Por una cinefilia feminista: Destaques del cine de mujeres del 2020

Una lista extensa y variada que suma en total 26 filmes dirigidos por mujeres (estrenados entre este y el año pasado) más tres encuentros retrospectivos que quisimos destacar. Una guía dentro del panorama actual con filmes que exploran otras miradas, muchas de las cuales probablemente no tendrán cabida en otras listas con el convencimiento de que otro cine es posible y que lo construido en un espacio autodefinido como feminista abre otras sensibilidades y potencias incluso desde este rincón del mundo que es la crítica de cine.  

Durante los últimos meses de este 2020 realizamos un Taller de cine y crítica que convocó a mujeres latinoamericanas interesadas en la apreciación y escritura sobre cine desde una perspectiva feminista. Además de los temas a revisar y ejercicios de escritura, realizamos e improvisamos varios ejercicios colectivos, que incluyeron tanto a talleristas como a las participantes, lo que fue construyendo un espacio horizontal de intercambios y diálogos que quisimos traducir al cierre del año en una lista conjunta que destaca filmes realizados por directoras mujeres. 

Más que consensuar una jerarquía a partir de nuestros gustos, nos propusimos ofrecer un listado de filmes dirigidos por mujeres que en este año, tan complejo para todes, nos hayan tocado de manera afectiva. Películas que se han vuelto un refugio, un halo de esperanza, una compañera de viaje, una interlocutora válida o un espejo de las furias y luchas que nos atraviesan día a día. 

Una lista extensa y variada que suma en total 26 filmes dirigidos por mujeres (estrenados entre este y el año pasado) más tres encuentros retrospectivos que quisimos destacar. Una guía dentro del panorama actual con filmes que exploran otras miradas, muchas de las cuales probablemente no tendrán cabida en otras listas con el convencimiento de que otro cine es posible y que lo construido en un espacio autodefinido como feminista abre otras sensibilidades y potencias incluso desde este rincón del mundo que es la crítica de cine. 

Al cierre del taller abrimos una página online en blanco donde depositamos al unísono sensaciones y emociones de lo vivido, lo germinado, los anhelos porvenir. Les dejamos aquí un extracto de ese ejercicio que resume tanto la experiencia del taller como el espíritu desde el cual pensamos y queremos compartirles esta, nuestra lista. 

Escribimos porque estamos vivas, porque queremos encontrarnos, y las palabras por sobre todo queremos sentirlas.

Así, de pronto, en medio de un año caótico, en medio del bullicio de ciudades distantes y violentas, hemos construido nuestra comunidad. Algo que sostenga este desconcierto constante.

Una ventana abierta.

Crear de forma colectiva, atravesar kilómetros, acentos, culturas, climas. Acompañarnos a través de pantallas, acercar lo lejano y nos une el cine que necesitamos.

El cine también crea un espacio de resistencia, el cine nos liga a la vida y el cine habla de la vida. El cine nos salva.

Sabernos con otras, sentirnos en sintonía. El cine me salva a mí y salva a otras. Por mí y por todas mis amigas.

Un refugio sensible lleno de ideas que no había alcanzado ni a imaginar. La ciudad se cierra, las cosas se mueven, las imágenes también son palabras.  


Canción sin nombre (Melina León, Perú, 2019)

Georgina Condori, una mujer migrante de Ayacucho, que vive en medio de la pobreza en Lima, ha sido engañada y le han robado a su hijx, a quien no pudo ponerle un nombre y ni cargarlo en sus brazos para cantarle una canción. Su tragedia es en blanco y negro, como las vidas grises de miles de peruanxs engañados por gobiernos corruptos, dictaduras feroces y grupos terroristas, y que tuvieron que dejar sus pueblos para poder sobrevivir. En ese contexto se desenvuelve la tragedia de Georgina, ¿puede cantar el subalterno? Georgina le canta a lo que ha perdido y le canta a un país que ha permitido esa desigualdad, canta en la oscuridad, mientras un periodista, que vive su propio drama en una ciudad profundamente homofóbica, intenta darle luces de esperanza. La ópera prima de la cineasta peruana ha sido multipremiada y con justicia, sus cualidades cinematográficas son muchas, desde la fotografía de Inti Briones hasta la música de Pauchi Sasaki, que permiten sentir el grado de alienación de los personajes al atravesar la pérdida y el dolor.

Veronica Ferrari

 

Cartas de una fanática de Whistler a un fanático de Conrad (Claudia Carreño, Chile, 2020)

La potencia creativa del tópico marítimo/antártico como un territorio abierto a la imaginación que permite expandir el territorio nacional conectándolo con confines inhóspitos y lejanos, como ya han hecho Sueños de Hielo, Una luna de Hierro o En todas partes y aquí, se les suma un nuevo compañero de viaje que en tono más ensayístico apoyándose del tono epistolar y la exploración visual donde Carreño traslada su atril y pincelada al uso de la cámara y del montaje encontrando texturas, colores, ángulos, superposiciones entre las imágenes filmadas por ella, las pinturas de Whistler y un archivo de una expedición antártica en VHS.

