Atlantique: Metáforas del mar

Ada se casa, abandona a su esposo y no se aferra al retorno de su amor. Hay una fuerte carga emancipadora en su personaje y en el de las demás mujeres. Ellas, que en algún momento fueron objeto de cosificación por ese capitalismo patriarcal de matrimonios arreglados, son después vehículos (médiums) de reclamo social. En su película, Mati Diop está siempre transgrediendo, no sólo en el tema y forma, sino también en esa esperanza en que toda sublevación será siempre femenina. 

El viaje a través del mar como símbolo de la migración y el naufragio como metáfora de una realidad social en la que miles de personas se ven obligadas a dejar sus países ante un futuro incierto en el que el cambio de residencia tampoco puede asegurar una mejoría. El mar como distancia física para los que se quedan, plagado de historias de ausencias.

Dos películas recientes sobre la migración tienen en su centro una historia de amor interrumpida por un naufragio que trae consigo un elemento fantástico: Transit (2019), del alemán Christian Petzold, y Atlantique (2019), de la franco-senegalesa Mati Diop. En la primera, un joven alemán se encuentra varado en Marsella investigando la forma de embarcarse rumbo a América, ahí conoce a una misteriosa mujer que busca a su marido, la relación romántica se termina con un naufragio y en algún momento el alemán ve el fantasma de la mujer vagando en la ciudad, con su búsqueda convertida en un tránsito perpetuo.

En Atlantique un grupo de obreros regresan de la muerte para poseer los cuerpos de las jóvenes que los amaron en vida para reclamar el dinero de su trabajo. Todos partieron de Dakar hacia España después de trabajar varios meses en vano, uno de ellos es Souleiman (Abdou Balde) que vaga buscando a Ada (Ibrahima Mbaye). Atlantique es una historia de amor y de muertos vivientes, de los males del capitalismo y del destino de las mujeres en una sociedad profundamente desigual.

La película de Mati Diop tiene su antecedente en el corto Atlantiques (2009), que relataba una historia similar a la de Souleiman y sus compañeros en un viaje a través del océano, pero en un registro documental. Diez años después, ésta misma historia parte de las injusticias salariales en una ciudad en las que se erigen torres de dimensiones babilónicas y el matrimonio arreglado es la única opción de las mujeres para salir de la pobreza; la respuesta a este sistema ahora está dada desde lo fantástico.

Al margen de la posesión, está la rebelión de Ada, que tras el súbito viaje de Souleiman, contrae matrimonio con un hombre que le asegura riqueza económica. Su amor por Souleiman y la posibilidad de un reencuentro -a pesar de la muerte- funcionan como pólvora para rebelarse al matrimonio forzado, porque el fuego es la firma de los naufragados. Así se anuncia el regreso de Souleiman en la noche de bodas de Ada (con la quema de su nueva casa) y así irrumpen las mujeres para cobrar el dinero de sus muertos (incendiando la casa del patrón).

Atlantique sigue una especie de lógica onírica sostenida muy bien por su música electrónica y las luces de colores en el bar que es punto de reunión entre los hombres y mujeres de Dakar. Sólo bajo esta lógica de ensueño y anhelo pueden justificarse ciertas inconsistencias en el guion referentes al último encuentro entre los amantes, y como en Transit, las apariciones del amor devorado por el mar se manifiestan en un espejo (y los espejos, como los sueños, muchas veces son la proyección de nuestros deseos).

Por último, el mar, al igual que el espejo y el sueño, como metáfora del deseo. “Siempre sentiré el sabor de la sal de tu cuerpo en el sudor del mío”, dice la voz en off de Ada evocando a Souleiman mientras aparece la imagen de un mar rosado al atardecer. De nuevo, como en Transit, hay ciertas licencias con las imágenes que siguen su propia lógica. Transit, pese a contar su historia al término de la Segunda Guerra Mundial, tiene una ambientación actual; Atlantique en ocasiones parece echar mano del estilo documental y esto hace que ambas películas sean reflexivas en sus temas (la irrupción de lo fantástico, por ejemplo) y subversivas en sus formas (la manera en la que oscila la imagen documental con la ficción).

Souleiman parte al mar, como en una actualización de La Odisea, pero a diferencia de Penélope, Ada se casa, abandona a su esposo y no se aferra al retorno de su amor. Hay una fuerte carga emancipadora en su personaje y en el de las demás mujeres. Ellas, que en algún momento fueron objeto de cosificación por ese capitalismo patriarcal de matrimonios arreglados, son después vehículos (médiums) de reclamo social. En su película, Mati Diop está siempre transgrediendo, no sólo en el tema y forma (como se mencionó más arriba), sino también en esa esperanza en que toda sublevación será siempre femenina. 

 

Título original: Atlantique. Dirección: Mati Diop. Guion: Mati Diop, Olivier Demangel. Fotografía: Claire Mathon. Música: Fatima Al Qadiri. Reparto: Ibrahima Mbaye, Abdou Balde, Aminata Kane, Mbow, Mame Bineta Sane, Diankou Sembene, Nicole Sougou, Babacar Sylla, Traore. País: Senegal. Año: 2019. Duración: 100 min.