Da 5 Bloods: Dispararle a mi hermano

Es interesante la concepción que Spike Lee pareciera tener del cine de ficción como artificio. Sus recreaciones históricas tienen poca vocación de realismo, como si pudiesen permitirse esa libertad al contar con un marco documental y teórico que las sostenga. El problema es que la película de guerra que filma está repleta de excesos, escenas de acción descuidadas y música incidental “hollywoodense”. La marca del director está en los condimentos: en la información que inserta en medio de la ficción con fines pedagógicos, en sus elementos de identidad (Marvin Gaye, Martin Luther King, Angela Davis) y, especialmente, en un dato del pasado que permite comprender las brutalidades del presente: los soldados negros en Vietnam representaron el 32% de las tropas, aunque la población afroamericana solamente constituía el 11% de Estados Unidos. Fueron las nefastas consecuencias del controversial “Proyecto 100.000”, implementado en el año 1966 para reclutar a hombres negros y personas que no cumplían los requisitos físicos y mentales para ir a la guerra.

She’s Gotta Have It (1986), el primer largometraje de Spike Lee, tiene el espíritu de Shadows (1959), de John Cassavetes, una de las obras inaugurales del cine independiente estadounidense. No solo por el jazz, el blanco y negro, el 16 mm. granoso, el lucimiento de Nueva York y la relevancia de las relaciones sentimentales como eje principal, sino que también por una preocupación por el racismo que Cassavetes presenta como denuncia y Lee como un gatillador invisible de estereotipos y comportamientos. Digo invisible porque las primeras películas del director se encierran en la comunidad negra para resaltar paradojas y desavenencias. Están marcadas por una actitud crítica hacia su propia gente y, al mismo tiempo, por una sensación de pertenencia que se alimenta de la música, las referencias culturales y las calles. “Creo que todas las minorías en los Estados Unidos de América lo saben todo acerca de la cultura dominante. Desde el momento en que se pueda imaginar, que son bombardeados con imágenes de la televisión, el cine, las revistas, los periódicos”, dijo alguna vez, explicando indirectamente aquella concentración exclusiva en su colectividad. Es un gesto de orgullo de raza que, en una mirada retrospectiva más amplia, podríamos extender hacia Oscar Micheaux, pionero de la construcción cinematográfica de una identidad racial y cultural, responsable de Within Our Gates (1920), largometraje filmado como respuesta a El nacimiento de una nación (1915), de D.W. Griffith.

Hablamos de Cassavetes porque si trazáramos un timeline de independencias cinematográficas estadounidenses -y podríamos hasta decir neoyorquinas- nos encontraríamos con una filmografía que siguió más o menos los mismos códigos durante tres décadas.  Al primer Spike Lee podríamos ubicarlo dentro de una camada de cineastas que, a mediados de los 80, buscaron un camino propio en el bajo presupuesto, las historias íntimas y la cinefilia, lejos de una gran industria que en esos años disfrutaba de los beneficios de los blockbusters. Sus películas, al igual que las de Jim Jarmusch, contenían personajes y diálogos reconocibles dentro de una urbe multicultural. Su rasgo diferenciador era, sin embargo, su concepción combativa de un cine que, a pesar de sus convicciones, no dejaba de lado los matices ni el planteamiento de dilemas (como la acción pacífica versus la violencia en Do the Right Thing, de 1989).

Mucho ha pasado entre el Spike Lee intimista de fines de los 80 y el de ahora: incursiones televisivas, videoclips, documentales, Hollywood, revisionismos, pasos en falso (su innecesario remake de Old Boy, por ejemplo), nominaciones al Oscar, videos corporativos para Uber (Da Republic of Brooklyn, 2018) y lo que pareciera ser una nueva fase, compuesta de obras urgentes y reaccionarias a los acontecimientos sociopolíticos del momento. Como si fuese un apasionado profesor de historia, Lee conecta estos hechos con el pasado para vislumbrar un círculo vicioso de abusos. Un gran ejemplo de esta nueva era es BlacKkKlansman (2018), ejercicio de estilo con guiños al blaxploitation que funciona como un golpe directo a la mandíbula de los supremacistas blancos que brotaron bajo el alero de la administración Trump.