La búsqueda constante por mantenerse libre e hilar sus divagaciones en un tono propio, transforman a este filme en un viaje profundamente visual y emocional que como todo filme más frágil, imperfecto y que se aventura a lo incierto -y que de paso renueva los cruces posibles del cine con lo pictórico, lo literario, el viaje y la guerra- nos recuerda que este medio es aún muy joven para repetir códigos ya aprendidos y que el futuro del cine será siempre una carta escrita a pulso, pequeña, sincera y cuyo corazón late en la esperanza de encontrar un destinatario anónimo en alguna costa lejana luego de millares de caricias oceánicas.

Vanja Milena

 

Ceniza negra (Sofía Quirós, Costa Rica/Argentina/Francia/Chile, 2019)

Filmada en Costa Rica, Ceniza negra nos lleva a un lugar espectral donde el mar, la selva y las serpientes trascienden sus figuras físicas y se vuelven portales de la muerte. Selva, una adolescente de 12 años que vive con sus abuelos, está en contacto con la naturaleza y sus criaturas, siempre enterrando animales muertos que encuentra. Con sus manos cava la tierra que encierra los secretos de una adultez que se aproxima.

Sin sus padres y tras perder a su abuela, Selva deberá enfrentar de forma prematura su adultez y su relación con la muerte a través de su Tata que ha perdido las ganas de comer. Un coming of age nocturno, con una fotografía hechizante por la chilena Francisca Sáez Agurto, la ópera prima de la directora argentina-costarricense Sofía Quirós remite a un realismo mágico que atrapa desde el primer momento. Selva inicia un viaje en una atmósfera fantasmal donde los muertos y la naturaleza deambulan por la selva mientras el mar y los ríos se abren como ventanas al más allá.

Manuela Jorquera

 

Como el cielo después de llover (Mercedes Gaviria, Colombia, 2020)

En su ópera prima Mercedes Gaviria, sonidista e hija del director Víctor Gaviria, filma sus propias imágenes durante el rodaje de La mujer del animal (2016), lo que pareciera una suerte de making of de la película se combina, en el montaje, con material de archivo e imágenes de su familia en el presente. Usar las imágenes filmadas por el padre le permite dotarlas de un sentido propio, el procedimiento ahora es inverso: si en algún momento él la filmó para la memoria familiar ella lo filma ahora en su cotidianidad. Mirar al padre, filmarlo, le permite tomar una posición personal respecto a esa mirada masculina de la que es testigo durante el rodaje de La mujer... Mercedes está llena de preguntas. ¿Cómo filmar la violencia y cómo filmar a mujeres entre tantos hombres? Las respuestas serán el camino a transitar de aquí en adelante.

Karina Solórzano

 

Correspondencias (Carla Simón y Dominga Sotomayor, España/Chile, 2020)

Como en la mayoría de las películas epistolares, la creación de Simón y Sotomayor entrega un significado intercambiable entre dos personas, nadie más. En este caso, los elementos que me cautivaron fueron las voces como representación de los cuerpos, y la musicalidad del formato carta audiovisual. La secuencia de la realizadora española que quiero rescatar presenta un compás donde las frases van tomando el ritmo de un canto polifónico interpretado por las mujeres de la familia Simón. Mientras tanto, en la banda visual aparecen los retratos que la directora registró especialmente con una cámara Super 8. La situación que las marca es el fallecimiento de la última abuela que les quedaba viva, y si bien el coro celebra la vida que les queda por delante, también cuestiona la continuidad de una tradición familiar más exigente: tener hijos. El tono de Sotomayor, en cambio, narra en primera persona desde un lugar más crítico e íntimo. La directora chilena da cuenta de su herencia y continúa con el tema de ‘las mujeres de mi familia’, pero, de pronto, el tiempo histórico interviene, el estallido del 18-O se cuela en el proceso creativo y su voz cambia, queda marcada por el dolor.

Camila Rioseco

 

Espero tu (re)vuelta (Eliza Capai, Brasil, 2019)

Estrenada en la Berlinale (2019), y en enero de este año en Chile, Espero tu (re)vuelta es un documental que nos devuelve la experiencia de revolución y de calle. En clave de asamblea, desde los créditos irrumpen las voces de Lucas, Nayara y Marcela, para consensuar turnos narrativos de 5 minutos que pondrán en marcha el relato de la lucha estudiantil en San Pablo, desde el 2013 hasta la llegada de Bolsonaro al poder.

La película se mostrará como un proceso, donde la subjetividad de cada voz abrirá una perspectiva de lucha. La fuerza de la narración emerge desde la diversidad, y su resistencia es contra una única verdad. Se discute cómo se organizan las palabras, los gestos, los afectos, pero sobre todo cómo mantenerlos encendidos. La puesta en relación aquí es más importante que mostrar los hechos. Se trata de construir una apertura para desmontar nuestro lenguaje cotidiano. ¿A qué referimos cuando decimos “educación”, “racismo” o “violencia policial”? ¿Cómo nos aproximamos a nuestra propia imagen? Filmar y montar la revuelta desde una mirada feminista puede hacernos parte de esta conversación, ya que saca al ojo de la afirmación y pone el sentido sobre los vínculos, las corporalidades, sus cuidados y sus múltiples potencias.

