la aparición de Cinecittà en el deambular obnubilado de Bianca, las soledades teñidas por la opacidad de las construcciones, el desamparo generalizado, la decadencia de las instituciones y los sistemas, la banalidad de las relaciones, la sociedad que en definitiva arrasa con lo que ve a su paso, sin medir muchas consecuencias, sin pensar en el futuro.
El Futuro es el tercer largometraje de Alicia Scherson, un film que se presenta desde la universalidad de su propuesta: filmado y financiado en Italia, Chile y España, hablado en tres idiomas, con personajes italianos, chilenos exiliados en Roma y un viejo actor italiano que habla en inglés (sin mencionar a la figura de Roberto Bolaño, chileno, autoexiliado en México y que vivió la última parte de su vida en España), nos sugiere la superación de un cine limítrofe nacionalmente, por vía de la búsqueda de nuevos lenguajes estéticos y la apertura a diferentes discursos cinematográficos.