Chappie (Neill Blomkamp, 2015)

Creo que no muchos han tomado en cuenta lo extraño que es que algo como Chappie exista en el panorama del cine de grandes presupuestos actual. Es una cinta sobre un robot con emociones, que no tiene un antagonista completamente definido sino hasta los últimos veinte minutos, cuyo conflicto es eminentemente moral, una lucha entre las promesas que uno hace y la necesidad que tienen quienes te cuidan. Ocurre en Sudáfrica y no en Estados Unidos, el protagonista es un ser que no es humano, y los otros dos personajes principales son dos excéntricos músicos que prácticamente actúan de sí mismos, poniendo en pantalla el personaje que ellos se han creado para sí, a fin de que todo el mundo lo vea.

No sé cuánta sea la popularidad del dúo musical Die Antwood, pero es en ellos en que se basa el centro de la película, y finalmente la decisión de si el espectador se verá afectado o no por la misma. Ellos son Ninja y Yolandi, dos criminales que se dedican a vender droga, robar autos y meterse en problemas, lo cual los lleva a deber veinte millones a uno de los jefes mafiosos más poderosos de Sudáfrica. Son ruidosos, tienen un acento bastante marcado, su presencia es estrambótica y siempre parecen resaltar dentro del paisaje y siempre escuchan un solo tipo de música: la de ellos, un rave electrónico furioso, pero al mismo tiempo con una conciencia de la belleza de la voz de Yolandi, que parece una alienígena celestial que parece venir sólo a entregarnos nuevos registros posibles de voz.

Por el otro lado tenemos al actor Dave Patel, que hace del inventor de los robots que apoyan a la policía. Pero él quiere ir un paso más adelante, quiere crear un robot no que obedezca, sino que tenga conciencia, y en un cruce del destino, es raptado por la pareja de criminales, quienes le obligan a darle el robot consciente a fin de que los ayude a realizar los atracos necesarios para juntar los veinte millones que deben. Es aquí donde la cinta toma otro cariz, cuando el robot “nace” con su nueva conciencia, como la de un bebé, teniendo que aprender a comunicarse y vivir en el mundo, bajo una doble influencia, la gentil de su creador, que no quiere que pierda su inocencia, y Ninja, que quiere transformarlo en un gangsta que se mueve con una actitud violenta y pueda tanto defenderlos como usarlo para poder juntar dinero.

Las decisiones de Neill Blomkamp (District 9) a la hora de mostrar Sudáfrica, forma parte de un conocimiento personal de la ciudad y que deviene en una miseria post-industrial, un vacío en una ciudad muy marcada entre la elegancia de sus fábricas de armas y los edificios completamente abandonados y arrasados por criminales. Chappie es una película extraña porque pareciera siempre estar un paso atrás y un paso adelante del espectador al mismo tiempo, con diálogos que pueden catalogarse de simplistas en su carácter didáctico (qué es bueno y qué es malo), pero que resulta justificado dado el estado “infantil” de la inteligencia artificial del robot. Pero luego lanza una bola curva, cuando una de las secuencias más esperadas de la película, el gran atraco final, es contado a través de flashes en la pantalla, con muchos jump-cut y sin realmente dándonos la satisfacción de verlo. Y funciona. No necesitamos verlo, lo hemos visto cientos de veces como ocurre en otras películas, la diferencia es el robot, y lo vemos actuar, y eso es lo interesante.

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La cinta no forma parte de lo que podríamos decir es un blockbuster de ciencia ficción con acción y explosiones, y pese a que estas ocurren (sobre todo en el último tercio) no son tan importantes como los temas y conceptos que empiezan a surgir a lo largo de la cinta, temas sobre inteligencia artificial, conciencia y cuál es el futuro del ser humano en este mundo, un mundo que poco a poco empieza a ser dominado por la tecnología y que, de un momento a otro, tendrá que vivir con la idea de la “conciencia artificial”, un concepto que suena a ciencia ficción, pero que resulta cada vez más familiar. Tal vez las máquinas nos dominen, o tal vez sean gentiles, como Chappie, pero de alguna manera en esta película, en su desenlace, nos da una posible respuesta sobre el futuro del ser humano.

Y eso es mucho más de lo que uno podría esperar de una película sobre un robot que habla como un gangsta de la peor calaña y que lleva bling bling alrededor de su cuello.