Claudia Macchiavello

 

Esquirlas (Natalia Garayalde, Argentina, 2020)

Los videos caseros que la directora argentina Natalia Garayalde grabó desde los diez años cuando su papá le regaló una cámara Súper 8 para guardar recuerdos familiares, como los divertidos juegos infantiles con sus hermanos y su tranquila vida familiar en la apacible localidad de Río Tercero en la Provincia de Córdoba, adquieren en la segunda parte de este documental autobiográfico un carácter informativo e histórico con la explosión de una Fábrica Militar en 1995 que dejó dolorosas esquirlas para el pueblo y su familia. La vida privada se vincula de una forma trágica con un acontecimiento público con ribetes políticos (la causa judicial del tráfico de armas a Croacia en que se condenó y luego se absolvió a Menem, por venta ilegal de armas fabricadas en Río Tercero) en un proceso personal en que Natalia Garayalde fue haciendo un duelo por su hermana que murió de cáncer producto de las explosiones, a medida que iba construyendo la película a partir de archivos familiares grabados por ella misma y de material periodístico de la época.

Marisol Aguila

 

First Cow (Kelly Reichardt, EEUU, 2020)

Un hallazgo en la ribera de un río traspone dos tiempos. Una vez que ingresamos en uno, ya no podemos volver atrás. Ahí, un cocinero retraído y su amigo, un inmigrante chino en busca de una nueva vida, emprenden la extraña tarea de acercarse a la “primera vaquita del territorio” para extraer su leche y usarla en la fabricación de pastelitos, que serán vendidos en el poblado cercano. Por supuesto, la vaquita no es de su propiedad, lo que conlleva a la tensión de ser descubiertos por el dueño -legítimo o no- del animal. 

La directora Kelly Reichardt se interna en una historia sobre conquistadores y conquistados, colonizadores de baja monta y hombres que buscan hacerse de un lugar. Sin embargo, la tierra está por descubrirse y, por lo mismo, todo se mantiene desdibujado y en ciernes. Tal vez por eso los protagonistas se escapan del estereotipo planteado en historias similares; nos alejamos del aparente heroísmo que se espera en estos casos para acercarnos a una historia simple que nos recuerda que el afecto no sólo es valioso, también es necesario. En tiempos turbulentos, First Cow nos acerca a una ternura que funciona como forma de resistencia, para hacer frente a un sistema que nos exige otras maneras de convivir. Nada mal para resumir los aprendizajes a los que nos hemos enfrentado en este periodo.

 Alejandra Pinto López

 

Haydee y el pez volador (Pachi Bustos, Chile, 2019)

Relato e imagen nos mueven en los espacios cotidianos de quién ha vivido la cicatriz del  horror de la dictadura chilena y la ausencia de culpas de un territorio judicial que ha buscado agotarla en su lucha.

La fuerza de Haydee, sus recuerdos, la familia, las fotografías, los rostros humanos que la sostuvieron hasta encontrar la condena de los culpables, nos emplazan a seguir pensando en las heridas que cicatrizan en la superficie pero siguen latentes en el cuerpo de Haydee, en su cuerpo madre y el amor que ella entrega en este filme a su pez volador, hijo perdido por la tortura, símbolo de una vida truncada en manos de cuatro ex agentes de la armada

El encuentro con el documental de Pachi Bustos y la voz de Haydee Oberreuter,  nos convoca a pensar nuevamente en la importancia de nombrar las experiencias y las vidas heridas por la geografía oscura y silenciosa de la violación a los derechos humanos. Hoy, que nuevamente están en nuestra mirada las violaciones a los derechos humanos, volvemos a preguntarnos ¿hasta cuándo el mutismo en nuestro país con la tortura? ¿Cuánto tiempo se necesita para tener más que una justicia poética?

Clara Quero F.

 

Historia de mi nombre (Karin Cuyul, Chile, 2019)

La ventana de un auto, vagos recuerdos familiares, el paisaje chileno que busca su historia, una voz en off y un nombre, son las líneas narrativas que cruzan la búsqueda de la realizadora entre su propia subjetividad y un Chile que no tiene espacio para la memoria.

Karin Cuyul, en esta su opera prima, relata una historia íntima, desde un lugar seguro o la búsqueda consigo misma, la historia de su nombre es el punto de partida que la hace enfrentarse a quién es y cómo este nombre la identifica con el recuerdo de Karin Eitel, mujer torturada durante dictadura.

Como en un ejercicio de semejanzas, la narrativa va apilando pequeños sucesos que determinan el vínculo entre los nombres, sin embargo, los pequeños trozos de recuerdos familiares, encuentros, conclusiones y secretos terminan por abrir su biografía a los sucesos políticos chilenos de dictadura. Una analogía que se posiciona en la coyuntura, en las heridas y vestigios del Chile que guarda un secreto.