La nueva fórmula de Lee es “brechtiana”, por decirlo de alguna manera. La recreación de una historia real se ve potenciada por archivos documentales y datos duros que convierten al espectador, más que en juez, en testigo de una hipótesis que no excluye el golpe emocional ni el trazo grueso a lo Michael Moore. Son características de un cine urgente que se alimenta de estos tiempos difíciles.

Ahora, coincidiendo con las marchas por el asesinato de George Floyd y la reactivación del movimiento Black Lives Matter, el cineasta vuelve a mirar hacia el pasado para comprender el presente en Da 5 Bloods: Hermanos de sangre, película producida por Netflix que retoma la misma fórmula empleada en BlacKkKlansman.

Una frase de Muhammad Ali (“mi consciencia no me deja ir a dispararle a mi hermano, o a la gente de piel oscura, o alguna pobre gente hambrienta en el barro por la gran y poderosa America”) y un hábil repaso por las luchas sociales que nos lleva hasta la Guerra de Vietnam, da paso a la ficción: el reencuentro de cuatro veteranos de guerra negros que deciden regresar al campo de batalla en busca de los restos de un viejo compañero de armas. Y también de un tesoro enterrado que quieren llevarse a casa con la ayuda de un mafioso interpretado por Jean Reno.

Como lo hizo en School Daze (1988) y en otras películas, Lee analiza las discrepancias al interior de este grupo de “hermanos”, provocadas principalmente por Paul (Delroy Lindo), un hombre marcado a fuego por la experiencia de la guerra que votó a Trump, detalle que Lee usa como si fuese la clave para entender sus vicios y ambiciones. A medida que se internan en la selva -acompañados por el hijo de Paul, quien ha llegado a acompañarlo- irán profundizando en un pasado que es recreado en un formato más pequeño, con imagen granosa y, a diferencia de El Irlandés (2019) de Scorsese, sin efectos rejuvenecedores.

Es interesante la concepción que Lee pareciera tener del cine de ficción como artificio. Sus recreaciones históricas -y esos recuerdos que son como películas imperfectas- tienen poca vocación de realismo, como si pudiesen permitirse esa libertad al contar con un marco documental y teórico que las sostenga. El problema es que la película de guerra que filma Lee está repleta de excesos, caminos innecesarios, escenas de acción descuidadas y una música incidental “hollywoodense” que no sabemos si tiene una función paródica o no. La marca del director está en los condimentos: en la información que inserta en medio de la ficción con fines pedagógicos, en sus elementos de identidad (Marvin Gaye, Martin Luther King, Angela Davis,…) y, especialmente, en un dato del pasado que permite comprender las brutalidades del presente: los soldados negros en Vietnam representaron el 32% de las tropas, aunque la población afroamericana solamente constituía el 11% de Estados Unidos. Fueron las nefastas consecuencias del controversial “Proyecto 100.000”, implementado en el año 1966 para reclutar a hombres negros y personas que no cumplían los requisitos físicos y mentales para ir a la guerra.

Como siempre, Lee nos da una cátedra maestra de historia no-oficial estadounidense. Lo hace con las dinámicas del blockbuster y el cine de aventuras (un género que claramente no maneja bien), acaso consciente de que el mainstream es un buen vehículo para la entrega de mensajes. Podemos entender y valorar esas estrategias sin dejar de extrañar al viejo Spike, ese retratista de los suburbios negros y las vidas en los márgenes que podía tener la sutileza de una canción de Billie Holiday y la frontalidad de un rap incendiario de Public Enemy.

 

Título original: Da 5 Bloods. Dirección: Spike Lee. Guion: Kevin Willmott, Danny Bilson, Paul De Meo, Spike Lee. Producción: Jon Kilik. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Edición: Adam Gough. Música: Terence Blanchard. Reparto: Delroy Lindo, Jonathan Majors, Clarke Peters, Norm Lewis, Isiah Whitlock Jr., Mélanie Thierry, Paul Walter Hauser, Jasper Pääkkönen, Jean Reno, Chadwick Boseman. País: Estados Unidos. Año: 2020. Duración: 154 minutos.