Cold War (3): La mujer de mi vida y lo imposible, variaciones sobre un tema amoroso

Cold War, la última película de Pawel Pawlikowski, ha sido elogiada por su cuidada estética visual, planos en blanco y negro de exquisita composición formal y equilibro entre los elementos de cada escena. Todo ello proyectado en la pantalla en un formato casi cuadrado 4:3 la convierten en un acontecimiento visual. Los reconocimientos comprenden también la banda sonora que, si bien no es muy extensa, se organiza alrededor de una canción principal, tanto en su letra como en su melodía: “Dwa serduszka cztery oczy” (Two Hearts Four Eyes/Dos corazones, cuatro ojos), interpretada por Joanna Kulig, actriz que representa a Zula. El tema  musical tiene una presencia permanente que transita durante toda la película y que en varias apariciones se escucha en la voz de la protagonista. Se trata de un tema vernáculo del folklore polaco que, según trascurran las acciones del filme, va adquiriendo diversas melodías, pasando por interpretaciones clásicas, himnos políticos, jazz, e incluso cambiando de idioma, del polaco al francés.

Esta doble articulación entre imagen y sonido convierten a Cold War en una película cautivante que atrapa la mirada y el oído sumergiendo al espectador en una experiencia audiovisual de gran riqueza sensorial, especialmente si se ve en una sala de cine. La mutación que experimenta el tema musical opera como una metáfora que sutilmente marca  la progresión dramática del filme que sigue, por cerca de veinte años, tanto el acontecer político de Europa (especialmente de Polonia) así como la vida e historia de los personajes principales. Wiktor (Tomasz Kot) es director musical y pianista y Zula una joven cantante que luego de un casting se integrará al cuerpo de baile “Mazurza”, una compañía de música tradicional polaca. Entre ambos las variaciones del lazo amoroso, si bien cambian y se transforman con el tiempo, conservan en lo esencial un lazo amoroso que también va oscilando desde una intensa atracción inicial, algunos periodos de estabilidad, así como separaciones, crisis y reencuentros. Los personajes a pesar del amor que experimentan se alejan, luego se reúnen, luego se separan otra vez, en un movimiento casi en espiral que los conduce hacia un punto sin retorno. La película sugiere que aquello que se interpone entre los protagonistas y que vuelve imposible su amor es la situación política dada por  el contexto de la guerra fría de la Europa de la posguerra.

Este amor que roza permanentemente con lo trágico encuentra siempre un obstáculo en el contexto político-cultural de un mundo divido entre el socialismo soviético stalinista y el capitalismo de occidente. Hay un muro que los separa. Hasta ahí podría quedar el argumento, pero mi intención es avanzar un poco mas, proponer un nivel de lectura distinto y, sin negar la relevancia del factor político, me interesa atender a la forma cómo se da la relación entre ellos y la decisiones que van tomando en el tiempo. Con apoyo del psicoanálisis nos permite superponer otra dimensión, invocar otro muro, no tan concreto ni visible como el de Berlín, que después de todo terminó por destruirse, sino un muro infranqueable, invisible a los ojos, que el psicoanálisis de Lacan sitúa como el lenguaje, dimensión tan humana como inevitable y a partir del cual los sujetos se constituyen como sujetos deseantes y sexuales. Se trata, entonces, de situar algunas coordenadas simbólicas que, mas allá de las políticas, inciden en la forma de cómo Wiktor y Zula se aman, separan, vuelven a juntarse, etc. Cold War permite apreciar diversos matices de los vaivenes de la lógica de la vida amorosa. Por todo ello la película no es sólo un artificio estético sino también evidencia una gran coherencia con el discurso psicoanalítico, donde sin entregar demasiados elementos del contexto familiar se recortan instantes claves y significativos. Pawlikowski concentra el tiempo narrativo en breves secuencias que sin embargo son ricas en detalles, como ya lo había demostrado en la premiada Ida (2013).

 L´amour fou: entre la poética y el psicoanálisis A menudo se ha reducido la complejidad amorosa de Cold War a la noción de l´amour fou que el surrealismo hiciera famosa con Nadja de André Breton y que el cine ha recogido en obras esenciales. A través de la cámara de Buñuel (Ese obscuro objeto del deseo), Rivette, Cassavetes, Maurice Pialat (Nous ne viellirons pas ensamble), Chabrol, Cédric Kahn (Les regrets) por nombrar quizás algunos de los mas relevantes, hemos seguido historias y ficciones que se inspiran en el amour fou. Una noción mas poética que clínica que distingue dentro de lo amoroso una variante mas extrema, se trata de un amor-pasión marcado por el vértigo y una  intensidad que no se apaga, donde la sorpresa y la desventura son permanentes, que se inicia como al azar y que suele terminar trágicamente. Es un itinerario misterioso pero apasionante, donde los amantes están siempre atravesados por lo imposible, con obstáculos insalvables que solo avivan  deseos incombustibles. Pero también queremos ir más allá del amour fou y hacer dialogar el cine con el psicoanálisis, seleccionando algunos momentos claves del filme.