Camila Nahien

 

La hija de un ladrón (Belén Funes, España, 2019)

En una entrevista de trabajo a Sara le preguntan cómo se definiría y ella responde: “Como una persona normal”. Para la protagonista de la ópera prima de Belén Funes esta normalidad supone una serie de cosas por las cuales está en una búsqueda incesante durante toda la película: un trabajo estable, poder mantener a su hijo y a su hermano, formar una familia, vivir en una casa que no sea compartida. Todas estas metas a lograr se entrecruzan en un punto que determina su mayor miedo: no quedarse sola.

Este miedo reaparece en el reencuentro con su padre recién salido de la cárcel, su figura representa el abandono y la violencia (explícita e implícita) y la pone en alerta, en constante movimiento. Para una mujer joven de clase trabajadora el tiempo vale casi tanto como el dinero y no hay lugar para la quietud. Como espectadores la acompañamos en este recorrido, la cámara corre detrás de ella por las calles de una Barcelona no turística. La historia de Sara es la de muchas otras y merece ser escuchada.

Andrea Salvatore

 

La inocencia (Lucia Alemany, España, 2019)

El final del verano en un pueblo en Valencia, es la culminación de la estación pero también el quiebre de una etapa en la vida de Lis, una adolescente que sueña con irse a estudiar circo a la ciudad. Sus días los pasa con su grupo de amigas y su novio mayor de edad en una comunidad pequeña en donde no hay margen para el error, todos se conocen y se enteran de todo.

Lucía Alemany narra el periodo en el que la protagonista comienza a explorar, con su cuerpo y sus deseos, en el que conforma su identidad, prueba cosas y se rebela, sin buscarlo conscientemente, contra su tradicional familia. La inocencia de Lis se rompe pero no se termina de quebrar, es emoción a flor de piel constante y la película con un increíble relato naturalista te lleva a habitar cada sentimiento por el que pasa el personaje.

Andrea Salvatore

 

La metamorfosis de los pájaros (Catarina Vasconcelos, Portugal, 2020)

“La migración de los pájaros era un misterio para la humanidad, la población antigua creía que eran los mismos, con un aspecto diferente y otras características, pero el mismo animal, sólo habían sufrido una metamorfosis.”

En medio de una cuarentena militarizada y hostil, el cine nos obsequia esta película colmada de metáforas e imágenes poéticas, que van reconstruyendo la historia familiar de la realizadora portuguesa Catarina Vasconcelos. El retrato en la pared de su abuela Triz detonará la curiosidad por escudriñar en su historia e imaginarla. La directora logra a partir de solo una imagen diseñar toda una nueva propuesta biográfica de su familia. La construcción de la vida de Triz subvierte el ritual del duelo donde la despedida se transforma en una bienvenida. Una mujer se sumerge en el agua como un bautizo, una voz en off convoca la palabra madre en diversos idiomas, nombrar a la “Madre” se hace tangible en la cotidianidad, la mujer de la foto cobra vida y una nueva forma de narrarse la historia familiar emerge. La metamorfosis se instala en la vida de la realizadora y también en la nuestra.

Carolina Jara-Muñoz

 

Las Mil y Una (Clarisa Navas, Argentina, 2020)

Un filme sobre el barrio, la amistad, la familia y el deseo cuya vitalidad y sinceridad se palpa en cada plano, movimiento o sonido fuera de campo dejando la evidencia de que quien construye la ficción es parte de ese lugar y que los modos de existencia que han decantado de sus configuraciones particulares marcan su ritmos, formas, vaivenes, melodías y coreografías en medio de la arquitectura rígida diseñada por la política pública.

En un barrio obrero dos chicas se ven atravesadas por campo magnético entre sus cuerpos en medio del complejo entramado en que se desarrolla la sexualidad adolescente. Allí vidas llenas de contrastes y contradicciones se van abriendo paso con sus cuerpos que el filme sigue en sus movimientos por el espacio que habitan, entre las tensiones, atracciones o distensiones que tienen con otros cuerpos y en sus relaciones consigo mismos más o menos apropiadas, donde el gesto, lo táctil y lo a flor de piel se pone en primer plano en un filme que se aproxima a sus personajes desde el cariño y la ternura, lo que no nos deja indiferentes como espectadores, elaborando así una suerte de realismo popular en el que entramos como uno más del lugar.

Vanja Milena

 

Lina de Lima (María Paz González, Chile, 2019)

Con la estructura de un dramedy (mezcla entre drama y comedia) Lina de Lima, el segundo largometraje de la directora chilena María Paz González (Hija, 2010), vino a refrescar el cine chileno en su tercer intento de estreno tras la revuelta popular y la pandemia, con un musical con toques kitsch y vistosos y coloridos vestuarios inspirados en las imágenes religiosas de la sierra, el vals urbano o la cumbia andina. Lina es una mujer peruana que trabaja como asesora del hogar en Chile desde hace diez años que va descubriendo otras dimensiones en su vida, como el goce y la libertad sexual, mientras vive a miles de kilómetros de su hijo Junior que se quedó en Lima con su abuela, para quienes Lina es la proveedora que les envía dinero. A través de canciones que profundizan en su mundo interior, cuyas letras fueron escritas por la propia directora y la protagonista, la actriz peruana Magaly Solier (La teta asustada, Retablo), e interpretadas por connotados músicos peruanos, Lina deja ver su verdadero sentir cuando canta “En tus ojos yo lloré” o “Penas que sufrir” (disponibles en Spotify) en su proceso personal de autoconocimiento y cambio de piel lejos de su hogar.

