Aquarius (2): Saudade y resistencia burguesa

“Chega de saudade” de Tom Jobim y Vinícius de Moraes es una de las canciones inaugurales de la bossa nova, una música que a fines de los cincuenta reformuló estética e intelectualmente la samba brasilera por medio de la fusión con el jazz. Desde entonces, la saudade, ese término de difícil traducción al español y que podemos asociar simplificadamente a la nostalgia, se introduce en el imaginario de Brasil, como reverso de la samba festiva, del carnaval.  Aquarius, la película de Kleber Mendonça (también llamada Doña Clara) se inserta en esta línea, en 2016. “Hoje” (1969), melodía con ecos de la bossa nova interpretada por Taiguara, es la canción principal de la película y no es casual que su letra se refiera, indirectamente, a la saudade: “Hoy/ Traigo en mi cuerpo las marcas de mi tiempo/ Mi desesperación, la vida en un momento/ La fosa, el hambre, la flor, el fin del mundo”, diría una traducción.

La saudade, por tanto, puede ser una primera entrada a Aquarius, la historia de Clara, una mujer de sesenta y tantos años interpretada por Sônia Braga, la sex simbol de los ochenta, recordada protagonista de teleseries de TV Globo y de las películas Doña Flor y sus dos maridos (Bruno Barreto, 1976) y El beso de la mujer araña (Héctor Babenco, 1985). Clara es una respetada crítica de música ya jubilada que se adapta a las tecnologías del MP3 pero que defiende el vinilo. Pero es sobre todo, una mujer incómodamente burguesa que sobrevivió a un cáncer de mama en su juventud y que en los inicios de su vejez se enfrenta a una nueva amenaza de extirpación: los intentos, insistentes y violentos, para que deje su departamento de Recife. Clara es la última habitante de un edificio rodeado de proyectos inmobiliarios, que le cierra la puerta a los compradores y que aguanta las orgías, malos olores y ritos de fanáticos religiosos que el monstruo inmobiliario va instalando en las escaleras y en los ya solitarios departamentos del edificio Aquarius. En este argumento, hay un comentario agudo hacia el arrase que producen las urbanizaciones de la época neoliberal, aunque narrado no a través de grandes discursos sino a través de la micro-lucha de una mujer que defiende un espacio con historias, evocadas con canciones de clásicos cantautores brasileros como Gilberto Gil, Altemar Dutra, Roberto Carlos o Maria Bethânhia.

Si por un lado Aquarius es una película sobre la memoria, por otro lado es una reflexión sobre los inicios de la vejez. Los hijos de Clara le recomiendan buscar un lugar más seguro con comodidades y cámaras de vigilancia. Con esto, la madre empieza a volverse hija y se perciben indicios de una futura, casi inevitable, dependencia. Clara es una mujer viuda y la película muestra también su sexualidad de adulta: el paso por su casa de un prostituto recomendado por una amiga, o el coqueteo fugaz con un viudo y que pone en escena un inusual e incómodo beso adulto, tan realista y tan lejano a esos besos cinematográficos idealizados a los que nos han acostumbrado, y que es tal vez el ocaso de una sex simbol. Pero Clara es también una mujer que se asoma a la vejez con las comodidades de una burguesa. No se trata de una problemática central pero de todas formas Kleber Mendonça comenta subterráneamente un estilo de vida, en el que Clara ha dependido por muchos años de su empleada doméstica. Lo novedoso, y que distancia a la película del algo común recurso de la caricatura, es el lugar ambiguo e incómodo en el que se sitúa Clara. En este sentido, cuando el representante de la inmobiliaria le enrostra su clase, o cuando su hija cuestiona su aporte económico al patrimonio familiar -por su trabajo “hobby”- Clara no tiene respuestas y su yo se desestabiliza.

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Si en este caso se ve cómo Mendonça inserta un comentario hacia el burgués contemporáneo, por medio de una fotografía y de un episodio onírico insertará también otro comentario político, sumando el racismo a la problemática de clase. Buscando fotos para una fiesta de matrimonio, Clara y algunos de sus familiares detectan en una fotografía, en un fondo oscuro que la camufla, a una mujer negra que les sirvió en la infancia. El recuerdo: ella robó las joyas. El sentimiento que genera el recuerdo: la comprensión de un robo en tanto consecuencia de “nuestra explotación hacia ellos”, dice la cuñada de Clara. En este caso hay, a diferencia de lo que pasa con Clara, un reconocimiento y una autocrítica del ser burgués.

Con estos antecedentes, Aquarius es una película que observa una lucha individual que prácticamente parte perdida. Es la pelea de una mujer contra todos, aunque construida con cierta exageración: los encargados del proyecto de arrase Bonfim son un abuelo y su nieto que está empezando a heredar, aunque con mérito, los proyectos familiares y ambos se construyen a partir de la prepotencia y el actuar perverso. De esta forma, Clara se va instalando como heroína y -sin querer aquí hacer un comentario literario de la película-, podemos enunciar cómo se presentan ciertas etapas del “viaje del héroe” según el desglose en doce etapas que hace mucho tiempo propusieron Joseph Campbell y Christopher Vogler. La más ajustada al esquema: la etapa de las pruebas y la aparición de aliados y adversarios. El factor que se agrega y que de alguna forma des-idealiza al héroe/heroína: el ser burgués de Clara. Con esto Mendonça logra esquivar, y ese es uno de los muchos méritos de la película, una posible estructura maniquea entre los enemigos y el individuo que se resiste.

Ximena Vergara

Nota comentarista: 9/10

Título original: Aquarius. Dirección: Kleber Mendonça Filho. Guión: Kleber Mendonça Filho. Fotografía: Pedro Sotero, Fabricio Tadeu. Montaje: Eduardo Serrano. Reparto: Sonia Braga, Jeff Rosick, Irandhir Santos, Maeve Junkings, Julia Bernat, Carla Ribas. País: Brasil. Año: 2016. Duración: 140 min.