Basada en hechos reales: ¿Para qué?

Sorprende que Roman Polanski, quizá el director con la historia de vida más turbulenta de los que se encuentran en activo, siga apareciendo con alguna película de vez en cuando, ya a estas alturas casi todas menores, aunque no por eso malas (La venus de las pieles el 2013, por ejemplo, o Un dios salvaje en 2011). Sorprende por su edad (que es lo de menos), por el hecho de que probablemente su última película realmente imprescindible la haya hecho hace ya más de cuarenta años, y principalmente porque de funcionar bien las cosas (y de ser ciertas, por lo demás), el tipo estaría en cárcel por violación y abuso de menores. Pero sigue con lo suyo.

En Basada en hechos reales, Delphine es una escritora de éxito, llena de público sus lanzamientos como la gurú de turno y vende sus libros como cigarros. Pero está aburrida, o agobiada, o simplemente cansada. ¿De qué? De tanto firmar libros. Del éxito, digamos. Pobrecita. Entonces, entre toda la tormenta de fama (y de la hipocresía que llega con ella llega), entre todos los aduladores de turno, los editores internacionales y los fans que repiten las mismas frasecitas de agradecimiento, aparece Elle, quien no se diferencia del resto en su admiración por la autora, pero que por su presencia, seductora y algo agresiva, toma cierta distancia de los demás para lograr acceder a Delphine.

Lo siguiente es el torpe comienzo de un thriller. Elle y Delphine (interpretadas por Eva Green y Emmanuelle Seigner respectivamente) comienzan una amistad de a poco más y más dependiente, y de la cual Elle -que es una escritora fantasma y puede ayudar a Delphine a superar sus pequeñas angustias- se aprovecha. Es todo una estrategia. Es todo muy evidentemente una estrategia. No pasa nada que no se espere, y ese es el primer problema en la película. Elle se revela muy fácilmente como una sospechosa, y de ahí en adelante pocas escenas tienen valor en el contexto de un thriller, y las que lo intentan, fallan de manera pueril. La relación entre las protagonistas es demasiado abrupta y poco creíble.

La película podría dividirse en dos partes. Durante la primera, casi todo ocurre en el departamento de Delphine. Los planos son cerrados y todo está dirigido a la obvia construcción de lo que está por venir, pero que nunca termina de bullir. Para la segunda parte, Polanski elige hacerse cargo del thriller, estetizándolo al punto de acercarlo -a ratos- al horror, pero sin ningún riesgo formal, más bien tomando prestado clichés del género: la cabaña alejada de la ciudad, las ratas, la lluvia constante y la noche verdosa. Si en la primera parte falla al mostrarnos la angustia de Delphine, con escenas sin rasgos de habérselas pensado ni una pizca antes de filmarlas (Delphine es incapaz de escribir, entonces abre el Mac y vemos la página de Word en blanco. Cierra el Mac. Además, por qué no, repitamos la escena más adelante), en la segunda la intención de mostrarnos el peligro cae en errores tan absurdos como en repetir dos veces una escena que cumple exactamente la misma función que la anterior, o mejor dicho, que en su repetición no gana absolutamente nada. Son ejemplos, pero todo en la película apunta hacia algo que ya sabemos desde el principio. Recién al final la cosa explota, y luego se franquea la naturaleza de todo, pero ese pequeño vuelco es muy repetido, infantil y poco atractivo como para darle fuerza a algo que nunca la tuvo.

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A ratos se asoma algo interesante, el tema de la suplantación de identidad, o el reemplazo de un individuo por otro a pesar de su lugar en mundo (su mundillo, en este caso, literario), la idea de que cualquiera pueda ser cualquier otro en un lugar de máscaras o paredes virtuales, pero Polanski prefirió dejar eso de fondo (nunca lo desecha del todo) para quedarse con lo más aburrido de las potencialidades de la historia.

Pero el principal problema del director no es la ejecución, o el tono, ni el aplanado y evidente guión, sino que el tema que ha elegido retratar, o, para ser más específicos, el lugar desde el que trata el tema. Nos encontramos ante el pequeño drama de una burguesita atormentada, que por sí mismo no tiene nada de malo, pero sobre el que Polanski no se toma el tiempo de preguntarse nada de lo que propone; agrandarlo de alguna manera, por ejemplo, entregarle cierta importancia en el contexto de la escena literaria o del trabajo de ser escritor. O al contrario, empequeñecerlo al lado de otras temáticas más interesantes que podrían aparecen por la tangente hasta ocupar el timón de la película, donde cualquier cosa pudo haber ocupado ese lugar. En cambio, Polanski elige hacer una historia sin ninguna relevancia para el concierto cinematográfico actual ni para su propia filmografía. Ya existiendo Misery (Rob Reiner, 1990), o habiendo él mismo dirigido The Ghost Writer (2010), o incluso considerando que pudo haber filmado cualquier otra cosa solo por tratarse de él, resulta inaudito que eligiera trabajar una película tan innecesaria. Podría haberse preguntado, antes, para qué.

 

Nota comentarista: 2/10

Título original: D'après une histoire vraie. Dirección: Roman Polanski. Guión: Olivier Assayas, Roman Polanski (de la novela de Delphine de Vigan). Fotografía: Pawel Edelman. Música: Alexandre Desplat. Reparto: Emmanuelle Seigner, Eva Green, Vincent Pérez, Damien Bonnard. País: Francia. Año: 2017. Duración: 110 min.