 Marisol Aguila

 

Matar al dragón  (Jimena Monteoliva, Argentina, 2019)

Ganadora del Festival Final Girls Chile (2020) por mejor dirección, Matar al dragón consolida a la directora argentina Jimena Monteoliva, como una de las principales exponentes del género del terror en Latinoamérica, quien junto a su coterránea Laura Casabé, así como la brasileña Juliana Rojas y Gabriela Amaral Almeida, forma parte de las directoras que han desarrollado una increíble renovación del cine de género. Desde el estreno de su película Clementina (2017), Jimena Monteoliva se ha decantado por recrear en clave terror, la violencia de género, así como los miedos y angustias que histórica y culturalmente han sufrido las mujeres.

En continuidad con esto, Matar al dragón narra el retorno de Elena a su núcleo familiar luego de ser secuestrada en su infancia por la malvada Hilandera, bruja que se alimenta de la sangre de niñas. Por medio de un juego de luces y sombras, como de espacios abiertos y cerrados, Matar al dragón a nivel visual y narrativo sigue un trabajo similar a Innocence (2004) de Lucile Hadzihalilovic, para recrear los peligros que amenazan a las niñas que, tanto dentro del núcleo familiar como en medio de extraños, se ven aisladas, silenciadas y despojadas de sus propios cuerpos.

Estefanía Hermosilla

 

MS Slavic 7 (Sofia Bohdanowicz y Deragh Campbell, Canadá, 2019)

Al ver el desplazamiento y asentamiento de la protagonista, en el hotel cercano a la biblioteca donde desarrolla su investigación, entendí, a inicios del confinamiento pandémico, que yo también quería estar ahí para dar inicio a un estudio como el de Audrey. ¿Eché de menos viajar? o ¿el silencio que la rodeaba? No sé, pero el deseo fue aumentando con el ritmo de su descansado andar, y de imágenes casi siempre fijas acompañadas por el sonido de un mismo adagio. No puedo negar que sentí contradicciones por lo higiénico que parece el montaje y la vida del personaje ficticio, sin embargo, me cautivaron los monólogos, donde la mirada atenta del plano evidencia el esfuerzo de ella por convertir al lenguaje oral, por nombrar lo que permaneció encerrado por décadas en una repisa institucional. La austeridad del registro que imita al testimonio documental, y la performance de la actriz -sentada en la mesa de un bar, cerveza fría esperándola- concentra de manera comprensible, sensible, el fraseo que con dificultad explica la potencia expresiva de unas cartas, archivos reales e históricos, dispositivos físicos y nómades, rescatados y todavía capaces de transmitir los tonos de la abuela de Bohdanowicz.

Camila Rioseco

 

Mujer de soldado (Patricia Wiesse Risso, Perú, 2020)                                      

Volver al lugar donde alguna vez la señalaron y despreciaron, a pesar de la violencia que se ejerció contra ella. Con el amanecer y las campanadas del día, Magda vuelve a Manta después de treinta años para reencontrarse con el pasado: uno cargado del extremo dolor que vivieron muchas mujeres de su comunidad.

A pesar de que el pueblo tiene aún una mirada de desprecio hacia Magda, ella afronta un proceso judicial para encontrar justicia sobrepasando el tiempo y sufrimiento acumulados durante estos años.

Cuenta con el apoyo de otras mujeres de la comunidad: mujeres que nos narran, entre fotografías que las transportan a su adolescencia, su memoria del abuso cometido por los militares durante la guerra interna que se desató en nuestro país.

Magda, Santosa, Magna y Virginia saben que no están solas, que se tienen unas a otras.

Todo esto nos muestra Patricia Wiesse en su documental, convocándonos (e interpelándonos) a ser parte del diálogo entre imágenes de rituales y costumbres comunitarias: como hilar en el campo abierto, caminar por el pueblo, ir hacia el río, compartir el pan, y sobre todo, desde la  fortaleza; pues aquellas mujeres afrentadas saben que ya no cabe reproducir la vergüenza del pasado, sino que juntas pueden fundar nuevos caminos de libertad.

