Dolor y gloria (3): El duro deseo de durar

En algún texto a propósito de Jacques Lacan leí que es posible hacer la biografía de una persona a partir de los puntos que han marcado su relación con el deseo. Y es que el deseo es una especie de flujo psíquico interno que se conecta con nuestras fantasías y nos empuja en la conformación de nuestra identidad; el deseo es la esencia del individuo.

O al menos esa es la lectura de Spinoza y Gilles Deleuze, “un huracán que avanza alegremente”, dice Deleuze sobre el deseo, contraria a la visión clásica de corte platónico que lo piensa como una falta y como algo volátil. En la lectura de Spinoza y Deleuze, el deseo no es carencia, sino potencia, potencia de existir y de actuar, es gozo y es alegría.

Pedro Almodóvar nos cuenta en Dolor y gloria la vida de Salvador Mallo (Antonio Banderas) a través de los puntos clave de la relación del personaje con su deseo. Salvador Mallo es un director de cine que atraviesa una crisis personal que le impide seguir filmando, este proceso está acompañado de las imágenes-recuerdo de su infancia (que se nos muestran luminosas y blanquísimas) y del reencuentro con Alberto Crespo (Asier Etxeandia), quien alguna vez protagonizó una de sus mejores películas, y que, a su vez, lo llevará al reencuentro con su gran amor.

Esta sucesión de encuentros, memorias y personajes siguen el flujo del deseo. La visita de Federico (Leonardo Sbaraglia), el gran amor de juventud, desemboca en el recuerdo del primer deseo sexual durante su infancia. Mallo escribe una suerte de ejercicios confesionales, textos que lamenta no filmar (y que, sin embargo, sí los vemos representados en la película, contados a veces desde una voz en off como en el flashback más clásico) en ellos aparecen representados y a veces evocados los temas que son ya característicos de la filmografía de Almodóvar: el colegio católico, la sabiduría de la madre, la locura de los años 80 y la cinefilia temprana.

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Almodóvar mismo, en una entrevista, indicó que Dolor y gloria completa una trilogía sobe el deseo y la ficción, inaugurada por La ley del deseo (1987) y seguida de La mala educación (2004). El deseo tiene una conexión profunda con la creatividad, la prueba más bella de esto es la fantasía. El deseo fluye y se nos manifiesta en imágenes o en palabras en las que la fantasía se nos rebela de cierto modo (en colores blancos y rojos como en el cine de Almodóvar), en imágenes perversas o en sueños, pero sobre todo en las percepciones que se tienen sobre uno mismo.

Así, la crítica literaria considera las Memorias de Casanova como una obra de ficción y no como un texto biográfico, esto porque la llamada “autoficción” se funda sobre el principio de las tres identidades: el autor es narrador y personaje principal, pero juega con la ficción para “colorear” su pasado, como esa infancia blanca del personaje de Banderas. El recuerdo se trastoca por el deseo hasta hacerlo un pálido simulacro de la realidad: todo momento presente será algún día más que recuerdo, una fantasía.

Si el deseo es ese motor, hálito y empuje, también es constructor de identidad (y hasta llega a erigir personajes). En ese mismo texto sobre Lacan al que me referí arriba, hay una referencia a un poema de Paul Éluard que dice “el duro deseo de durar”. No somos categorías definidas -como director de cine, español, varón-, somos un territorio de satisfacción con lugares aún por descubrir y nuestro deseo es la guía, a partir del placer y del dolor (sus manifestaciones) tomamos un rumbo u otro, el deseo nos hace continuar. El descubrimiento biográfico de los puntos de su placer y su dolor hace a Mello filmar.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Dolor y gloria. Dirección: Pedro Almodóvar. Guion: Pedro Almodóvar. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: Alberto Iglesias. Reparto: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo. País: España. Año: 2019. Duración: 108 min.