El encuentro entre ambos está marcado por un entorno musical y político, él es un hombre que ama la música, hace de ella su oficio, pero está en una búsqueda de lo mas originario y lo autóctono del folklore polaco. En uno de los casting aparece Zula, una mujer joven, con energía y, si bien tiene una linda voz, hay algo más allá que lo conmueve: algo que él llama “su actitud”. La atracción se intensifica y es recíproca, pero al poco tiempo de iniciada la relación ya aparece un obstáculo, ella le confiesa una misión que debido a su precaria situación judicial debe aceptar. De este modo y desde ese momento habrá entre ambos un tercero, en este caso otro hombre para el cual Zula, dado sus antecedentes, se ve obligada a trabajar quedando ubicada en medio de un triángulo. Zula no es completamente toda para Wiktor, está Kazmarek, el otro hombre que desde las sombras usa sus influencias políticas para retenerla y también seducirla,  así como para comenzar a intervenir la búsqueda de lo originario polaco con la infiltración ideológica. Wiktor propone un plan para romper el triángulo, aprovechar una corta estadía de la compañía en Berlín para entonces juntos atravesar hacia el lado occidental, pero misteriosamente y estando las condiciones para concretar la fuga y la realización de la pareja, Zula no da el paso necesario y Wiktor  queda sólo en el lado occidental. Al poco tiempo lo vemos tocando el piano en un bar, el jazz nos indica que estamos en Occidente, Wiktor trabaja en Paris y espera por Zula. ¿Qué le impidió a Zula concretar la fuga con el hombre a quien decía amar? Lo cierto es que mas allá de la situación política, Zula no sigue a Wiktor, se queda en el lado oriental con Kazmarek, el hombre que representa el poder y los intereses del Partido en la Compañía, ahora convertida en un aparato de propaganda comunista. Pero con dicha renuncia al amor, Zula ha ubicado a Wiktor en un lugar imposible, dejando su deseo suspendido en su satisfacción o mas bien sosteniendo un deseo que paradójicamente encuentra satisfacción en la insatisfacción, tal peculiaridad psicológica es lo que Lacan llamó el deseo histérico. Pero aunque la decisión de Zula le resulta incomprensible, Wiktor no la dejará ir, para él ella se ha convertido en la mujer de su vida y hará todo su esfuerzo por seguirla.

Otro momento clave que refuerza la incidencia del deseo histérico ocurre cuando, luego de diversas circunstancias, por fin pasan un tiempo juntos en Paris. Son días donde pareciera todo está tranquilo, ambos viven juntos, él la ha introducido al mundo de la música, ella comienza a deslumbrar con su voz y su interpretaciones, tienen trabajo, incluso pueden grabar su primer disco, pero ocurre un pequeño incidente de graves e insospechadas consecuencias. La canción Dwa serduszka cztery oczy requiere de una interpretación en francés para incluirla en un futuro disco. Zula revisa cómo suenan las frases en francés, no le agrada el cambio de idioma, algo no calza bien, se pregunta  sobre la traducción. Wiktor, sin advertir que la crisis se precipita, le cuenta que su antigua pareja le ayudó gratis con la traducción. Zula la llamará despectivamente la “dama poeta”, pero Wiktor, sin pensar en la relevancia del tema, la defiende y de paso le recalca que es una gran poeta. Wiktor, sin saberlo, le habla a su mujer de otra mujer por la cual él ya no siente nada, pero la admiración que le prodiga basta para que Zula se moleste, surjan los celos y la convierta en la “Otra mujer”.

Una invariante estructural del deseo histérico, es decir, una interpretación de lo femenino resultado de suponer que a la mujer algo le falta, se aprecia aquí. Zula en su respuesta a lo femenino ha optado por la vía histérica, es decir, por la vía fálica, y por ello supone que Otra mujer sí sabría cómo responder completamente frente a lo femenino transformándola en un ideal, mas aún si supone que Wiktor de algún modo la admira. Zula, sin saberlo, ocupa cualquier elemento de la relación por mas indiferente que sea para hacer surgir otra vez la insatisfacción y la rivalidad. Wiktor por supuesto ignora lo sucedido y juntos van a una fiesta. Lo interesante es que el principal interés de Zula durante esa noche es conocer a la Otra mujer para intentar saber qué la hace tan especial, olvidando que ella es para Wiktor la mujer de su vida. Es como si Zula no soportara que las cosas estén bien y para poder seguir deseando requiera nuevamente e inconscientemente introducir nuevos obstáculos. Por cierto, las secuencias de la fiesta son notables: el encuentro con Juliette, la poeta (Jeanne Balibar), las miradas y gestos contienen las sutilezas de las diversas tramas donde están capturados los personajes.  Lo imposible nuevamente ha entrado en la pareja para no salir jamás, será en otro tiempo donde los amantes podrán unirse para siempre, mas allá de la vida en un  espacio mudo, donde sólo el silencio eterno podrá apaciguar los reveses de la palabra. La Polonia original reaparece con fuerza como el soporte que necesitan para pasar bajo la mirada de Dios al otro lado, esta vez juntos.  

Nota comentarista 8/10

Título original: Zimna Wojna. Dirección: Pawel Pawlikowski. Guión: Pawel Pawlikowski, Janusz Glowacki. Fotografía: Lukasz Zal. Reparto: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Agata Kulesza, Borys Szyc, Cédric Kahn, Jeanne Balibar, Adam Woronowicz, Adam Ferency, Adam Szyszkowski. País: Polonia. Año: 2018. Duración: 88 min.