Ana Karina Barandiarán Urday

 

Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman, EEUU, 2020) 

Autumn es una adolescente que quiere abortar. No puede hacerlo en su ciudad, por lo que tiene que ir junto a su prima a Nueva York pero no tienen dinero, así que roban algo de dinero del supermercado donde trabajan. Viajan solas y llegan a una ciudad hostil. Es aquí cuando es necesario preguntarse ¿cuántas mujeres en el mundo hay como Autumn? ¿Que tienen que pasar por un sinfín de conflictos para hacerse un aborto seguro? Peor aún, en Chile ni siquiera está la posibilidad de ir a otra ciudad, robar dinero y hacerse un aborto seguro. Hablar de esta película se vuelve sumamente necesario para destacar la lucha de miles de mujeres alrededor del mundo, para que todas podamos tener el acceso a un aborto gratuito y seguro. Y mientras la obra de Eliza se encarga de visibilizar aquello, también cuestiona los distintos abusos a los que muchas personas se han visto sometidas tras normalizar algunas violencias, trabajando aquello de una manera tan sútil que resulta realmente desoladora pero que propone, a su vez, una puerta para hablar del daño que el patriarcado nos sigue haciendo.

Javiera Leal

 

Niña mamá (Andrea Testa, Argentina, 2019)

Para ellas, para todas, por nuestro derecho a decidir.

Qué es un un cine feminista puede ser una pregunta de difícil respuesta. No se hace siempre desde la puesta en escena, el guión, el montaje, pero otras veces explícitamente sí. Niña mamá de Andrea Testa (2019) es un documental que elige la trinchera del derecho a decidir y de visibilizar las condiciones de precariedad en que adolescentes argentinas transitan la experiencia de embarazos casi siempre no deseados. En blanco y negro, y en planos que encuadran a cada niña madre, una por una, salvo un par de escenas en que en un movimiento coral varias de ellas mecen al bebé que de pronto tienen en sus brazos. Digo de pronto porque esos embarazos a veces son ignorados, negados, desconocidos por chicas que no tienen siquiera número de documento, una familia, o se posicionan contra el aborto porque eso les dijo la iglesia, o porque hay que asumir la culpa de los propios actos. La posibilidad de una palabra otra la brinda el personal médico, mujeres que solo son voces, sus cuerpos no se ven, y esa ausencia es también la de la autoridad y la contención que no alcanza a llegar a las más precarizadas aunque quiera, aunque luche desde el recordatorio de la palabra que les insiste: “puedes decidir sobre tu cuerpo”. Niña mamá elige su trinchera feminista en una radiografía sutil en que cada tono de voz de las que testimonian es un suspiro con un relato profundo, anatómico, de la sociedad que no está para las que más lo necesitan, pero hace del eco de las voces que insistimos en que la decisión es nuestra, la sordina de grises en que sostenemos un nosotras, un por ellas, un para todas.

 Karen Glavic

 

Nona. Si me mojan yo los quemo (Camila José Donoso, Chile, 2019)

La atenta mirada en el retrato de una señora intensa y particular. La tercera película de Camila José Donoso delinea un personaje potente, una mujer que decide dejar la ciudad e irse a una localidad pequeña como Pichilemu tras haberse vengado de un amante molesto. Una vez instalada, en medio de lo doméstico y las conversaciones con vecinos, taxistas y su propia nieta, comienzan a suceder una serie de incendios inexplicables que se cruzan con interpretaciones fantásticas, de creencias populares. 

El cruce de relatos, de formas de narrar y construir la identidad de la protagonista está compuesto por grabaciones diversas y que se van tejiendo con una textura particular, una forma de relato que podemos ir leyendo en sus diversas capas. Porque la protagonista es en la vida real abuela de la directora, por lo que muchas de esas imágenes son grabaciones casi documentales, o más bien de memoria y testimoniales, que nos hablan del cariño y complicidad entre dos mujeres y que nutren al personaje de cierta porosidad y complejidad poco frecuente. Lo que vemos es una transficción, en palabras de la propia directora, un desborde entre lo real y lo fabulado en torno a una mujer y su relación con los otres, con ella misma y el fuego. 

Astrid Elena Donoso Henriquez

 

Silvia (María Silvia Esteve, Argentina, 2020)

Un valiente ejercicio de indagación de sus propios traumas familiares y de la arqueología de los videos VHS grabados desde el matrimonio de sus padres y durante la infancia de ella y sus hermanas en Guatemala, Argentina y Chile, emprende la joven realizadora guatemalteco-argentina María Silvia Esteve, que en este íntimo ensayo documental autobiográfico logra el anhelo que la movilizó a realizar esta película: darle una voz y hacer justicia a su madre, fallecida a los 59 años por un paro cardiorespiratorio tras una vida marcada por los problemas psicológicos de su propia madre, las apariencias del mundo diplomático al que pertenecía su marido, la dependencia económica, la depresión y exceso de medicación y la violencia intrafamiliar. La directora cree que si Silvia no hubiera sido mujer con los mandatos sociales de lo que se esperaba de ella no habría tenido la vida que tuvo, cuya memoria el filme reconstruye a partir de filmaciones familiares que se supone captan momentos felices, pero que para la realizadora -que además se dio a la exigente tarea emocional de montar su propio material- son una muestra de construcción de ficciones, como momentos que se aspiran a guardar en la memoria del pasado, pero que son armados, construidos.

