Algunas Series (2): Sherlock

Antes, mucho antes que Annie Wilkes, a fines del siglo XIX,el precoz fandom de Sherlock Holmes ya forzaba la mano de Arthur Conan Doyle para que reviviera al famoso detective, revirtiendo su muerte a manos del profesor Moriarty en el relato The Final Problem. Cien años después, y con el fértil apoyo de las nuevas tecnologías, una nueva generación de fanáticos productores de fan arts y fan fictions han establecido un diálogo más o menos directo con Steve Moffat y Mark Gatiss -los creadores y guionistas-, para bien o para mal de la exitosa adaptación de la BBC.

Porque también en Sherlock, la serie, la fingida muerte del protagonista marca un antes y un después. A pesar de haber sido mundialmente aclamada por su inteligencia, por el ingenio invertido en la adaptación a un formato más contemporáneo y por las exitosas modificaciones en todos sus personajes -y digo “exitosas modificaciones” porque salen airosas de la implacable condena de los guardianes del canon (para ejemplos de la violencia de estos juicios, basta con mirar la sección de comentarios en Instagram cuando Jared Leto publicó su primera foto como el nuevo Joker)-, también es cierto que su calidad ha ido en picada.

Pero comencemos con las razones por las que se hizo famosa. Primero, Sherlock logró triunfar con sólo tres episodios por temporada, y una temporada nueva cada dos años. Por mucho tiempo fue el alumno ejemplar en las clases de “cómo mantener a los fanáticos a raya”. Hollywood estaba en shock. Aunque la fórmula es simple: calidad del contenido > frecuencia de transmisión. Gatiss y Moffat lograron adaptar el material original de tal modo que nos involucra en el suspenso de una historia que ya conocemos sin perder su vínculo con las novelas, al contrario, haciendo constantes guiños a las mismas.

Esto nos lleva al segundo punto, la naturaleza de estos cambios. En la serie todos son más jóvenes que en las novelas, lo que le imprime a cada misterio un factor deportivo que funciona cuando se carga al formato de espías. John Watson tiene su propio blog, Moriarty siembra el caos hackeando, Irene Adler tiene su propia web donde ofrece sus servicios como dominatriz y Sherlock, cual millenial, prefiere textear que hablar por teléfono. Pero los guiños están por todas partes, como vemos desde su primer episodio, Study in Pink, y el giro humorístico al misterio detrás del significado de “rache”.

También le permite un arco emocional a Sherlock, que se desarrolla principalmente en su relación con Watson, y se potencia con el trabajo de los actores Benedict Cumberbatch y Martin Freeman. La perspectiva de Watson es a menudo la nuestra, y vamos conociendo a Sherlock en la medida que él lo hace. Al principio no sabemos nada de su familia, de su pasado, ni de su círculo más cercano. La desilusión, el miedo, la admiración y por último, la fidelidad incondicional del doctor hacia el detective consultor, son también nuestras.

Pero sin duda la mayor de las virtudes de la serie está en la representación de su “ciencia de la deducción”, y de los imbricados rincones de su mind palace.  El esfuerzo puesto por traducir al espacio de la imagen los procesos mentales de Sherlock, permite flexibilizar el formato tipo policial de un-caso-por-episodio y, de paso, entregarnos la perspectiva del protagonista. Derribando así el imperativo de los episodios autoconclusivos para sembrar secretos dentro de secretos, dentro de secretos, mentiras que cruzan temporadas, villanos que se mueven en las sombras durante años hasta que finalmente llega su momento de dar un paso al frente. El puzzle nunca está completo, lo que le permite a la serie escapar a la predictibilidad de, por ejemplo, Elementary (esa adaptación gringa, contemporánea a Sherlock, que cree que el gender bender es sinónimo inmediato de calidad).

Podríamos discutir sobre cómo lo consiguen durante páginas y páginas, pero creo que este video ensayo captura bastante bien este argumento.

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Por todo esto la serie es elogiada. Sin embargo, algo de esa chispa se ha disuelto con los años, especialmente luego de The Reichenbach Fall.

Desde el comienzo, Gatiss y Moffat se hicieron cargo con humor de las tensiones latentes y ciertos puntos del material original que hoy podrían no tener el mismo efecto (de ahí la broma recurrente sobre lo mucho que Sherlock y John parecen una pareja romántica). Pero la gracia del humor autoconsciente también se agota. En el caso de la serie, su fecha de caducidad es cercana a The Empty Hearse, el episodio del esperado regreso de Sherlock tras fingir su muerte por dos años.

El capítulo comienza con el entusiasmo casi infantil de Sherlock al enterarse de que podrá volver a su antigua vida de resolver misterios con su sidekick favorito. Esta es La Odisea de Sherlock Holmes, la historia de cómo tiene que reclamar su nombre y su lugar en su ciudad Londres, ahora bajo amenaza terrorista. En un exceso de ingenio que todavía tenía su gracia en el 2014, el episodio incluye una reunión del propio fandom, "The Empty Hearse", en un club de fanáticos del detective que no cree en su muerte y se reúne para elaborar explicaciones sobre cómo pudo sobrevivir a la caída. Vemos incluso una recreación de otra de las teorías más populares en internet, el triángulo amoroso entre Watson, Sherlock y Moriarty.

La inclusión literal del fandom dentro del episodio funciona porque es anecdótico. Una nota al pie, un guiño bien dirigido a la autoestima de nosotros los ñoños. La temporada también marca el clímax de la relación entre ambos, luego del discurso de Sherlock en el matrimonio de su amigo. Pero dos años después, en el especial de navidad del 2016, cuando la señora Hudson le reclama a Sherlock: “I´m your landlady, not a plot device”, el efecto no es el mismo.

Internet ha cambiado, la relación de los fandoms con sus productos favoritos es cada vez más simbiótica. Y habiendo llegado al clímax dramático del arco emocional de Sherlock, el declive era inevitable. Durante el final de su cuarta temporada, la villana declara que ha estado presa toda la vida por ser “demasiado clever”  del mismo modo, nos quedamos con la sensación de que la serie pierde consistencia por sus constantes esfuerzos por probar que lo sigue siendo. Que sigue teniendo esa chispa de inteligencia que la hizo popular en primer lugar. En desmedro de la coherencia de sus argumentos, y por la aparición cada vez más frecuente de plot holes.

De todos modos su destino es incierto. The Final Problem es un episodio con vocación de epílogo, pero el adiós aún no es definitivo.

Geraldy Cañete

Título original: Sherlock. País: Reino Unido/Estados Unidos. Creación: Mark Gatiss, Steven MoffatReparto: Benedict Cumberbatch, Martin Freeman, Andrew Scott, Louise Brealey. Duración: 13 capítulos. Años: 2010 - .