 Marisol Aguila

 

System Crasher (Nora Fingscheidt, Alemania, 2019)

Benni llora, ríe, rompe los vidrios, salta, golpea, corre, escupe y grita “¡mamá!” cuando casi nadie más que el bosque puede escucharla. Es una niña de nueve años que transita por diversos centros de internamiento de menores y familias de acogida, entre escoltas, profesionales de la salud y asistentes sociales. Sus problemas psicoemocionales la marginan de la sociedad y de la posibilidad de pertenecer a una familia; es una inadaptada, una rompe-sistema que sólo anhela el amor y cobijo de la Madre.

En este, su primer largometraje de ficción, Nora Fingscheidt nos muestra de cerca la intensidad de una infancia trizada y dolorosa, la importancia del afecto y la labor de los profesionales del cuidado. La cámara se centra en la conmovedora actuación de Helena Zengel, sumergiéndonos en la profundidad del corazón roto de Benni, a quien vamos acompañando en sus vivencias para entender que su furia indomable es reflejo de la violencia del sistema. Su mirada -a ratos desafiante, esperanzada o perdida por la medicación y la terapia invasiva-, así como la de muchos otrxs niñxs que habitan en ella, quedan en la memoria y el pensamiento.

Javiera Muñoz

 

The Souvenir  (Johanna Hogg, Inglaterra, 2019)                    

The souvenir es quizás la película más personal de la directora inglesa Johanna Hogg, una reconstrucción de una historia de su propia vida, un ejercicio de memoria de aquellos amores difíciles y un coming of age que nos habla de la complejidad de las relaciones de pareja  y de cómo llegó a ser cineasta.

El título hace alusión a un cuadro del pintor francés Jean-Honoré Fragonard que habla de amor romántico, de los anhelos amorosos y que cimentan la relación intensa y llena de sombras entre Julie y Anthony. El vínculo dispar, como casi todas las relaciones románticas ancladas en lo idílico por sobre lo real, es planteado desde un inicio como un lazo particular y urgente (urgencia al estilo británico, naturalmente) donde respiramos los silencios y las distancias entre dos personajes en momentos muy distintos de sus vidas y ese encuentro, y todos los intentos por sintonizar con el otre. Él, carismático, elegante y esquivo, ella algo ingenua y aún muy joven, sin plena claridad de su destino como cineasta y todavía sin haber encontrado y dado forma a su propia voz como creadora y mujer, comienzan esta relación que siempre parece estar al borde de un precipicio. Y que ambos, especialmente la protagonista, no logra soltar, no dando espacio a su propia identidad en medio del torbellino con que él llega a su vida, iluminando primero y oscureciendo todo más tarde. 

Julie, interpretado por Honor Swinton Byrne (hija de Tilda Swinton, quien hace además de su madre en la película de Hogg) tiene ese aire de juventud aristocrática, donde la vida de allá afuera, de ese que no es su mundo protegido de familia y amigos, parece no haberla tocado, mientras Anthony, interpretado por Tom Burke, ya carga con los excesos, los abismos y cierta fascinación con su propia caída. Así, durante todo el film lo que vemos es ese trance de Julie no solo de convertirse en artista, sino su propio camino, con luces y tinieblas, hacia la adultez. Y así  el de la propia directora.

Astrid Elena Donoso Henriquez

 

Vever (for Barbara) (Deborah Stratman, EEUU, 2019)

La inmersión en el espacio con sus propias posibilidades experimentada por Barbara Hammer en el registro de su viaje a Guatemala y la conversación telefónica con Deborah Stratman al convidar a montar este proyecto inacabado, son el inicio para ensamblar los elementos que construyen el relato no homogéneo pero sí metafórico de este filme, que supera a la descripción posible de algún género cinematográfico.

Todas las partes de esta pequeña pieza, llena de colores y patrones propios de las culturas mesoamericanas, descritas con plano detalle y también generales dando progresión a la descripción de símbolos y mitologías, acompañada también por una construcción sonora que genera cercanía para el rescate de lo sensorial.

Maya Deren aparece a través de sus textos, demostrando la búsqueda interna de sus personalidades, que dan cuenta de la propia integridad, junto con las ideas y razones para avanzar. El reflejo de los rostros alegres e ingenuos de las mujeres del territorio explorado, la orgánica de las estructuras y los lugares desconocidos que descubre la cámara de Hammer, al igual del camino que hizo Maya Deren en su viaje en Haití y que Stratman rescata con los materiales que trenzan este ensayo titulado Vever: que es el nombre de un dibujo utilizado en el vudú para llamar una deidad.

Daniela Escobar

 

Visión nocturna (Carolina Moscoso, Chile, 2020)

Tal como la pupila se acomoda al exceso o ausencia de luz, Visión nocturna, ópera prima de Carolina Moscoco, retrata el intento de acceder a una imagen imposible. Es la tentativa de nombrar un trauma esquivando el estereotipo de víctima. Aquí no hay cliché del dolor, sino abertura desde el dolor a otras miradas, miradas críticas hacia instituciones como la familia, la justicia, la salud.

Por medio de la utilización de tres tipos de luces (“una que encandila, una oscura que no deja ver, y otra en penumbra”), Carolina configura a través de retazos el proceso que vivió tras sufrir una violación.

Fotos, poemas al azar, trozos de grabaciones, imágenes de la amistad, el agua, la montaña y los cochayuyos escenificados muchos de ellos con el recurso de nightshot, constituyen la arquitectura que da sostén a la historia que explora los niveles del decir, como afirma en una entrevista Moscoso. Ahí donde el horror es amplio, la directora escoge la palabra escrita y muda a la vez, que se detiene para acompañar las composiciones que conforman la cinta en su totalidad. 8 años le tomó a Carolina recomponer su palabra y llegar a esta pieza totalmente delicada que es Visión nocturna.

Mariela Malhue

 

Encuentros Retrospectivos:

Sin techo ni ley (Agnès Varda, Francia, 1985)

La pandemia puso en pausa la rebelión de la primavera chilena; y, con ello, la urgencia de sondear nuevos elementos que sostengan la rebeldía y la resistencia. Agnès Varda se presenta como una propuesta de insurrección y nos invita a conocer a Mona, el personaje de Sin techo ni ley. ¿Quién o qué es Mona? Para Varda es un icono de rebelión, para Serge Daney es la antítesis del héroe, pero tampoco un antihéroe marginal que reanima utopías. Ella no es nada de eso, Mona no se aferra a nada, toma y deja, no tiene reparo en soltar y eso es tremendamente revolucionario. Porque es precisamente eso lo que nos dejó esta experiencia mundial, una inflexión al modo de conceptualizar aquellas características elementales que tomamos como referencia para constituirnos como seres políticos y relacionales, desde la singularización, el devenir y la subjetivación. Sin techo ni ley es una película que logra llevarnos a esos bordes y nos exhorta a comprender que en un año lleno de devenires está bien sólo vivir el día a día y aceptar la libertad de no hacer nada o lo mínimo y sin culpa. Un nihilismo femenino como icono de la rebelión.

Carolina Jara-Muñoz

 

Gracias a la vida (o la pequeña historia de una mujer maltratada)  (Angelina Vázquez, Finlandia, 1980)

El 2020 ha sido en una palabra: encierro, confinamiento, cuarentena. La pandemia ha retrocedido la fuerza laboral femenina, la violencia intrafamiliar se ha agudizado y el posnatal de emergencia sigue en discusión. Para muchas, quedarse en casa no es una opción y para otras, el aislamiento no se relaciona sólo con el espacio físico del “hogar”. 

En 1980, Angelina Vásquez escribe y dirige Gracias a la vida, una historia muy en sincronía con estos tiempos. El cortometraje cuenta la historia de una mujer exiliada que llega a Finlandia embarazada de un hombre que la violó y torturó durante la dictadura de Pinochet. La mujer, encerrada en un nuevo lugar, no habla el idioma y no se puede mover debido a su avanzado embarazo y al clima.  

Ella no quiere tener a su hijo pero nadie la escucha. La mujer experimenta un encierro, aislada de Chile, de su propio cuerpo y de su entorno familiar. Esto se traduce en los encuadres que muestran edificios residenciales opacos, llenos de ventanas oscuras que dan una sensación de prisión, de condena. La nieve cae desde su ventana: silenciosa, pesada y eterna. Con fuerza, Vásquez profundiza la urgente noción de encierro/hogar muy relacionada con lo materno y lo cálido. Sin embargo, ¿es siempre el hogar un lugar seguro, propio, cómodo?

Manuela Jorquera

 

El hombre cuando es hombre (Valeria Sarmiento, Francia/Alemania/Costa Rica, 1982)

Esta película realizada a comienzo de los 80's sorprende por la lucidez anticipada que tiene Valeria Sarmiento para guiar al espectador a las tensiones del lenguaje y la estética presentes en la cultura popular latinoamericana la cual ha generado productos como el melodrama. El relato se desarrolla a través de los monólogos de los personajes, sin embargo, el filme por medio de una aproximación inteligente y satírica va dando pistas que revelan la doble moral del romanticismo y los "valores" del macho latinoamericano trascendiendo y poniendo en jaque la literalidad de sus palabras.

Están en las imágenes la evidencia de  los roles impuestos, tanto a la mujer y al hombre, como la cultura que los sostiene. Partiendo desde el estereotipo de la virilidad y masculinidad animal, vinculada con el trabajo de la tierra y la fuerza. En contraste las mujeres, lavando ropa en un río, en labores de cuidado, asignadas en cualquier edad y momento de la vida.

Las canciones, sus letras, e imágenes de archivo de películas mexicanas, refuerzan este contexto e ironizan con las vivencias de los protagonistas y la justificación de sus acciones. Las descripciones e historias tienen origen en las anécdotas que, sin necesidad de explicación repetitiva, van descubriendo la cara más dura del machismo. Cuya mímesis se fabrica por el espectador, a través del ejercicio de memoria, que nos obliga a reconocer esas ideas y relaciones de poder que siguen existiendo.

Daniela Escobar